Por qué Suiza asiste a la Asamblea Parlamentaria de la OTAN
Cuando se habla de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo primero que viene a la cabeza son drones y cumbres gubernamentales. Pero ¿qué es la Asamblea Parlamentaria de la OTAN y qué hace allí un país neutral como Suiza?
En junio, pocos días antes de que quienes lideran la OTAN se reunieran en La Haya para fijar un nuevo objetivo de gastar en defensa el 5 % del PIB, al otro lado de la frontera, en Bélgica, se llevó a cabo una reunión más discreta. En vez de cabezas de Estado, en Bruselas se reunieron parlamentarios. Y lo hicieron para celebrar el 70.º aniversario de una institución —relativamente desconocida— que actúa como contrapunto legislativo de la OTAN: la Asamblea Parlamentaria de la OTAN (AP de la OTAN).
La Asamblea —formalmente distinta de su hermana mayor, seis años más antigua— no tiene un papel decisivo en la toma de decisiones. Sirve más bien como plataforma para el diálogo y para que los parlamentos nacionales de la alianza establezcan la agenda. Para Mark Rutte, jefe de la OTAN, es la «voz de la democracia» de la alianza. Un órgano que abre sus reuniones (aunque sin derecho a voto) a observadores y socios, incluida Suiza, país neutral y no miembro de la OTAN.
Suiza, fuera del club
Desde hace más de 25 años —incluso antes de adherirse a las Naciones Unidas— Berna envía una delegación parlamentaria a las sesiones de la AP de la OTAN, que dos veces al año se celebran en Europa y América del Norte. Escuchan, discuten y debaten junto a cientos de responsables políticos. Todo ello mientras —en consonancia con la cautelosa postura de Suiza respecto a la OTAN— siguen siendo un tanto atípicos. «Está claro que no formamos parte del club», afirma la jefa de la delegación, Priska Seiler Graf.
Lea nuestro reportaje sobre la última reunión de la AP de la OTAN en Liubliana, capital de Eslovenia:
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Suiza pasa de puntillas por la Asamblea de la OTAN
Seiler Graf, miembro del Partido Socialista, da cuenta de dos formas en las que se manifiesta este «no ser miembro» de Suiza. Una es la falta de derecho a voto, lo que hace que el papel de Suiza sea bastante «pasivo». Y añade que así ha sido especialmente desde que Rusia atacó Ucrania. Antes del ataque, la AP de la OTAN dedicaba más tiempo a cuestiones «blandas» —como promocionar la paz— en las que Suiza podría haber tenido más que decir. En la agenda ahora ocupa un lugar destacado la disuasión militar —y el artículo 5 de la OTAN—.
La neutralidad suiza también puede generar confusión. En 2022, por ejemplo, se cuestionó la negativa del Gobierno helvético a permitir que armas fabricadas en Suiza pudieran reexportarse a Kiev. «Tuvimos que explicar qué es posible como país neutral y qué no», indica Seiler Graf. En general, a su delegación —que incluye cinco miembros del Parlamento de todo el espectro político— le toca aclarar los conceptos erróneos sobre «qué es Suiza y qué hace». A partir de 2027, cuando la Asamblea Parlamentaria de la OTAN se reorganice, el número de miembros del Parlamento en dicha asamblea pasará a tres.
El «agujero del donut»
Otra cuestión es que el mensaje llegue a calar. En los últimos años, Moscú ha acusado a Suiza de haber abandonado su neutralidad y numerosos comentarios de este tipo pueden encontrarse en internet. Algunos socios, por su parte, han criticado a Suiza por ser demasiado pasiva o por aprovecharse del paraguas de seguridad que ofrece Occidente. Un antiguo embajador de Estados Unidos en Berna calificó a Suiza como «el agujero del donut* de la OTAN». Más recientemente, un general neerlandés ha señaladoEnlace externo que las normas suizas sobre exportación de armas son «una mierda».
*Hace referencia a la frase «Mantén la vista en el donut y no en el agujero», que hizo célebre el cineasta David Lynch. Muchas veces, el agujero, un vacío que solo existe en relación con lo que lo rodea, es lo que atrae la mirada (N.del T.).
Seiler Graf, sin embargo, dice que en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN la confusión, en gran medida, ha desaparecido: la neutralidad «ya no es un problema». Para una mayoría de parlamentarios, Suiza es un «lugar estable, fiable y neutral en el centro de Europa», afirma. Su colega de delegación, Andrea Gmür, del Partido del Centro, coincide con ella. No hay «presión» para aumentar el gasto o unirse a la OTAN: aunque no tenga ni voz ni voto, Suiza es «acogida calurosamente», indicó Gmür en una entrevistaEnlace externo a principios de este año.
Escasa oposición
Participar en la AP de la OTAN no es un tema muy controvertido, incluso en Berna donde tanto la OTAN como la neutralidad son temas delicados. Mientras otras formas de cooperar con la OTAN —como el envío de soldados a misiones de mantenimiento de la paz— han suscitado debates, la AP de la OTAN pasa un tanto desapercibida. Para Mathias Zopfi, del Partido Verde, otro delegado suizo en la Asamblea, «mientras el papel de Suiza siga siendo más pasivo que activo» será así.
