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En autobús para luchar contra el sida

Diego Benaglio, portero del Wolfsburg alemán y de la selección suiza de fútbol, se reunió con los jóvenes sudafricanos gracias al ‘fun bus’ a comienzos de año. swissinfo

En la provincia de Eastern Cape así como en el resto de Sudáfrica, el sida causa estragos. Decorado con los colores del próximo Mundial de Fútbol, el ‘fun bus’ (autobús de la diversión) va al encuentro de jóvenes escolares desfavorecidos de Port Elizabeth para sensibilizarlos acerca de este grave problema.

Entre los 1.006 alumnos de la escuela primaria Charles Duna, en el ‘township’ de New Brighton, hay 30 que son seropositivos. Hace dos años una epidemia de tuberculosis, enfermedad que ataca principalmente a las personas afectadas por el VIH-sida, causó “varios muertos entre los alumnos del establecimiento”, explica Suma Nombulelo, directora del centro.

Sudáfrica es uno de los países más afectados por la epidemia a escala mundial. Según las estadísticas oficiales, hay 5,7 millones de personas afectadas por el virus, lo que representa aproximadamente un 12% de la población total del país. La ONU, que sólo cuenta a los enfermos de entre 15 y 49 años, calcula un 18,1%.

Para Suma Nombulelo, mujer de impresionante energía, el sida no es más que una preocupación entre muchas otras. En este martes de febrero, la directora se ocupa de problemas más elementales. Debido a la baja presión, no queda ni una gota de agua potable en la escuela.

La prevención a través del deporte

Se han tenido que cerrar dos pabellones sanitarios de cada tres y los grifos exteriores están bajo permanente vigilancia de los profesores para evitar derroches. “Nos ocurre a menudo, pues el sistema de canalizaciones no ha cambiado desde 1995, el año que marca oficialmente el fin del sistema de educación segregada para negros y blancos. La municipalidad y el ministerio de Educación se atribuyen mutualmente la responsabilidad, pero no pasa nada”, explica Nombulelo.

Esta escasez de agua llega en mal momento, pues una buena parte de los alumnos de la escuela primaria Charles Duna sudan profusamente en el campo de juego adyacente al edificio central. Acompañados de una quincena de jóvenes voluntarios europeos llegados a bordo de un ‘fun bus’ (autobús de la diversión) que suscita la curiosidad en el ‘township’, los jóvenes de 5 a 14 años se aglutinan por docenas alrededor de un balón de fútbol, de rugby o de cricket, los tres deportes más populares del país.

En una esquina del terreno de juego, donde los guijarros abundan más que las briznas de hierba, Nwbane, Siwe y Ntosh, los tres empleados permanentes de Umzigisi, socio local de la ONG suiza Imbewu, ponen en práctica ejercicios destinados a fortalecer el espíritu de equipo y la estima personal de estos jóvenes carentes de referentes claros.

Ignorancia al más alto nivel

Tras el deporte, llega la hora de la prevención. Una vez todos los alumnos reunidos en el aula, Ntosh les interroga, primero en inglés y luego en el dialecto local, para que todos comprendan claramente el mensaje: “¿Cuánta gente está afectada por el sida en Sudáfrica?”.
Aparentemente, los alumnos han aprendido bien la lección de hace quince, pues casi todos responden al unísono: “1 de cada 8 personas”. Una media que es cierta a escala nacional, pero que está aún muy por debajo de la realidad social del ‘township’ de New Brighton.

Acto seguido, los jóvenes repiten varias veces (para que el mensaje sea bien asimilado) una palabra: “condón”. Este es el único medio eficaz para la prevención de la pandemia. Aunque los ejercicios prácticos sobre la correcta utilización del preservativo sólo están destinados a los chicos mayores de 14 años.

Es un mensaje elemental, pero muy difícil de hacer comprender en un país cuyo presidente, Jacob Zuma, es un notorio polígamo que recientemente ha avivado la polémica tras tener un nuevo hijo (el número 20) con la hija de uno de sus mejores amigos.

En 2006, cuando era director del comité nacional de lucha contra el sida, Zuma afirmó que tomaba “una ducha” tras mantener relaciones sexuales no protegidas. Según él, dicha práctica minimiza los riesgos de transmisión del virus.

