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El silencio de Afganistán: testimonios de un país incomunicado tras 48 horas de apagón

Kabul, 2 oct (EFE).- Afganistán quedó incomunicado durante 48 horas tras un apagón nacional de internet y telecomunicaciones que afectó a más de 43 millones de personas desde el lunes, aisladas del mundo y de sus familias, en medio de rumores, ansiedad y el recuerdo de los episodios más oscuros tras la caída de Kabul.

El corte comenzó el 30 de septiembre hacia las 17.00 hora local y se prolongó por 48 horas, sin una explicación oficial por parte del régimen talibán, provocando un caos y desconcierto bajo el silencio de las autoridades.

«Pensamos que Afganistán había vuelto a quedar aislado, en la oscuridad, sin previo aviso», dijo a EFE el estudiante de derecho Nasirullah Noorzai. «Ha sido una forma de tortura psicológica. El mayor miedo es que vuelva a ocurrir», añadió.

El jueves, finalmente, se restableció la conexión, según confirmaron residentes y las principales operadoras del país.

Rumores y caos en Kabul

En las calles, la gente se preguntaba en voz baja: «¿Qué ha pasado? ¿Por qué ocurre esto?». Algunos temían que el apagón se convirtiera en permanente. Circularon versiones de todo tipo: desde un ataque estadounidense a la base de Bagram, hasta un supuesto intento de golpe interno contra el líder supremo talibán, Hibatullah Akhundzada.

El 1 de octubre, coincidiendo con el inicio de mes, cientos de empleados abarrotaron los bancos para cobrar sus salarios. Sin internet, las entidades financieras quedaron colapsadas, lo que desató largas colas y desorden. Los rumores de que el propio Gobierno había ordenado el corte multiplicaron el pánico y muchos recordaron la caída de Kabu, en agosto de 2021, con la misma sensación de incertidumbre.

La falta de información paralizó bancos, vuelos y oficinas. «Hemos trabajado duro durante tres años, invirtiendo miles de millones de afganis, pero hoy, por el corte de internet, todas nuestras operaciones quedaron paralizadas. Decenas de empleados están ociosos y nuestras inversiones en riesgo, declaró a EFE Haji Habibullah Kundzi, director de una firma de servicios financieros.

En el aeropuerto de Kabul, los vuelos fueron suspendidos y decenas de pasajeros quedaron varados durante horas, exhaustos y angustiados, preguntándose sin respuesta qué estaba ocurriendo.

El recuerdo del miedo

Más allá del bloqueo de servicios, el apagón tuvo un fuerte efecto emocional. Saber, residente en Kabul, explicó a EFE que su madre se descompuso al no poder contactar con su hijo enfermo que viajaba a Pakistán. «Temíamos que lo hubieran arrestado», explicó.

En otro barrio de la capital, un joven irrumpió llorando en una mezquita: su padre había muerto y no había manera de avisar a su hermano en la provincia de Baghlan, a siete horas por carretera.

El apagón también recordó a muchos episodios oscuros del régimen. «Afganistán era como una prisión: todo estaba cerrado. Lo único que no podían quitarnos era el oxígeno», denunció Alia Alkozai, estudiante de medicina en línea.

Mujeres y jóvenes, los más golpeados

El corte resultó devastador para miles de mujeres que dependen de internet como única vía de estudio tras el veto talibán a la educación secundaria y universitaria. «Después de que destruyeran mis sueños de estudiar en la universidad, internet era mi vida. Estos tres días fueron como estar enterrada viva en una tumba», contó a EFE Taiba Mina, que sigue sus clases de medicina en plataformas digitales.

«Estos días fue como si alguien nos hubiera apretado la garganta y no pudiéramos hablar», resumió a EFE Noorzia Khroti, antigua estudiante de periodismo.

Una parálisis económica y mediática

La Cámara de Comercio e Industria de Afganistán confirmó a EFE que las exportaciones, importaciones, aduanas, banca y servicios sanitarios quedaron paralizados, provocando pérdidas de decenas de millones de dólares.

Empresarios como Anwar Atal, director de una consultoría, describieron el apagón como devastador. «Todo se detuvo. Sentí que no solo estaba desempleado, sino atrapado en un país donde nadie me escucharía», contó a EFE.

El apagón dejó a periodistas y medios aún más vulnerables a la censura. «Tenía reportajes listos, pero de pronto todo se apagó. Sentí que habíamos quedado fuera del mundo y temí por las familias que dependen de mi trabajo», relató a EFE Faisal Sultani, reportero de un canal internacional.

La poeta y activista Shafiqa Khpalwak escribió en la red social X: «No merecemos vivir así. El agua, la educación, el trabajo, internet son necesidades básicas y se nos priva de todo». Otra usuaria, Wahida, resumió: «Tres días sin internet… mi corazón todavía llora».

Aunque el servicio fue restablecido, la población sigue temiendo que los talibanes puedan repetir la medida en cualquier momento. «Lo peor es que lo presenten como algo temporal y se convierta en permanente, como pasó con las escuelas para niñas y los empleos de mujeres», advirtió Soba Jelani, una estudiante en línea.

Para los afganos, esos dos días de silencio fueron mucho más que un corte técnico. Cada llamada fallida y cada mensaje bloqueado recordaron su fragilidad. Internet, convertido en su último canal de libertad, mostró lo fácil que resulta apagar las pocas voces que aún resisten en el país. EFE

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