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Democracia suiza en el mundo: el discreto papel de su política exterior

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Un colegio electoral en Skopje durante las elecciones de 2024. Suiza apoya al Parlamento de Macedonia del Norte en cuestiones administrativas y jurídicas desde hace 15 años. Ognen Teofilovski / Reuters

Hace 25 años, Suiza asumió el compromiso de promover la democracia en el mundo. En 2025, ese objetivo se mantiene, aunque el panorama global se ha vuelto cada vez más autoritario.

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En 2010, la periodista Anne Applebaum cuestionó lo que calificó como un «argumento absurdo», que circulaba desde la invasión de Irak por parte de Estados Unidos. «El hecho de que Irak no se haya convertido de la noche a la mañana en la Suiza de Oriente Medio se usa como ejemplo para argumentar que la democracia no debería promoverse en absoluto», escribióEnlace externo en el Washington Post.

La comparación con Suiza era evidentemente exagerada; nadie esperaba en serio que una intervención militar estadounidense transformara Bagdad en Berna. Sin embargo, la referencia dejaba entrever una verdad reconocida: la imagen internacional de Suiza como un país rico, estable, multilingüe y profundamente democrático. ¿Y por qué no tomarla como modelo a seguir?

Buena gobernanza o cambio de gobiernos

Desde Suiza, rara vez se ha hecho alarde de este tipo de iniciativas. En 1999, como parte de una reforma constitucional más amplia, el país asumió el compromiso de promover la democracia en el extranjero (artículo 54Enlace externo). Incluso en ese momento, este nuevo mandato no generó demasiada controversia: ya formaba parte de los objetivos de la política exterior suiza en los años 90, y no generó mayor debate durante la votación popular que aprobó la reforma constitucional, la cual fue respaldada por el 59% del electorado.

Desde entonces, Suiza ha mantenido un enfoque pragmático. La mayoría de sus esfuerzos en favor de la democracia se enmarcan dentro de la cooperación al desarrollo: iniciativas como el apoyo a la construcción de paz en Colombia, la promoción de la educación financiera para mujeres en países árabes o la digitalización de la administración pública en UcraniaEnlace externo. Son proyectos que, según Daniel Bochsler, de la Universidad Centroeuropea, «están muy cerca de fomentar la democracia, aunque evitan usar ese término».

Cuando Suiza se involucra en acciones más claramente políticas, lo hace de forma discreta y a pequeña escala –por ejemplo, enseñando a estudiantes japonesesEnlace externo cómo funcionan las herramientas de democracia directa en su país.

Evaluar el éxito o el fracaso de estos esfuerzos es complicadoEnlace externo. La diplomacia, por su naturaleza, actúa con discreción, y proyectos como los destinados a combatir la corrupción rara vez provocan un cambio de régimen inmediato. Además, Suiza no está sola: es uno más entre varios actores internacionales que buscan, ya sea fortalecer la democracia en el mundo, o debilitarla.

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No es precisamente una gran exportación

Daniel Bochsler señala que hay varias razones por las cuales la democracia no se ha convertido en un producto de exportación suizo al nivel del chocolate o los relojes. Por otro lado, también explica por qué el Ministerio de Asuntos Exteriores ha sido cauteloso a la hora de promover el modelo suizo en el extranjero.

Una de las razones clásicas de esta prudencia es la duda sobre si el sistema suizo de democracia directa —con votaciones y referendos frecuentes— puede realmente aplicarse fuera de sus fronteras.

¿Y puede? En los últimos años, el auge del populismo y la desconfianza hacia las instituciones democráticas han llevado a varios países a explorar mecanismos de votación directa, y ocasionalmente ha surgido interés por el modelo suizoEnlace externo. Sin embargo, se trata de un equilibrio delicado. Muchos investigadores ven en la democracia directa una de las claves de la estabilidad política en Suiza. El temor es que, aplicada en contextos diferentes, pueda desestabilizar sistemas representativos.

Otro factor que explica la cautela suiza es su histórica neutralidad. Eso obliga a los responsables de la política exterior a moverse con pies de plomo, buscando siempre un equilibrio en la forma en que Suiza se posiciona en el panorama internacional, escribióEnlace externo en 2023 el diplomático suizo Simon Geissbühler.

Geissbühler también señalaba que la idea misma de promover la democracia quedó «contaminada» tras las intervenciones militares de finales de los años 90 y principios de los 2000, lo que alimentó muchas de las reticencias que también mencionaba la historiadora Anne Applebaum.

A todo eso se suma un hecho práctico: la influencia de Suiza es limitada frente a las grandes potencias, tanto en lo diplomático como en lo financiero. En 2024 destinó 250 millones de francos suizos (unos 305 millones de dólares) a proyectos de democracia y gobernanza. Estados Unidos, en comparación, invierte cerca de 3.000 millones de dólares al año.

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Los recortes de la Administración Trump a la Agencia de EE. UU. para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) tendrán un gran impacto en el apoyo a la democracia, así como en la salud global y el desarrollo. Afp Or Licensors

Tiempos de cambio

En 2025, muchos de estos obstáculos parecen aún mayores. La democracia ha ido perdiendo terreno frente a la autocracia en todo el mundo, mientras que el respaldo de sus aliados tradicionales es cada vez más incierto.

En febrero de 2025, Donald Trump decidió recortar prácticamente toda la financiación anualEnlace externo de Estados Unidos para la democracia mundial. Otros donantes, como los Países Bajos y el Reino Unido, también están recortando su ayuda, al igual que la propia Suiza.

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swissinfo.ch/kr

Al mismo tiempo, desde la invasión rusa a Ucrania, el país ha entrado en un intenso debate interno sobre cómo adaptar su política de neutralidad frente a la nueva realidad geopolítica.

