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La dualidad del sistema penitenciario de Bélgica: cárceles cerradas y celdas hacinadas

Miguel Salvatierra

Bruselas, 26 dic (EFE).- El sistema penitenciario belga presenta desde hace años una dualidad que ha despertado críticas sobre su efectividad y funcionamiento: mientras en las celdas los presos se hacinan existen cárceles completamente vacías cuyo desuso las ha dejado prácticamente inhabitables y en estado de ruina.

Es el caso de la cárcel de Forest, en el céntrico barrio de Saint Gilles, en Bruselas, que desde su cierre en 2022 se presenta como el escenario de una película de terror después de que la naturaleza se haya abierto paso por patios y pasillos, poblados de vegetación y de palomas que han hecho suyas las pequeñas celdas, gabinetes y estancias.

Ahora, de cara a mostrar este problema que sufre el sistema penitenciario de Bélgica, la ONG 9m2 (nueve metros cuadrados, el tamaño de las celdas) quiere adecentar algunas de sus instalaciones para crear un espacio que conciencie sobre lo que supone para presos estar encerrados y cómo afecta a su reinserción y al desarrollo de sus vidas.

«Queremos tener actividades, actividades culturales, educativas, sobre el sistema penitenciario y la privación de libertad», cuenta a EFE Manuel Lambert, asesor jurídico especializado en derechos humanos y miembro de esa asociación.

En ruinas

Esta prisión entró en servicio en 1910 y se mantuvo con presos en su interior hasta 2022, cuando cerró debido al mal estado de su estructura, que no se ha cuidado desde entonces y que en la actualidad mantiene transitable solo una de sus cuatro alas debido al riesgo de desprendimientos que presentan las otras tres.

A pesar de que se mantuvo en funcionamiento hasta hace poco, las celdas de su módulo más antiguo, el que fuera de mujeres, no tienen urinario. Los presos hacían sus necesidades en cubos que aún se mantienen en los cubículos y que tenían que depositar en una sala con sumideros donde todavía hoy se puede notar parte del olor de los excrementos.

«Obviamente, un lugar como este no es un lugar que conducirá a un mejor comportamiento», reflexiona.

También se mantienen colgados en los tablones carteles informativos. En uno de ellos se anuncian clases de español o de francés para internos, en otro la apertura del economato y tablas con los horarios en su día a día en la prisión.

En la actualidad, dos de sus espacios situados en la antigua recepción de la cárcel -uno de los que están mejor conservados y un edificio neorrenacentista flamenco protegido por su valor histórico- se han convertido en viviendas que pertenecen a la Región de Bruselas.

Cárceles saturadas

Sin embargo, y según los últimos datos disponibles, correspondientes a finales del mes de julio de este año, Bélgica cuenta con 13.061 reclusos para 11.040 plazas. En algunas de las celdas se amontonan «entre tres y cuatro presos, algunos de ellos tienen que dormir con un colchón en el suelo», asevera Lambert.

A tan solo tres metros de distancia de la cárcel de Forest, cruzando la carretera, se encuentra la prisión de Saint Gilles, un centro dos veces más grande que también está saturado.

Los gritos de los internos que disfrutan de su hora de patio se escuchan perfectamente desde los patios vacíos de Forest, lo que representa, según la organización, el fracaso de un sistema basado en el castigo y no en la reinserción en la que se deja de lado «la dignidad humana de la persona».

«Nos gustaría tener la oportunidad de llevar a la gente dentro de la prisión, porque hay un montón de fantasías sobre el sistema carcelario acerca de los detenidos, y por lo tanto queremos traer a la gente para pensar en lo que el castigo hace a las personas y a la sociedad», explica Lambert.

‘9m2’ denuncia además la falta de trabajadores sociales y de psiquiatras en los centros, así como la excesiva cantidad de presos preventivos que aguardan entre rejas sus juicios. Esto, junto a la existencia de lo que consideran unas penas demasiado altas para algunos cargos como robos o hurtos, asfixian un sistema para ellos muerto.

«El problema no es con la delincuencia o la criminalidad, porque es estable. Está en la construcción de nuevas prisiones y el hecho de que los jueces están sentenciando demasiado a menudo y con sentencias demasiado largas», asegura Lambert.

En 2024, las cárceles de Dendermonde, en el norte del país, y la de Ypres, en el noreste, reabrieron después de su cierre en 2022 y 2023 debido a una sobresaturación que será uno de los retos a los que se tendrá que enfrentar el Ejecutivo belga en el año 2026. EFE

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