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Las claves de la fulminante destitución de la presidenta peruana Dina Boluarte

Lima, 10 oct (EFE).- La presidenta de Perú, Dina Boluarte fue destituida este jueves de manera fulminante sin que nadie lo pudiese prever al comenzar el día, ya que hasta entonces ningún partido había manifestado su intención de sacarla del poder, tras casi tres años en el cargo sostenida por un grupo de fuerzas conservadoras que controlan el Congreso (Parlamento).

Todo hacía indicar que Boluarte terminaría el mandato hasta las elecciones generales de 2026 gracias a la afinidad que había conseguido con los partidos al mando del Congreso, pero ese idilio se rompió de forma abrupta a medida que se acercaban los comicios y las fuerzas que la respaldaban prefirieron que no les contagiase su enorme impopularidad.

1.- Presidenta sin autonomía

Boluarte asumió la Presidencia de Perú en diciembre de 2022 para suceder al izquierdista Pedro Castillo (2021-2022), después del fallido intento de autogolpe de Estado protagonizado por el izquierdista gobernante para intentar evitar una eventual destitución del mismo Congreso, tras salir a la luz numerosos indicios de presunta corrupción en su administración.

Desde ese momento, Boluarte, que había llegado al Gobierno bajo la bandera de un proyecto de izquierda radical encabezado por Castillo, decidió aliarse con las fuerzas de derecha que controlan el Legislativo peruano y que habían presionado férreamente a Castillo en su mandato.

Así, en lugar de convocar nuevas elecciones como pedían las masivas protestas que se sucedieron durante los meses siguientes a la detención y encarcelamiento de Castillo, y que fueron duramente reprimidas con más de 50 muertos, Boluarte anunció su intención de completar el mandato hasta el 28 de julio de 2026. Con el apoyo de estos partidos salvó seis mociones previas para ser destituida.

2.- Una aceptación casi nula

A medida que se acercaban las elecciones de 2026, la enorme impopularidad de Boluarte comenzó a ser un lastre para los partidos que la respaldaban y que poco a poco comenzaron a criticarla por su gestión y, en algunos momentos, a volverse momentáneamente oposición para luego volver su posición inicial de respaldo a la gobernante.

Y es que desde hace tiempo Boluarte apenas cuenta con una aceptación del 3 % dentro de la población peruana, mientras que el Congreso apenas supera el 5 %, al ser percibidos ambos poderes como una clase política mercantilista interesada en gobernar y legislar para ellos mismos, y alejada de los intereses de la población.

Los más de 50 muertos en las protestas por la detención y encarcelamiento de Castillo esfumaron toda popularidad que pudiese tener una política que hasta las elecciones de 2021 su carrera política se basaba en haber sido candidata a alcaldesa de su municipio.

3.- Muertes y múltiples investigaciones abiertas

A ello se sumaron las numerosas investigaciones abiertas contra ella por la Fiscalía, por sonados casos como el ‘Rolexgate’, al supuestamente haber recibido relojes de lujo y otros suntuosos regalos a cambio de favores, así como por no haber informado de su temporal incapacidad al someterse a una serie de cirugías estéticas y falsificar su firma durante el tiempo que estaba convaleciente.

Pese a las múltiples investigaciones, las fuerzas que dominan el Congreso siempre la protegieron de las denuncias de la Fiscalía e incluso el Tribunal Constitucional llegó a sacar una polémica sentencia que limita las posibilidades del Ministerio Público de investigar a la jefa de Estado.

4.- Elecciones y crisis de inseguridad

Todo parecía indicar que el pacto entre Boluarte y fuerzas como el fujimorismo continuaría hasta las elecciones de 2026, pero los partidos que la sostenían en la Presidencia prescindieron de ella para tratar de buscar algo de popularidad en medio de un Congreso desprestigiado que apenas alcanza un 5 % de aceptación entre peruanos.

El detonante que motivó a activar el proceso de destitución de Boluarte fue la escalada de criminalidad a nivel nacional y las nuevas protestas registradas en las últimas semanas en el centro de la capital Lima lideradas por la denominada ‘Generación Z’, así como un masivo para de autobuses de transporte urbano que el lunes paralizó la capital ante una ola de extorsiones y asesinatos de conductores. EFE

fgg/alf

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