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El futuro de Sudán, en la encrucijada tras un mes de conflicto

Carles Grau Sivera

El Cairo, 15 may (EFE).- Un mes de combates en Sudán ha dejado más de 600 muertos y ha provocado el desplazamiento de casi un millón de personas, pero también ha dinamitado la ansiada transición democrática que iba a condicionar el nuevo encaje del país africano dentro de la comunidad internacional tras décadas de aislamiento.

Antes de que se iniciara el conflicto, Sudán estaba inmerso en la firma de un acuerdo para establecer un Gobierno civil que pusiera fin al golpe de Estado de 2021 perpetrado conjuntamente por el líder del Ejército, Abdelfatah al Burhan, y por el comandante del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), Mohamed Hamdan Dagalo, Hemedti.

El proceso estuvo muy influenciado por varios países regionales, occidentales y por la propia ONU. Sin embargo, se centró en las figuras de Al Burhan y Hemedti, a los que se presionó para que acordaran lo antes posible una reforma de las fuerzas de seguridad que pusiera fin a sus diferencias y diera inicio a la transición.

Las prisas y la falta de protagonismo de las fuerzas civiles condujeron al conflicto actual, con pocas perspectivas de que concluya pronto.

LA RESPONSABILIDAD DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

Según el investigador del centro SWP Berlin, Gerrit Kurtz, «este tipo de ‘diplomacia de fecha límite’ creó una presión y confrontación adicional entre ambos actores y contribuyó a esta escalada», mientras la comunidad internacional y los mediadores privilegiaron a los generales «porque tienen los medios de coerción».

Por su parte, el experto en gestión de crisis del Centro de Investigación Estratégica, Amin Ismail Magzub, indicó que «la comunidad internacional jugó un gran papel en el inicio del conflicto» debido a sus intereses en Sudán y a las alianzas con el Ejército y las FAR.

El analista sudanés apuntó que, tras el golpe de Estado de 2021, «la comunidad internacional no hizo uso de sus herramientas para devolver el sistema democrático, pero presionó a las dos partes en un momento en el que no hay un Estado central».

«Eso resultó en el conflicto actual», indicó.

El Ejército cuenta con el respaldo de Estados Unidos o Israel, mientras que las FAR están apoyadas por Rusia y algunos países de la Unión Europea que han favorecido a los paramilitares por el control fronterizo que han ejercido para prevenir inmigración ilegal hacia el Mediterráneo, de acuerdo con Magzub.

Pero, según Kurtz, los siete países que lindan con Sudán, así como los del golfo Pérsico, «no tienen interés en prolongar los combates, sino en detenerlos lo antes posible», porque quieren preservar sus intereses económicos, políticos y de seguridad, que se están viendo afectados por el conflicto y cuyos efectos podrían repercutir fuera de las fronteras del país africano.

«Por el momento, no veo que la mayoría de los actores internacionales crean que una de las partes pueda ganar o que estén apoyando la victoria de un bando en este momento», señaló.

UN NUEVO ENCAJE PARA SUDÁN

La formación de un Gobierno civil tras el derrocamiento del exdictador Omar al Bashir en 2019 supuso el inicio de un proceso transitorio muy celebrado por la comunidad internacional, que abrió sus puertas a Sudán tras décadas de aislamiento.

Sudán fue eliminado de la lista de países patrocinadores del terrorismo, logró promesas de condonación de su multimillonaria deuda externa, accedió a organismos multilaterales de crédito y compromisos de millones de dólares para el desarrollo del país durante la transición.

Todo esto se vio truncado con la asonada y, aún más, con el conflicto.

«Si un proceso negociado consigue acabar rápidamente con los combates, entonces las fuerzas de seguridad deberán entregar su poder a un Gobierno civil, porque no tenían credibilidad antes, pero ahora incluso menos», según Kurtz.

Dicho gobierno tendría que «tomar el control de las palancas del Estado» para obtener el apoyo internacional más allá de la ayuda humanitaria que ya están prestando muchos países, apuntó.

Así, Sudán se vería obligado a «reiniciar la mayoría de sus reformas económicas y estructurales, incluidas las grandes facilidades crediticias y el proceso de alivio de la deuda», algo en opinión del analista «difícil de obtener».

Por una parte, los fondos del Banco Mundial ya no están disponibles y el país tendría que acceder a nuevos, mientras que Sudán deberá recuperar a sus acreedores y restablecer su programa de reformas macroeconómicas, por lo que «no solo se trata de recuperar la confianza, sino también de tener las capacidades».

Sin embargo, el futuro de Sudán podría tomar otro rumbo.

«No creo que Sudán vuelva a adoptar la misma postura con los mismos aliados dentro de la comunidad internacional. Quien gane el conflicto determinará sus aliados y una nueva agenda», sentenció Magzub. EFE

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