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PBI resguarda a sacerdote mexicano amenazado

El uso de la fuerza pública, ¿solución a las reivindicaciones sociales? swissinfo.ch

Cuando el padre Uvi llegó a Santo Domingo, el cacique lo controlaba todo: la riqueza y la pobreza de la gente. Su pasado y su futuro. Poseía la sola tienda de la región y compraba y vendía a precios que él fijaba. Ponía y quitaba a los alcaldes. Prestaba a rédito y se cobraba con las tierras de los deudores.

“¡Esta no es vida para la gente!”, se dijo el párroco y comenzó a cambiar las cosas. Hoy está amenazado de muerte. Las PBI Suiza velan por su integridad.

Francisco Wilfrido Myrén Peláez vino a Suiza para participar en los festejos de las Brigadas Internacionales de Paz (PBI), cuya fundación tuvo lugar hace 30 años.

Para celebrarlo, sus miembros organizaron sendas conferencias en las que reunieron a defensores de los derechos humanos de diversas partes del mundo. El sacerdote mexicano, uno de ellos.

En Zúrich como en Oaxaca

Myrén Peláez, el padre Uvi, habla a su público en Zúrich como seguramente lo hará a sus parroquianos desde su púlpito en el sureño estado mexicano de Oaxaca, con elocuencia, sin el menor asomo de dramatismo, incluso con humor, a pesar de lo trágico de su relato. “¿Que si tenemos miedo? ¡Pues sí, pero nos lo aguantamos!”

A poco de instalarse en Santo Domingo Teojomulco, Sierra Sur de Oaxaca, el prelado comenzó a organizar a la gente para que pudiera liberarse del yugo del cacique. Con su concurso, los lugareños crearon cooperativas comerciales que lograron exportar sus productos a Alemania y los campesinos ganaron hasta cuatro veces más. Además, establecieron ‘cajas populares’, suerte de pequeñas instituciones bancarias que prestaban sin usura.

También bajo la égida pastoral, las mujeres pudieron participar en la asamblea, que es el órgano de decisión de las comunidades. Como si fuera poco, ya organizados y fortalecidos, los oaxaqueños comenzaron a reclamar su derecho a la tierra y otros derechos, incluido el de justicia.

Para recoger sus reivindicaciones, el padre Uvi  impulsó la creación del Centro Regional de Derechos Humanos Bartolomé Carrasco Briseño, que abrió sus puertas en 1992.

Siguió la lucha, y ya mejor estructurada, en defensa de la dignidad humana.

¿Gracia…? ¡Ni divina!

Por supuesto, ni al cacique ni a sus autoridades les hizo gracia (ni aunque fuera divina) la presencia y la actividad del cura. Ya para entonces el comandante Marcos se había levantado en Chiapas (diciembre de 1994) y a Justino Díaz, el otrora dueño de todo, se le hizo fácil acusar al Padre Uvi de “comandante zapatista”.

El religioso relata a su auditorio en Zúrich que durante 15 días las tropas del ejército efectuaron operaciones de rastrillaje en las inmediaciones de la parroquia. Luego, un día, al término de la misa, dos oficiales lo interpelaron en la sacristía, mientras los soldados rodeaban el curato.

“’¿Dónde están los campos de entrenamiento?’, me preguntaron. Aquí en la galera y en la iglesia, les respondí. ‘Sabemos que tienes armas de alto poder, ¿dónde están?’, volvieron a preguntar. Aquí, les dije, y les mostré una Biblia, la Declaración de los Derechos Humanos y la Constitución Mexicana”.

Con ese arsenal, Francisco Wilfrido Mayrén Peláez siguió su lucha, en favor de sus parroquianos, pero no sólo…

PBI, ángeles guardianes

Merced a su intervención, las comunidades de Teojomulco y San Lorenzo Texmelucan, enfrentadas durante 80años por un conflicto agrario que dejó más de 400 muertos, lograron un acuerdo.

En 2010, y a invitación de los parlamentarios, habló ante el Congreso local y pidió el establecimiento de una comisión de justicia y verdad que investigara y castigara los crímenes cometidos en 2006. En ese entonces, un movimiento de protesta magisterial, al que se unieron diversos sectores sociales, fue reprimido con el uso de las fuerzas de seguridad. “26 personas fueron asesinadas”, recordó el prelado.   

Las denuncias del padre Uvi atizaron el encono de sus perseguidores. Amenazas de toda suerte y por todos los medios: llamadas telefónicas, mensajes electrónicos a él, a sus colaboradores y hasta a los fieles de su parroquia. Un día incluso le dispararon, pero afortunadamente salió ileso. Amnistía Internacional le brindó protección entonces al dar a conocer su situación y ahora lo acompañan también las PBI.

“Son como nuestros guardaespaldas de la paz. Sin estas organizaciones muchos de nosotros estaríamos presos o habríamos sido asesinados”, subraya el sacerdote en referencia a las personas que como él, se afanan en la defensa de los derechos humanos.

“¿Que si tenemos miedo? ¡Pues sí, pero nos lo aguantamos!”

Desde octubre de 2010, PBI acompaña en Oaxaca al Centro Regional de Derechos Humanos Bartolomé Carrasco Briseño  (Barca-DH), cuyos integrantes han sido víctimas de graves ataques y campañas de difamación por su trabajo en defensa de los derechos humanos.

 

El Centro Regional de Derechos Humanos Bartolomé Carrasco Briseño AC (Barca-DH) es una ONG de derechos humanos que nace en 1992 como parte de los procesos organizativos de las comunidades de base de la iglesia católica de Oaxaca.

Barca-DH surge como reacción ante los asesinatos y otros actos violentos que sufre la población del estado que, al no ser enjuiciados, permanecen en la impunidad. Desde el inicio de su trabajo, sus miembros han denunciado hostigamientos, vigilancias, amenazas, campañas de difamación así como ataques directos y montajes judiciales, debido a sus actividades de promoción,

defensa y educación en derechos humanos.

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