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En Bersheeba, el continuado ataque de Irán pilla por sorpresa a sus vecinos

María Traspaderne

Bersheeba (Israel), 24 jun (EFE).- Yair Margalit tiene desde hace quince años una heladería en Bersheeba, una tranquila ciudad del desierto israelí poblada por una amplia comunidad inmigrante y golpeada ya dos veces por los misiles de Irán. La última esta mañana, cuando, poco después de que Donald Trump anunciara un alto el fuego, disparó varias tandas en un lapso de tiempo tan largo que muchos, como Yair, salieron de los refugios.

La tienda de Yair, Mr. Gelatto, está completamente destruida. La persiana metálica se ha salido del carril. Dentro, el suelo es un reguero de cristales y objetos caídos. Las vitrinas aún lucen helados de distintos colores, ahora cubiertos por vidrios.

A unos 30 metros de allí, un edificio de seis plantas ha sufrido el impacto directo de un misil que deja a la vista las viviendas cubiertas de escombros. Los bomberos se afanan por retirarlos en busca de personas atrapadas y restos humanos en un ataque que ha dejado ya cuatro muertos. Es la primera vez que se registran fallecidos en Israel por misiles de Irán desde hace días.

Para Yair, de 52 años, el ataque pilló desprevenida a la gente en Bersheeba, una ciudad con amplia presencia de infraestructura militar, ya que hubo varias oleadas de misiles, con sus respectivas alarmas, y muchos vecinos salieron de los refugios cuando cayó el misil pasadas las cinco y media de la mañana, él entre ellos.

«Hoy ha pasado mucho tiempo entre la primera alarma, que te dice que debes estar preparado, y la verdadera alarma (antes de que cayera el misil). Suelen pasar unos diez minutos. Hoy ha pasado como una hora. Así que la mayoría pensó que no iba a sonar y se volvieron a dormir», explica.

«Cuántos heridos tenemos que aguantar?»

Según un informe preliminar del Ejército publicado por la prensa israelí, algunos fallecidos estaban en las habitaciones reforzadas (‘mamad’ en hebreo) que tienen todos los apartamentos israelíes de nueva construcción, pero no aguantaron el impacto directo del proyectil.

Yair dice que conocía a las familias afectadas, y que entre ellas hay mayores y jóvenes. «Creo que ya es hora de que en Israel y en todo el mundo la gente pueda vivir en paz y no en guerra», afirma a EFE.

Junto a la tienda de Yair está la de Shalib, un ultramarinos que lleva 20 años abierto y a quien esta mañana el ataque le pilló dentro. Enseña un vídeo de la cámara de seguridad en la que se le ve sentado sobre un paquete de botellas de agua, mirando el móvil, cuando todo salta por los aires. «Fue tan fuerte que creía que había sido en este edificio», dice.

Fuera, en la calle, un chico explica ante los micros de los periodistas que salió pasadas cinco de la mañana a comprar cigarrillos cuando escuchó las sirenas. A los diez segundos, cayó el misil.

«Escuché una sirena, escuché el grito de una mujer y luego escuché una gran explosión», dice casi a gritos, y lanza un mensaje al gobierno israelí: «Debe dejar de hacer lo que está haciendo y escuchar a los ciudadanos. ¿Viste a los heridos?. Yo los vi. ¿Cuántos heridos tenemos que aguantar?».

Sin palabras

Cerca del lugar del impacto, en un centro comunitario, los servicios de emergencias acondicionan un lugar para acoger a las familias de afectados y desplazados de sus casas. Los vecinos están acostumbrados a unas sirenas que suenan casi a diario en esta ciudad de unos 200.000 habitantes, donde ya hubo un hace cinco días que impactó en el hospital sin dejar víctimas.

Los voluntarios reparten agua y comida a los desplazados, les prestan ayuda psicológica y les ayudan con el alojamiento. Allí, un hombre que prefiere no dar su nombre se queja de que aún no oye bien por el efecto de la bomba, que explotó junto a su casa, antes de relatar una historia que le deja sin palabras.

Acudió, explica, al apartamento más dañado, donde vio a una mujer de unos 60 años muerta junto a su hija y al novio de ella, de unos 20 años los dos. El marido, relata, les miraba en ‘shock’. «Hice como que miraba si ella tenía pulso, pero sabía que estaba muerta», cuenta en un relato interrumpido al sentir llegar las lágrimas. EFE

mt-mgs/ig

(foto) (vídeo)

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