La transformación de la extrema derecha en un movimiento europeo
Durante mucho tiempo, los historiadores pasaron por alto el extremismo de derecha después de 1945. Sin embargo, ahora cada vez más investigaciones revelan cómo los ultraderechistas de distintos países se fueron articulando entre sí… y qué papel desempeñaron en ello los suizos.
Gonzague de Reynold fue una figura notable. Intentó convencer al dictador italiano Benito Mussolini de hacer su fascismo más católico.
El católico derechista De Reynold sostenía que la democracia, sin cristianismo, «conduciría inevitablemente a la forma de gobierno más inhumana». Según una biografía, era un «admirador ciego» del dictador portugués Salazar y esperaba que Europa se pareciera más a Portugal.
Gonzague de Reynold entre demócratas y antidemócratas
Mientras tanto, De Reynold desempeñó un papel clave en la llamada Defensa Espiritual de Suiza durante la década de 1930. Participó en la organización precursora de la UNESCOEnlace externo y asesoró a miembros del Gobierno suizo.
Hoy, Gonzague de Reynold ha caído en el olvido para gran parte de la población suiza, aunque todavía hay quienes lo recuerdan y lo citan. Entre ellos se encuentran conservadores de derecha; incluso clubes de luchaEnlace externo (Fight Clubs) de extrema derecha en la Suiza francófona recurren a sus ideas, mientras que blogs en FranciaEnlace externo lo reivindican como un «contrarrevolucionario» suizo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, De Reynold pudo mantener su doble papel como «constructor de puentes entre distintos ámbitos políticos», como lo expresa el historiador Damir Skenderovic, y permaneció hasta su muerte en 1970 como una figura reconocida.
Skenderovic ve a De Reynold de manera ambivalente. Para él, es un ejemplo de cómo en Suiza, incluso tras la Segunda Guerra Mundial, era posible actuar como puente entre el autoritarismo y la democracia sin que eso afectara la reputación de uno. En otras democracias europeas, en cambio, esa intermediación resultaba mucho más complicada justo después de 1945.
Historia al descuido de la derecha después de 1945
Durante tres décadas, Skenderovic se ha dedicado a estudiar la derecha reaccionaria y extremista, siendo al principio uno de los pocos investigadores en abordar el tema. «No solo en Suiza, sino también en Alemania, la historiografía se ha ocupado muy poco del extremismo de derecha posterior a 1945», apunta Skenderovic. De hecho, a los historiadores alemanes solo les llamó la atención en 2018, cuando en el «Deutscher Historikertag» aprobaron una resolución que alertaba sobre la amenaza que los movimientos populistas de derecha, como el partido AfD, representan para la democracia. «Se preguntaban: ¿dónde está la historia contemporánea? ¿Nos la hemos perdido?». Para Skenderovic, la respuesta está clara: durante mucho tiempo, la historia simplemente la había descuidado.
En cambio, en ciencias políticas y sociología ya existía desde hace tiempo una investigación amplia sobre la derecha radical y extrema.
Movimientos de derecha que se identifican como europeos
¿Cómo lograron los nacionalistas conectarse a nivel internacional? Hoy días, la pregunta resulta importante, ya que vivimos un contexto en el que los políticos de derecha radical muestran públicamente sus amistades internacionales y en el Parlamento Europeo opera más de una fracción de extrema derecha. «Es importante destacar que los activistas y movimientos de derecha actuales también se identifican positivamente como europeos», escribe la politóloga italiana Manuela Caiani en un artículo, en el que señala que los partidos de extrema derecha de Europa occidental ya intentaban coordinarse «desde mediados de la década de 1980», logrando mayor éxito con el tiempo.
El artículo académico comienza con una cita de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en la que hace campañaEnlace externo para el partido español de extrema derecha Vox: «Vuestro triunfo puede dar impulso a toda Europa».
Según Skenderovic, la historiografía muestra un claro déficit de atención en este tema. «Durante mucho tiempo, la historia ha visto 1945 principalmente como un punto de inflexión y se ha centrado en otros asuntos», señala. Sin embargo, aún queda mucho por explorar, como la forma en que las ideas de una generación mayor de ultraderechistas se transmitieron a las generaciones más jóvenes.
Skenderovic tiene algo en común con Gonzague de Reynold. Al igual que De Reynold, él es profesor en la Universidad de Friburgo. En esa misma universidad, Skenderovic organizó este otoño una conferencia sobre historia contemporánea titulada «Extreme Right Transnational». Allí, historiadores de toda Europa compararon sus investigaciones y buscaron puntos de conexión entre las biografías de ultraderechistas posteriores a 1945, que se están reconstruyendo.