A pesar de todos estos desafíos, Suiza ha comenzado —al menos en el plano discursivo— a adoptar una postura más abiertamente política en torno a la democracia. En su estrategia de política exterior 2024–2027, el país colocó la promoción democrática como una prioridad clave y afirmó que debía «afinar su perfil» en este ámbito.

En mayo de 2025, en plena oleada de recortes llevados a cabo por Donald Trump, el gobierno suizo publicó por primera vez unas ‘directrices sobre la democraciaEnlace externo‘: un documento estratégico en el que define cómo pretende contribuir a la «protección del mundo democrático».

Ariadna Pop, responsable del área de democracia en el Ministerio de Asuntos Exteriores, explica que estas directrices buscan, entre otras cosas, «aclarar lo que Suiza ya viene haciendo, y al mismo tiempo desarrollar algunas herramientas nuevas».

El documento divide el trabajo en dos grandes frentes: por un lado, la diplomacia (diálogo político y multilateral para respaldar los valores democráticos) y, por otro, la construcción y fortalecimiento institucional, un terreno en el que Suiza lleva años involucrada a través de su cooperación internacional.

Retrocesos democráticos y nuevas prioridades

Ariadna Pop señala que las nuevas directrices también responden a un contexto internacional distinto. «Hace 25 años, el objetivo era ayudar a los países autoritarios a transitar hacia la democracia», explica. «Hoy se trata más bien de proteger lo que ya existe». En términos técnicos, eso significa centrarse en evitar el retroceso democrático —es decir, el deterioro progresivo de las normas en democracias ya consolidadas.

El enfoque, por tanto, es menos ambicioso, pero más preciso. Las autocracias cerradas ya no están en el centro de la estrategia. «No tiene mucho sentido ayudar a organizar elecciones donde se sabe de antemano quién va a ganar», dice Pop. En cambio, Suiza apostará por un trabajo más político, dirigido a un grupo más reducido de países.

Por ejemplo, en varios Estados de Europa del Este, el gobierno suizo colabora para contrarrestar los discursos negativos sobre el poder judicial y mejorar la forma en que este comunica su labor. En Costa Rica —una democracia liberal estableEnlace externo— jóvenes líderes políticos reciben formación dirigida por Suiza sobre normas democráticas y liderazgo.

Las directrices también mencionan la creación de unos equipos de intervención rápida, conocidos como Rapid Action Teams: especialistas suizos que podrían asistir a un país en procesos de reforma constitucional o en la organización de un referéndum. Eso sí, como subraya Pop, «solo si el país lo solicita expresamente».

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Un tablero global en transformación

Queda por ver si este nuevo enfoque tendrá un impacto real. Hasta ahora, los ‘Rapid Action Teams’ aún no han sido desplegados en ninguna misión.

Tampoco se ha resuelto el dilema de fondo: si continuar —o no— brindando apoyo a nivel de desarrollo en regímenes dictatoriales. Y siguen abiertas las decisiones clave sobre dónde concentrar unos recursos que, aunque bien dirigidos, son limitados.

Por otro lado, aunque la reducción del apoyo estadounidense no ha provocado la cancelación directa de ningún proyecto suizo, según especialistas, ha sacudido profundamente todo el campo de la promoción democrática.

Hasta hace poco, Suiza se había consolidado como un socio cercano de los esfuerzos liderados por Estados Unidos. Sin embargo, ahora resulta más difícil desarrollar alianzas entre los países que aún buscan fomentar la democracia, explica Julia Leininger, del Instituto Alemán de Desarrollo y Sostenibilidad (IDOS).

«Todavía hay intentos de formar coaliciones, pero son cada vez más pequeñas, mientras que las alianzas autoritarias crecen y ganan legitimidad», advierte Leininger.

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El expresidente estadounidense Joe Biden se dirige a los líderes mundiales en la Cumbre para la Democracia de 2023, liderada por Estados Unidos. Copyright 2023 The Associated Press. All Rights Reserved.

Una posible alternativa para liderar la promoción democrática podría ser la Unión Europea y sus Estados miembros. Sin embargo, Julia Leininger advierte que no podrán cubrir el vacío financiero dejado por Estados Unidos. No obstante, el programa ‘Team Europe Democracy’, creado en 2021 y que reúne el trabajo conjunto de 14 países europeos y diversas fundaciones, es «un buen ejemplo de cómo combinar la acción a nivel operativo con una visión estratégica», señala Leininger. Suiza también participa en esta iniciativa, aunque solo como país observador.

Voces más allá de Occidente

En los próximos años, según Ariadna Pop, la intención es ampliar el apoyo a la democracia más allá del modelo clásico liderado por Occidente, incorporando más voces de fuera de los centros tradicionales de poder. La actual incertidumbre, opina, podría ser una oportunidad para lograrlo.

Leininger apunta que algunos países, de hecho, ven con alivio el fin del apoyo estadounidense a la democracia en sus regiones. Sin embargo, considera que una reorientación global enfrenta varios obstáculos. En el pasado, las esperanzas europeas de que potencias democráticas regionales como Brasil o India asumieran un papel destacado en la promoción mundial de la democracia no se han cumplido. «Resultó que estas potencias regionales han intentado mantener una postura neutral en su política exterior», explica. India, por ejemplo, ahora es considerada una «autocracia electoral», añade.

Al mismo tiempo, ampliar el campo de acción plantea cuestiones sobre qué es la democracia en sí misma y cuál debería ser el núcleo de su promoción. En términos generales, Leininger cree que el debate actual no es simplemente democracia contra autocracia, sino más bien «quién tiene la autoridad para interpretar qué es realmente la democracia».

Editado por Benjamin von Wyl. Adaptado del inglés por Carla Wolff.

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