Una voluntad clara

Jacob Zuma fue elegido presidente el año pasado para reemplazar en la jefatura del Estado a Thabo Mbeki (1999-2009). La ministra de Sanidad de éste proponía una alimentación rica en frutas y legumbres, en lugar utilizar antirretrovirales como terapia recomendada contra el sida.

Pero desde entonces, el nuevo presidente hizo pública su voluntad de luchar contra la pandemia que destruye Sudáfrica. A partir del mes de abril, todos los bebés menores de un año y portadores del virus recibirán tratamiento gratuito, y las mujeres embarazadas serán tratadas más pronto para prevenir toda posible transmisión del virus del sida al feto.

El objetivo del Gobierno es reducir a la mitad el número de nuevas contaminaciones antes de 2011. Pero a día de hoy, casi un millón de personas en Sudáfrica no tiene aún acceso a los antirretrovirales (ARV), medicamentos que por el momento sólo se proveen a pacientes cuyas defensas inmunitarias se han visto significativamente reducidas.
Aunque, por otro lado, la distribución de preservativos funciona bastante bien, según afirman los responsables de Umzingisi. Los esfuerzos realizados, principalmente por las ONG, se centran alrededor de los jóvenes. Esta es la generación que no ha sido moralmente dañada por más de cuatro décadas de ‘apartheid’.

Repitiendo machaconamente su mensaje en las escuelas menos favorecidas de la provincia, Nwbane, Siwe y Ntosh esperan lograr cambiar poco a poco las mentalidades. Pero la ignorancia, el consumo excesivo de alcohol y droga, la prostitución, la promiscuidad sexual y las violaciones generalizadas son reales obstáculos para conseguir una erradicación rápida de la enfermedad.

Enfrentada a un desempleo masivo (más del 70% en New Brighton) y con perspectivas socioeconómicas muy poco alentadoras, Sudáfrica tendrá sin duda muchas dificultades para lograr alcanzar estos objetivos.

Samuel Jaberg, Port Elizabeth, swissinfo.ch
(Traducción: Rodrigo Carrizo Couto)

El 43% de la población sudafricana vive con menos de 2 dólares diarios.

La tasa de desempleo es oficialmente del 24,5%. En realidad, supera el 40% de la población.

En 2009 se perdieron 260.000 empleos, sobre todo entre jóvenes negros que trabajaban en la economía sumergida. Hay 13 millones de sudafricanos que reciben asistencia social.

Desde 1995, el ingreso medio mensual de los negros ha aumentado un 37,3 %. El de los blancos un 83,5%.

Según el Banco Mundial, el 13% de la población sudafricana vive en condiciones propias del Primer Mundo, el 50% de un país en vías de desarrollo.

El 37% no tiene acceso ni a agua corriente ni a electricidad y el 25% de la población no llega a terminar los estudios primarios.

La esperanza de vida ha retrocedido en diez años, para situarse en 50. El 18,1% de la población de entre 15 y 49 años es seropositiva.

Situada en la costa sur del continente africano y llamada (con mucha razón) la ‘ciudad del viento’, Port Elizabeth, rebautizada Nelson Mandela Bay en 2005, es la quinta urbe más grande del país.

Tiene 1,3 millones de habitantes, de los cuales 800.000 viven en los ‘townships’ del noreste de la ciudad. Es allí donde negros y mestizos fueron trasladados durante los años de ‘apartheid’, el sistema de segregación racial.

Es una importante ciudad portuaria y capital sudafricana de la industria automotriz, que emplea a decenas de miles de personas. Golpeada de lleno por la crisis que afecta al automóvil, Port Elizabeth intenta diversificar su tejido económico. Y la ciudad apuesta sobre todo por el turismo.

Es una de las ciudades que acogerán el primer Mundial de Fútbol en suelo africano. El equipo de Suiza jugará contra Chile el 21 de junio. Se ha construido un nuevo estadio, el Nelson Mandela Bay Stadium, por un coste de más de 300 millones de francos suizos. Tiene una capacidad para 46.000 espectadores.

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