El papel de los países neutrales en el extremismo de derecha
El papel de países neutrales como Suiza o Suecia ha sido significativo. Como se pudo escuchar en la ponencia de la historiadora Valérie Dubslaff, en estos estados era más fácil «continuar con la implicación nazi» después de 1945. Un primer ejemplo de ello fue la conferencia de Malmö en 1951, que desembocó en la creación del «Movimiento Social Europeo» (ESB), una «Internacional neonacionalista».
Allí también participó el suizo Gaston-Armand Amaudruz, quien, a través del Courrier du continent, se dirigía a toda Europa.
Aunque esta Internacional de extrema derecha permaneció pequeña, su estructura resultó especialmente interesante según se expuso en la conferencia. Incluso antes de que se constituyera la Comunidad del Carbón y del Acero, precursora de la actual Unión Europea, estos ultraderechistas habían creado una «Comisión Europea» y organizado un pequeño congreso. En estas reuniones promovían una perspectiva paneuropea y anticomunista, presentando la idea de Europa como una federación alternativa a la OTAN.
Pronto, Amaudruz y otros se separaron de la ESB formando un grupo aún más extremista. Las agrupaciones perdieron rápidamente relevancia, pero las conexiones internacionales seguían siendo notables. Así, Gamal Abdel Nasser, líder del panarabismo, recibió al activista de la ESB y nazi alemán Karl-Heinz Priester.
Gaston-Armand Amaudruz, negacionista del Holocausto
Suiza ofreció un marco legal a quienes, como Amaudruz, negaban el Holocausto. Hasta la introducción de la norma penal contra el racismo en 1995, ninguna ley prohibía la negación de la Shoá. En consecuencia, los libros que negaban el genocidio nazi de seis millones de judíos se difundían con frecuencia también a través de Suiza. Amaudruz, además, distribuía sus panfletos internacionalmente.
Los negacionistas del Holocausto que estuvieron activos en Europa entre las décadas de 1950 y 1990 alcanzaban con sus revistas, a menudo, apenas a unos cientos o unos pocos miles de personas. Sus redes transnacionales no constituyeron un fenómeno de masas.
Sin embargo, Skenderovic está convencido de que constituyen piezas relevantes del rompecabezas para comprender cómo las ideologías fascistas y otras de extrema derecha pudieron echar nuevas raíces después de 1945.
Otros elementos del puzle fueron el exilio y la diáspora, como mostró Manuel Miraneau en Friburgo con el ejemplo del empresario rumano Iosif Drăgan, quien se enriqueció en Italia tras la Segunda Guerra Mundial.
Para Skenderovic, el papel de la diáspora en la creación de redes extremistas de derecha después de la Segunda Guerra Mundial es un aspecto que requiere más investigación.
Antifeminismo como tema común para los ultraderechistas internacionales
Recientemente, señala Skenderovic, muchos jóvenes historiadores e historiadoras han comenzado a estudiar el extremismo de derecha posterior a 1945. Durante mucho tiempo, quienes se ocuparon de este tema fueron sobre todo hombres, «lo que también introdujo un cierto sesgo en la investigación». Hoy, muchas mujeres investigan las continuidades transnacionales en el antifeminismo y la oposición al aborto entre los movimientos de derecha internacionales. Poco a poco se va evidenciando la importancia de estos temas para las alianzas internacionales de la derecha radical y extrema, según Skenderovic.
Los nacionalistas tienen muchas diferencias cuando se reúnen a nivel internacional. Además de la visión patriarcal de la mujer, los une la migración extracomunitaria y la identidad propia diferenciada de la de otros. «Los ultraderechistas y nacionalistas han logrado solidarizarse más allá de las fronteras nacionales porque pudieron establecer la idea de Europa como un Occidente cultural –de manera diferente a lo que querían racistas explícitos como Amaudruz», explica Skenderovic. La investigación sobre hasta qué punto este pensamiento ha influido también en la historia de la integración europea desde los años 1950 está todavía en desarrollo.
¿Ideas de extrema derecha en la construcción europea?
«¿En qué medida ciertas ideas de extrema derecha han penetrado en la historia de la integración europea? Además, desde hace unos diez años existen estudios que muestran que algunos actores de la integración europea en los años 1950 tenían en cuenta el colonialismo. Se imaginaban que una Europa unida podría reforzar de nuevo su poder colonial en África», dice Skenderovic.
El derechista y católico de Friburgo, Gonzague de Reynold, ya tenía una perspectiva transnacional y promovía en Suiza la idea de una «Europa de patrias». Su ideal era el Sacro Imperio Romano Germánico y el Imperio Romano, según la biografía del historiador Aram Mattioli.
Algunos sectores del espectro de derecha se siguen inspirando en esos mismos referentes en 2025.
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Editiado por David Eugster. Adaptado del alemán por Carla Wolff.
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