Pero ¿este perfil bajo es una señal de que la clase política suiza lo aprueba de manera tácita o es una señal de la irrelevancia de la AP de la OTAN? Un organismo relativamente desconocido en Suiza, incluso entre quienes legislan. Seiler Graf reconoce que, cuando habla de la AP de la OTAN a otras personas del Parlamento, la reacción suele ser de desconcierto.
Gorana Grgic, investigadora del Centro de Estudios de Seguridad (CSS) de Zúrich, afirma que es difícil evaluar el papel de la AP de la OTAN. «Influye en la configuración de los debates, pero no tiene mecanismos de ejecución», dice. Emite recomendaciones y resoluciones, pero las decisiones importantes, ya sean presupuestarias u operativas, solo las pueden tomar los líderes nacionales. La Asamblea es más bien un «espacio de debate e intercambio» y para «conectar a la OTAN con los públicos nacionales», señala.
Los esfuerzos por impulsar la democracia son un ejemplo de esta falta de influencia. En los últimos años y en repetidas ocasiones, la Asamblea ha exigido que se cree un «Centro para la Resiliencia Democrática», una oficina encargada de coordinar los distintos programas prodemocráticos de la OTAN. En la OTAN, a pesar de que se han hecho 18 peticiones, la idea sigue bloqueada porque Hungría se opone. Mientras tanto, el resurgimiento de la OTAN —debido a las tensiones con Rusia— brinda oportunidades y desafíos para la participación parlamentaria en la política de defensa. «En situaciones de crisis, la autoridad suele recaer en los [poderes] ejecutivos, ya que deben actuar con rapidez; en este caso, los órganos legislativos suelen deferir al ejecutivo o tienen dificultades para deliberar con rapidez», manifiesta Grgic. Oficialmente la AP de la OTAN solo se reúne dos veces al año.
Rechazo nacional
Aun así, los parlamentos nacionales obviamente tienen cierto poder sobre la política militar y la política de la OTAN.
El objetivo de gasto del 5 % anunciado en junio provocó, por ejemplo, una polémica interna en Eslovenia, que en octubre de 2025 acogió la sesión de la AP de la OTAN. Algo que podría haber acabado mal. Quienes no estaban de acuerdo —que decían que el primer ministro Robert Golob en La Haya se había extralimitado en sus funciones— propusieron un referéndum para reducir el objetivo de gasto al 3 %. Golob respondió con la amenaza de someter a votación popular la pertenencia del país a la OTAN. «O nos quedamos en la Alianza y pagamos la cuota de membresía, o nos vamos», declaró.
Al final, la situación se calmó y no habrá ningún referéndum al respecto. Pero «quedó claro que la política interna puede influir en la política de un país respecto a la OTAN y complicar el consenso de la alianza», indica Grgic.
Supervisión democrática
En general, hay grandes diferencias sobre cómo las democracias abordan la supervisión parlamentaria del ejército. Un estudioEnlace externo que el Centro de Ginebra para la Gobernanza del Sector de la Seguridad (DCAF) realizó en 2024 en colaboración con la Asamblea Parlamentaria de la OTAN ofrece una visión general de las diferencias entre los Estados miembros de la OTAN. Algunos países exigen que el Parlamento apruebe cualquier operación militar en el extranjero; en otros casos, el Gobierno solo tiene que «consultar» al Parlamento. También varía la cantidad de información que deben compartir con quienes legislan.
«Todo este ámbito es complicado, sobre todo por la necesidad de equilibrar la supervisión democrática con la seguridad nacional», apunta la coautora del informe, Kristina Vezon. Es posible que los parlamentos no tengan tiempo ni recursos o conocimientos para supervisar operaciones militares complejas. Además, no siempre tienen acceso a la información militar. «En algunos países, los legisladores automáticamente tienen el nivel más alto de control de seguridad; en otros, no», afirma Vezon.
La AP de la OTAN, por su parte, no está diseñada para actuar como un órgano de supervisión formal. Vezon la describe como una «plataforma de alto nivel». En sus reuniones, el tono es más bien de compartir buenas prácticas y escuchar las aportaciones de las personas expertas, entre ellas las del DCAF, creado en 1999 como parte de la contribución de Suiza al programa de la OTAN «Asociación para la Paz».
El caso suizo
¿Y cuál es la posición de Suiza en lo que respecta a la supervisión parlamentaria del ejército? El país no solo es neutral y no pertenece a la OTAN, sino que también tiene un sistema político característico, basado en un gobierno de coalición multipartidista; donde no existe una «oposición» parlamentaria, como tal. Las amplias herramientas de democracia directa también permiten que la ciudadanía vote sobre determinados ámbitos de la política exterior y de seguridad. Un claro ejemplo de ello es la iniciativa de consagrar en la Constitución una definición estricta de neutralidad.
Para Seiler Graf, estos controles significan que hay menos posibilidades de que el ejecutivo actúe por su cuenta en asuntos militares. «Si algo importante parece desviarse del curso, el Parlamento puede hacer algo al respecto», afirma.
Dentro del marco de la democracia directa suiza, incluso comprar nuevos aviones de combate es un reto. Pero —según Seiler Graf—, dado que el Gobierno sigue estando a cargo de gran parte de la política de seguridad y defensa, algunas de las personas que legislan desearían tener más poderes de supervisión. «Como miembros del Parlamento, no solo queremos que se nos consulte, queremos que se nos pregunte y poder votar».
Texto original editado por Benjamin von Wyl. Adaptado del inglés por Lupe Calvo. Revisado por Carla Wolff.
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