El plan de una megaembajada china en el corazón de Londres preocupa en el Reino Unido
Raúl Bobé
Londres, 31 dic (EFE).- Los planes de China de construir una «megaembajada» en el corazón histórico de Londres suponen un quebradero de cabeza para el Gobierno británico, que deberá tomar una decisión en firme en 2026 sobre un proyecto que despierta grandes recelos por sus potenciales riesgos para la seguridad nacional del país.
De llevarse a cabo, esta fortaleza de 20.000 metros cuadrados, situada en la antigua sede de la Real Casa de la Moneda británica, frente a la emblemática Torre de Londres y a escasos metros del distrito financiero de la City londinense, se convertiría en la embajada china más grande en Europa.
En uno de sus muros de ladrillo rojizo, alguien ha escrito con espray la palabra «pending» (pendiente), que refleja perfectamente el estado actual del proyecto.
Desde que China comprase el complejo por 255 millones de libras (más de 290 millones de euros) en mayo de 2018, los planes siguen sin aprobarse. La fecha límite de la decisión final está ahora fijada para el próximo 20 de enero.
¿Un nido de espías?
Esta resolución, inicialmente prevista para el pasado 9 de septiembre, ya ha sido pospuesta en hasta tres ocasiones por el Ejecutivo laborista de Keir Starmer después de que los servicios de inteligencia británicos (MI5, MI6) y hasta la Casa Blanca estadounidense advirtiesen de que su ubicación estratégica podría facilitar a Pekín sus presuntas acciones de espionaje.
El que fuese asesor del ex primer ministro británico Boris Johnson, Dominic Cummings, comentó en una entrevista en ITV News que sería una idea «extremadamente mala» permitir que el plan salga adelante, pues, durante su tiempo en el cargo, el MI5 y el MI6 ya le informaron «explicitamente» de que China trataba de construir «un centro de espías debajo de la embajada».
Por su parte, el analista del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) Aosheng Pusztaszeri señaló en un artículo reciente que «lo más alarmante es la proximidad del emplazamiento a líneas de comunicación sensibles y cables de fibra óptica» que, de ser interceptadas por China, podrían darle acceso a cientos de miles de datos internacionales -especialmente financieros- que circulan a diario en Londres.
El Reino Unido envió el pasado mes de agosto una misiva a China para exigir explicaciones de por qué los planos que habían presentado sobre el proyecto de la megaembajada contenían partes «censuradas», incluido el enorme sótano de uno de los edificios, pero Pekín ha rechazado hasta ahora dar esas aclaraciones.
Un portavoz de la embajada china en Londres se limitó entonces a apuntar que su solicitud cumplía con todas las normativas y procedimientos necesarios e instó al Gobierno británico a aprobar los planes lo antes posible para «evitar socavar aún más la confianza mutua y la cooperación entre ambos países».
Inicialmente, la encargada de dar luz verde al plan era la ex ministra de Vivienda británica, Angela Reyner, pero, tras su dimisión en septiembre, ahora la última palabra recae en el actual titular del ramo, Steve Reed y en el propio Starmer.
Una «amenaza» para la seguridad nacional
En su discurso anual en la City de Londres, el primer ministro británico definió este mes a China como «una fuerza decisiva en tecnología, comercio y gobernanza global que, al mismo tiempo, también representa una amenaza para la seguridad nacional del Reino Unido».
China ha incrementado su presencia diplomática en territorio británico en los últimos años, desde 116 funcionarios en 2020, hasta 142 en 2025, según el diario ‘The Times’.
El MI5 emitió recientemente una inusual alerta dirigida a todos los miembros del Parlamento británico sobre posibles actividades de espionaje por parte de Pekín, que incluirían a individuos que se hacen pasar por ‘cazatalentos’ en LinkedIn para acercarse a sus objetivos.
Este sentimiento de desasosiego y cautela también se percibe en las calles aledañas al complejo, donde al menos un centenar de viviendas son ya propiedad de la República Popular China, y sus inquilinos temen ser desahuciados si la megaembajada sale adelante.
Joseph, londinense de nacimiento y vecino de la zona, comenta a EFE que tiene claro que si él fuese el primer ministro rechazaría el plan de Pekín, aunque evita explayarse en las razones, más allá de «los peligros de seguridad y la incertidumbre».
El plan preocupa igualmente a los disidentes chinos, especialmente tibetanos, uigures y exiliados de Hong Kong, que han organizado numerosas protestas a lo largo del año en contra del proyecto, pues temen que la nueva embajada aumente la vigilancia y la represión a la que ya dicen estar sometidos por parte de China.
En este contexto, Starmer planea viajar a Pekín a finales de enero, en la que sería la primera visita de un mandatario británico al país en ocho años, pero primero deberá evaluar si los riesgos de aprobar esa megaembajada son un precio razonable a pagar por estrechar los lazos con el gigante asiático. EFE
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