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Una vida inhumana

En estas condiciones vivía Nelly Ruckstuhl. swissinfo.ch

Dejaron Suiza con rumbo a Argentina en busca de un futuro mejor. Tuvieron que emigrar porque su patria no les daba de comer.

Algunos hicieron fortuna, pero muy pocos regresaron ricos. Muchos tuvieron una vida llena de privaciones y trabajo.

Sin agua corriente, luz eléctrica ni servicios higiénicos. Vajilla oxidada. Un colchón viejo tendido en el suelo para echarse a dormir.

La vestimenta – un eufemismo para definir lo que en Suiza se consideraría trapos – amontonada en una esquina.

Un suelo de tierra. Un techo de hojalata. No hay muebles.

No, no estamos hablando del Tercer o Cuarto Mundo, de Africa, India, Bangladesh, Nicaragua o Haití. Nos referimos a Buenos Aires, la capital de Argentina, un país considerado desarrollado.

Hermanos… olvidados

En esas condiciones inhumanas vive no un vagabundo, un alcohólico ni tampoco un drogadicto, sino una ciudadana suiza: Nelly Ruckstuhl.

Nacida en Sirnach, en el cantón de Turgovia, pero criada en Chavannes, en el cantón de Friburgo, Nelly tenía 14 años cuando en 1938 emigró a Argentina con su madre Rosa Wuren y su padrastro Georges Menetrey, agricultor.

Al igual que otros suizos emigrados en la época, su familia se estableció en la provincia de Misiones, en Campo Grande, cerca de Oberá, donde algunos de sus coetáneos todavía la recuerdan.

Un embarazo extraconyugal truncó sus sueños de un futuro mejor. Hace medio siglo el honor primaba sobre cualquier otra consideración.

Pedir ayuda

Durante varias décadas no se supo nada de Nelly Ruckstuhl, como si el inmenso país de adopción que eligieron su madre (que regresó a Suiza en 1963) y padrino se la hubiera tragado.

Un buen día, al inicio de la primavera de 1999, la embajada de Suiza en Buenos Aires recibió una carta escrita a mano.

Un rayo de esperanza

El destino quiso que Nelly se cruzara en su camino con Nicoletta Regazzi Pfeiffer, responsable de los servicios sociales de la sección consular de la embajada helvética en Buenos Aires. “Es un caso que me tomé muy a pecho, porque vivía en la miseria más absoluta.”

Era Nelly que, en un francés precario y con la dignidad que puede conservar una suiza de su generación, incluso cuando vive en la miseria más profunda, pedía si era “posible recibir una ayuda, incluso mínima, de mi país”.

Y antes aún de saber si se daría seguimiento a su carta, daba las gracias y escribía “le estaré muy agradecida”.

A sus 75 años, esta suiza de Argentina tiene que someterse a una intervención quirúrgica del hígado. Vive con su compañero Marciano Cáceres, que ha perdido la vista en un ojo, y tres hijos (Juan Claudio, Osvaldo y María Estele), todos ellos sin trabajo.

Ningún ingreso, ni siquiera una mísera pensión. Sobrevive gracias a los productos de un pequeño huerto y a la venta de trabajos de ganchillo.

Para tratar de entender el infierno cotidiano en el que vivió Nelly Ruckstuhl, swissinfo se trasladó a Presidente Derqui, localidad a menos de una hora en coche del centro de Buenos Aires. Un viaje que significa, no obstante, pasar del mundo civilizado a la barbarie.

Un salto atrás en el tiempo y en la sociedad: la Edad Media. Aterrizar en un lugar donde la presencia del Estado se limita a dos apáticos agentes de la gendarmería nacional con una metralleta en bandolera.

swissinfo pudo hacerse una imagen de la situación de penuria en la que vivió Nelly Ruckstuhl a través de la señora Esther. Una abuela de 79 años que no pide nada a nadie. Da gracias a Dios y logra compartir lo poco que tiene con quienes viven en condiciones peores que ella.

Una lección de vida, serenidad, fe y alegría de vivir para todos.

Ayuda de Suiza

Nelly Ruckstuhl pudo disfrutar poco tiempo de la asistencia consular. Esta hija de Suiza inmersa en la miseria de la así llamada Gran Buenos Aires costó a la Confederación Helvética – o mejor dicho a los contribuyentes – pocos miles de francos.

El coste para habilitar su casa fue de aproximadamente 2.500 francos, a los que se suman cerca de 100 francos mensuales por la asistencia que le fue asignada.

Nelly Ruckstuhl falleció de un ictus cerebral el pasado 2 de agosto. Tenía 78 años.

El último año de su dura vida volvió a encontrar la dignidad de un ser humano que Suiza se esfuerza por promover en el mundo y que, a veces, se olvida de ofrecer a sus propios hijos y a sus descendientes que viven fuera de las fronteras helvéticas.

Sergio Regazzoni, enviado especial de swissinfo a Argentina

La solicitud de ayuda por parte de Suiza se renueva anualmente
Una cuarentena de suizos en Argentina recibe asistencia
La ayuda asignada es de 120 francos mensuales en las ciudades (105 francos en la periferia) por persona.

Muchos suizos en Argentina viven en condiciones miserables.

Pueden solicitar ayuda a través del servicio social de la sección consular de la embajada suiza en Buenos Aires.

La historia de Nelly Rucksthul, que emigró a Argentina a la edad de 14 años, resume el calvario que viven muchos suizos olvidados o ignorados.

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