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Jair Bolsonaro, un expresidente con alma de capitán

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Como político, proclamó su nostalgia de la dictadura. Como presidente, desafió las instituciones. Jair Bolsonaro, líder de la derecha y ultraderecha en Brasil, es juzgado ahora por intento de golpe de Estado.

Con 70 años y recién recuperado de una enésima cirugía en el abdomen debido a un atentado que sufrió en 2018, Bolsonaro clama su inocencia.

«La palabra ‘golpe’ nunca estuvo en mi diccionario», sostiene el excapitán del Ejército. 

Bolsonaro declarará esta semana ante la corte suprema acusado de conspirar para impedir la asunción del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, con quien perdió las elecciones en 2022. 

Se expone a una condena de unos 40 años de cárcel, lo que se suma a su inhabilitación política por desinformar sobre el sistema de votación en Brasil. 

Pero este líder por ahora sin sucesor claro en la derecha en las elecciones de 2026 no quiere oír ni hablar de tirar la toalla.

«Vamos a continuar la lucha», dijo en mayo en una manifestación en Brasilia, mientras sus seguidores lo vitoreaban gritando su apodo: «¡Mito, mito!».

– Política en familia –

Bolsonaro accedió al poder en 2019 reivindicándose como un «outsider», si bien llevaba casi tres décadas en política.

Nunca renegó de los años de plomo de la dictadura militar (1964-1985), cuyo «error fue torturar y no matar» a los disidentes, dijo antes de acceder a la presidencia.

Su discurso de sintaxis simple se mantuvo siempre beligerante y caracterizado por comentarios misóginos, racistas y homofóbicos.

Nacido el 21 de marzo de 1955 en el interior del estado de Sao Paulo, en una familia de origen italiano, Bolsonaro tuvo cinco hijos con tres mujeres diferentes.

Los cuatro primeros se lanzaron a la política. De la quinta, la única niña, Laura, dijo que la engendró en un momento de «debilidad». 

Junto a los varones y su actual esposa Michelle -una fiel evangélica 27 años menor que él, que se define católico- forma hoy un clan altamente activo, especialmente en las redes sociales. 

Después de una carrera militar marcada por episodios de insubordinación, Bolsonaro fue elegido diputado desde 1991. 

Poco visible en el parlamento, salió de la sombra después de la destitución en 2016 de la expresidenta Dilma Rousseff, heredera política de Lula. 

Sus diatribas contra la corrupción, la violencia, la crisis económica y la izquierda «podrida» sedujeron. 

Este populista, que se viste en público con pantalones cortos y la camiseta amarilla de la selección brasileña, se aseguró el apoyo de los poderosos lobbies del agronegocio y los evangélicos. 

Durante la campaña presidencial de 2018, sufrió un atentado con arma blanca en medio de una multitud, que le obliga a someterse recurrentemente a cirugías.

– 700.000 muertes por covid –

Si bien prometió «restablecer el orden» durante su investidura, su mandato estuvo marcado por crisis, a pesar de un balance económico más bien positivo. 

Considerada desastrosa por los expertos, su gestión de la pandemia de covid-19 dio lugar a intensos enfrentamientos con la corte suprema. 

Calificó de simple «gripecita» al virus que causó cerca de 700.000 muertes en Brasil, se opuso al confinamiento e ironizó sobre las vacunas que, según él, podían «transformar en cocodrilo». 

Climatoescéptico, permitió que la deforestación en la Amazonía se disparara durante su mandato. No dudó en insultar a líderes extranjeros, incluido el presidente francés Emmanuel Macron, y dejó aislado a Brasil en el escenario internacional.

En la segunda vuelta electoral de 2022, marcada por la desinformación, Bolsonaro perdió por un margen estrecho frente a Lula.

Se trasladó a Florida antes del fin de su mandato y antes de que el 8 de enero de 2023, miles de sus simpatizantes asaltaran las sedes de poder en Brasilia para pedir una intervención militar contra Lula.

Para la fiscalía que lo acusa de haber planeado sin éxito un golpe de Estado, estos disturbios fueron la «última esperanza» para aferrarse al poder. 

Aunque la más grave, esta no es la única investigación contra Bolsonaro, blanco de la justicia por supuestamente falsificar certificados anticovid o desviar joyas recibidas durante su presidencia.

Mientras el cerco judicial se estrecha cada vez más sobre el exmandatario, este afirma confiar en una carta: la «influencia» de su «amigo» Donald Trump.

El jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, afirmó en mayo que había una «gran posibilidad» de que Washington sancione al juez Alexandre de Moraes, a cargo del juicio por golpismo, por «persecución política» contra la derecha brasileña.

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