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Irán recuerda la vuelta de Jomeini 40 años después de la Revolución

El ayatolá Jomeini a su llegada al aeropuerto de Teherán el 1 de febrero de 1979 afp_tickers

«Fue hace 40 años, pero todavía me acuerdo de cuando escalé la verja de la universidad de Teherán para ver qué estaba pasando», cuenta Majid Heidarnik, profesor del centro teológico de Irán.

El 1 de febrero de 1979, él fue uno de los millones de iraníes congregados en las calles de la capital para intentar ver al venerado «imán», el ayatolá Jomeini, de vuelta al país después de 14 años de exilio.

Diez días antes, el sah Mohamed Reza Pahlavi huyó después de meses de protestas contra su régimen. El país pedía a gritos la vuelta de quien condujo la Revolución islámica y pronto pondría fin a 25 siglos de monarquía.

Heidarnik se dejó llevar por el fervor revolucionario y abandonó sus estudios de informática en la universidad para entrar en el seminario.

«Estábamos allí para ver a la única persona que se había atrevido a resistir y a protestar. Estábamos a punto de ver a nuestro líder en carne y hueso», explica a la AFP.

La excitación de la población era tan palpable como su ansiedad. Había dos interrogantes: ¿autorizarían el aterrizaje del avión en el que embarcó en París? ¿Sería blanco de disparos del ejército que todavía apoyaba oficialmente al sah?

Durante su visita anual al mausoleo del ayatolá Jomeini, en el sur de Teherán, Golberar Naghipur, un agricultor de 62 años, recuerda ese momento de nerviosismo.

«Llorábamos de alegría, pero también teníamos mucho miedo. El país todavía estaba bajo el control del régimen del sah», explica.

– «Visión revolucionaria» –

A su muerte, en junio de 1989, el ayatolá Jomeini fue enterrado cerca del cementerio Behecht-e Zahra, donde están inhumados muchos opositores al sah.

Su sepultura se encuentra actualmente en el centro de un conjunto de mezquitas, escuelas coránicas y bibliotecas, que alían arquitectura moderna y respeto de la tradición de las artes islámicas persas.

Casi 30 años después del funeral, el monumento acoge anualmente a millones de iraníes y se ha convertido en un lugar de peregrinación.

El cementerio Behecht-e Zahra fue su primer destino tras el aterrizaje del avión de Air France fletado especialmente para su regreso. Allí dio su primer discurso en el que llamó a poner fin a la monarquía. «Yo soy el que a partir de ahora designaré al gobierno», declaró.

Este religioso austero y carismático aunó una retórica de extrema izquierda (antioccidental, anticolonial e inspirada en la lucha de clases) y el culto a los santos mártires (venerados por los chiitas) para construir una visión revolucionaria del islam político.

Para algunos iraníes, como el profesor Heidarnik, esta visión de la República islámica sigue «en curso de construcción».

El 40º aniversario de la revolución se produce en un momento difícil.

La economía iraní ha recibido un duro golpe con el restablecimiento de las sanciones, después de que en mayo de 2018, por decisión de Donald Trump, Estados Unidos se retirara del acuerdo sobre la política nuclear iraní firmado en 2015. Y tiene problemas de gestión y de corrupción.

«Cuando el pueblo ve la subida del costo de la vida (los dirigentes) deberían darse cuenta de que todo el mundo sufre, que no debería haber diferencias (entre las clases). Algunas personas abogan por una práctica austera del islam y sin embargo viven como aristócratas», añade Heidarnik.

– Un modelo de altruismo –

A ojos de los peregrinos que visitan el mausoleo, lo que predomina es la imagen de un Jomeini altruista e incorruptible.

«El imán se sacrificó tanto por el país, no quería nada sólo para él», afirma Maryam Yazdan-nejad, un ama de casa de 57 años, que visita el lugar casi cada año.

Para el profesor Heidarnik, los verdaderos responsables de la situación actual son los enemigos de Irán, los que intentan alejar -dice- al país del islam. «Desgraciadamente algunas personas se infiltraron no sólo en la economía sino también en la educación y el sistema político», afirmó.

«Estuvimos bajo el poder de las monarquías durante 2.500 años. La revolución no tiene más que 40 años, si lo comparamos no es nada», matiza. «Si Dios lo quiere, terminaremos la República islámica».

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