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El clima plantea un dilema para Sudáfrica, dependiente del carbón

Las chimeneas de la Central Energética de carbón Rooiwal, a las afueras de Pretoria, Sudáfrica, en una imagen del 13 de octubre de 2021 afp_tickers

Al llegar a Johannesburgo en avión, los paneles solares brillan desde los techos de mansiones con piscinas y pequeñas casas de barriadas.

Pero esos paneles ocultan la dependencia del carbón en Sudáfrica, uno de los grandes emisores mundiales de carbono que además sufre apagones.

Antes de la conferencia climática COP26 de Glasgow en noviembre, otros países enfrentan la misma contradicción: cómo dotar de electricidad a una clase media creciente y expandir la economía sin agravar la crisis climática mundial.

Los apagones han sido parte de la vida de Sudáfrica desde 2007. Los horarios de los apagones se comparten en aplicaciones y aparecen en la prensa junto a las noticias sobre el clima y el congestionamiento vehicular.

“Como una sudafricana joven estoy asustada”, declaró la activista ambiental Ditebogo Lebea. “Nuestro país enfrenta una crisis energética que requiere atención urgente”.

Los apagones son una molestia para los pobladores y un desastre para las empresas, debilitando los esfuerzos por reducir el desempleo de 34%.

Cuando estalló la crisis, ciudades enteras se vieron repentinamente en la oscuridad, y el gobierno buscó cada solución concebible para resolver el problema.

Se ofrecieron descuentos de hasta 100% para las casas que instalaran paneles solares. Se creó un parque solar y surgieron plantas eólicas.

Y el país decidió construir dos nuevas plantas a carbón para generar 4.800 MW cada una. Operando como unidad, conforman el mayor complejo a carbón del mundo, superando la masiva expansión de carbón en China.

En comparación, el parque solar produce 50 MW de energía.

La primera planta nueva entró a funcionar a golpes y trancos, afectada por defectos de diseño y corrupción en la empresa eléctrica estatal Eskom. La segunda continúa en construcción.

El carbón es responsable de 80% de la electricidad de Sudáfrica, el 12º mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo en 2019, según el Global Carbon Atlas.

Sin embargo, Sudáfrica tiene 2.500 horas de luz solar por año, unas 600 más que Alemania, campeón mundial de la energía solar.

“Todo el mundo reconoce que la energía renovable es una oportunidad masiva para Sudáfrica”, sostuvo el analista energético Argon Poorum, de la organización GreenCape.

El país intentó aprovechar esa oportunidad.

En 2010, Sudáfrica lanzó un sistema de subasta avanzada de energía renovable para atraer inversiones, pero cinco años después, Eskom inesperadamente desistió al señalar que las energías renovables eran muy costosas.

– Agenda oculta –

El caos en la política energética comenzó con el expresidente Jacob Zuma, quien llegó al poder en 2009, cuando descartó los paneles solares y trató de negociar un acuerdo nuclear por 67.000 millones de dólares con Rusia.

El plan fue desbaratado por activistas y una rebelión en el gabinete de Zuma, pero el daño ya estaba hecho.

Las emisiones de gases de efecto invernadero subieron 10% de 2000 a 2017, según cifras oficiales.

El actual presidente Cyril Ramaphosa ha buscado un cambio de rumbo. Revivió el año pasado el esquema de energías renovables e hizo más fácil que las empresas generen su propia energía solar y eólica.

El país sigue teniendo energía nuclear y se aprobaron tres licencias para plantas flotantes que usan gas natural.

– Muy tarde –

En tanto, Eskom comenzó a desactivar gradualmente las viejas plantas a carbón, buscando equilibrar las emisiones de las plantas nuevas.

El carbón aún tiene aliados políticos. El ministro de Energía, Gwede Mantashe, ha defendido la polémica tecnología de “carbón limpio”, en parte para retener empleos en el sector minero.

Al mismo tiempo, el gobierno busca obtener financiamiento en la COP26 para financiar el distanciamiento de Eskom del carbón.

Una meta de la conferencia es que los países ricos cumplan sus promesas de recaudar 100.000 millones de dólares por año para ayudar a los países en desarrollo a adoptar las energías verdes.

Sudáfrica quiere parte de ese dinero, que ayudará a cubrir necesidades que el financiamiento local no cubre.

“Lo hemos dejado para muy tarde”, admitió el experto energético Chris Yelland. “Pero más vale tarde que nunca”.

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