El norte de Siria en el mapamundi
Beirut, 6 dic (EFE).- Dos semanas después de que Turquía anunciara el lanzamiento de una ofensiva contra el norte de Siria «en cuanto fuese posible», ningún tanque ha cruzado aún la frontera, mientras tienen lugar conversaciones entre bambalinas sobre la situación en este país en el que están involucradas tres grandes potencias.
Ankara acusó a la milicia kurdosiria Unidades de Protección del Pueblo (YPG) de un atentado perpetrado en Estambul el pasado 13 de noviembre y respondió con bombardeos que dejaron una treintena de muertos en varios puntos septentrionales de Siria, y con la promesa de una operación contra sus zonas.
Sin embargo, los principales actores internacionales involucrados en Siria han expresado su oposición a una operación turca: Rusia e Irán, aliadas del Gobierno sirio, y Estados Unidos, socio de las fuerzas kurdosirias. Estas son algunas claves para entender el complejo mapa de intereses y roles en esta situación:
¿QUIÉN APOYA A QUIÉN?
Turquía, valedora de la oposición siria y enemiga de Damasco desde que adoptó ese rol tras el estallido del conflicto armado en 2011, considera terroristas a las YPG, un importante componente de las fuerzas lideradas por kurdos que controlan parte del norte y noreste de Siria.
Al verlas como una extensión de la guerrilla kurda que enfrenta en su suelo desde hace décadas, busca apartarlas de las zonas fronterizas y ya lanzó otras dos ofensivas para arrebatarles territorios en 2018 y 2019, además de ser parte del objetivo de otra lanzada en 2016.
Los kurdosirios, por su parte, son un importante aliado estadounidense en la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y la coalición internacional que Washington lidera con ese fin está destacada en varias bases de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), alianza encabezada por las YPG.
A su vez, las FSD se enfrentan a las fuerzas de Damasco, que no reconoce la autoproclamada administración autónoma que mantienen los kurdos en el noreste del país.
Esa enemistad se extrapola a los principales apoyos internacionales de ambos bandos: Estados Unidos es la antítesis de Rusia, que interviene militarmente en Siria desde 2015 en favor del Gobierno de Bachar al Asad; y también de Irán, el otro gran aliado de Damasco.
Turquía, Rusia e Irán son, paralelamente, los garantes del denominado Formato de Astaná, el único diálogo en activo entre Damasco y la oposición.
EL TRIÁNGULO DORADO
Algunos expertos creen que Ankara no atacaría el norte de Siria sin la luz verde de los presidentes estadounidense, Joe Biden, y ruso, Vladímir Putin, si bien Erdogan aseguró que no mantuvo «ninguna conversación» con ellos sobre los bombardeos perpetrados en respuesta al atentado de Estambul.
«Eso sí, tanto Biden como Putin saben que nosotros podemos hacer este tipo de cosas en esta zona. Siempre hemos dicho que podríamos llegar una noche, de repente», aseguró el mandatario turco.
Ankara mantiene la cordialidad con Washington pese a que sus relaciones son pedregosas.
Y aunque es miembro de la OTAN, Turquía ha hecho lo propio con Moscú, evitando aplicar las sanciones impuestas por la invasión a Ucrania, y actuando como mediador entre ambos países en guerra en varias ocasiones.
En Siria, los roles se invierten y es Rusia la que a menudo hace de mediadora.
CONVERSACIONES ENTRE BAMBALINAS
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, la comandancia de las FSD se reunió ayer con una delegación de las fuerzas rusas para negociar su retirada del centro de Manbich y Kobane -en el noroeste y dos de los objetivos declarados de la posible ofensiva turca- y su sustitución por la Policía kurda.
Las FSD confirmaron la semana pasada conversaciones con los rusos, pero aseguraron que no habían recibido ninguna «oferta» concreta.
En la última ofensiva de 2019, fue Putin quien pactó con Erdogan que los kurdosirios se retirarían de una franja fronteriza de unos 150 kilómetros de largo y casi 30 de ancho, y que las fuerzas rusas y turcas realizarían patrullas conjuntas en la zona para garantizar la implementación del acuerdo.
Un día más tarde, Ankara acordó con Washington hacer permanente el alto el fuego decretado para permitir el repliegue de los kurdos.
Aunque Turquía no requiera la luz verde de Rusia, sí deberá informarla de antemano si decide lanzar una operación a gran escala para que retire a sus fuerzas de las zonas en cuestión, en las que está presente.
Estados Unidos fue ampliamente criticado por sacar a las suyas poco antes de la ofensiva de 2019, lo que se interpretó como una puñalada en la espalda a sus aliados kurdosirios, y con toda probabilidad recibirá también comunicación en caso de una nueva incursión.
BAILANDO CON EL ENEMIGO
La situación ha obligado a las FSD a colaborar con las fuerzas gubernamentales, que ya se desplegaron en las inmediaciones de las áreas amenazadas cuando a comienzos de verano Turquía comenzó a hablar de una operación contra el norte de Siria.
El entendimiento entre enemigos para hacer frente común a Turquía fue alcanzado con mediación rusa, pero los kurdos son conscientes de que Moscú quiere aprovechar la coyuntura «para reforzar al régimen sirio» y «debilitar a las FSD», en palabras de la comandante kurdosiria Newroz Ahmed.
Pese a que, según las FSD, la mayoría de las bajas infligidas por los bombardeos turcos del 19 de noviembre fueron en las filas gubernamentales, Damasco se ha aferrado al silencio institucional en medio de las alarmas.
Paralelamente, Erdogan ha vuelto a mencionar en las últimas semanas la posibilidad de retomar relaciones con el Gobierno de Al Asad después de las elecciones que se celebrarán en Turquía el año próximo.
En línea con su secretismo habitual, Siria no se ha pronunciado al respecto y, si bien nada apunta a que vaya a dar el paso en el futuro próximo, la idea de ese acercamiento ha generado todavía más desconfianza hacia la inverosímil colaboración entre los kurdos y Damasco. EFE
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