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Los pequeños Estados insulares llevan el cambio climático al Consejo de Derechos Humanos

Foto de Malé, capital de las Maldivas
El cambio climático y la subida del nivel del mar amenazan la existencia de las Maldivas, una nación insular cercana al nivel del mar. Keystone/Tobias Friedrich

Participar en el Consejo de Derechos Humanos supone todo un reto para los pequeños Estados insulares con modestas misiones diplomáticas en Ginebra. Pero es probable que sin su aportación el cambio climático no ocupara un lugar destacado en la agenda de este organismo de la ONU.    

“Vine aquí sin nada. No tenía oficina, ni cuenta bancaria, ni casa, ni colegas, ni coche. No conocía a nadie”, recuerda Doreen DeBrum, embajadora de las Islas Marshall ante las Naciones Unidas en Ginebra. En 2019 la diplomática dejó su país de origen —un grupo de islas en el Pacífico con una población de 42.000 personas— para instalarse en la segunda ciudad más grande de Suiza —a 13.000 km de su casa— y establecer allí una nueva misión diplomática.

“Nuestras principales prioridades eran el cambio climático y nuestra herencia nuclear”, explica Doreen DeBrum, cuyo objetivo era lograr que las Islas Marshall tuvieran un puesto en el Consejo de Derechos Humanos. Sus 47 miembros se ocupan de las violaciones de los derechos humanos en todo el mundo. Cualquiera de los 193 Estados miembros de la ONU puede presentarse como candidato a las elecciones del Consejo —en teoría—. Una vez elegido, cada país tiene un voto.  

Aunque —en la realidad— a los Estados más pequeños y pobres les resulta mucho más difícil acceder. Pues tienen que poder asumir el coste de abrir una misión diplomática en Ginebra: una de las ciudades más caras del mundo. Una vez allí, sigue siendo difícil seguir el ritmo del sobrecargado programa del Consejo con un personal limitado.   

En la actualidad, más de un tercio de los 39 pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) no tiene representación permanente en Ginebra. Pero, sin embargo, el Consejo de Derechos Humanos —principal órgano de derechos humanos de la ONU— es de gran importancia para estos países. Y es que allí es donde pueden lograr que la comunidad internacional aborde cómo el cambio climático amenaza su propia existencia.

Collage de varios mapas con islas
Estos son los pequeños Estados insulares en desarrollo que tienen misión diplomática en Ginebra. swissinfo.ch

Y aunque las decisiones del Consejo no son vinculantes, los Estados sienten cierta presión para tenerlas en cuenta. Unas decisiones (no vinculantes) que también dan peso a las organizaciones de derechos humanos.

“Si estos países no tienen voto, si en la actualidad un tercio de ellos no puede estar presente, realmente significa que las decisiones que se toman no se corresponden con el principio de ‘un país, un voto’, porque un determinado grupo queda excluido”, afirma Eric Richardson, director de INHR, una ONG con sede en Ginebra que ayuda a los pequeños Estados insulares en desarrollo y a los países menos desarrollados (PMA, por sus siglas en francés) a participar en el Consejo de Derechos Humanos. “Esto quiere decir que ciertos puntos de vista probablemente están infrarrepresentados. Y esto es una pena”, añade.

Debatir sobre el cambio climático

“Nuestro punto de vista es tan importante como el de los demás”, dice Doreen DeBrum. Cuatro años después de llegar a Ginebra, la embajadora de las Islas Marshall ya ha completado con éxito un mandato de dos años en el Consejo de Derechos Humanos. Ahora dirige un equipo que ha crecido hasta incluir a otro diplomático, una asistente administrativa y dos personas becarias.  

Si en el Consejo de Derechos Humanos en los últimos años el cambio climático se ha convertido en un tema de debate recurrente, en gran medida, ha sido gracias a la labor pionera de los pequeños Estados insulares. 

“Como país insular cercano al nivel del mar, Maldivas será uno de los primeros en enfrentarse de una manera desproporcionada a los efectos del cambio climático”, afirma Asim Ahmed, embajador de Maldivas en Ginebra. Este pequeño Estado archipiélago, en 2008, en el Consejo inició el primer debate sobre cómo el cambio climático amenaza la vida de las personas más expuestas a sus consecuencias.   

“Nunca se había hablado de este vínculo con tanto detalle. Llamamos la atención sobre el problema. Desde entonces, hemos seguido utilizando el Consejo como una plataforma para concienciar sobre los vínculos entre los derechos humanos y el medioambiente” explica.

En 2021, estos esfuerzos dieron sus frutos y el Consejo de Derechos Humanos adoptó una resolución —liderada por Maldivas y apoyada, entre otros, por Suiza— en la que se reconocía el “derecho a un medioambiente limpio, sano y sostenible”. Ese mismo año, las Islas Marshall presentaron con éxito una resolución para nombrar un relator especial sobre el cambio climático: una persona experta independiente encargada de informar sobre el impacto que el calentamiento global tiene en los derechos humanos.

En 2022, el Estado insular del Pacífico logró aprobar otra resolución en la que solicitaba la ayuda del Consejo para hacer frente al impacto sanitario y medioambiental de su pesado legado nuclear. Cabe recordar que en las décadas de 1940 y 1950 los Estados Unidos realizaron pruebas de armas nucleares en las Islas Marshall.

David contra Goliat

Pero la consecución de estas iniciativas innovadoras ha tropezado con numerosos obstáculos. Alegando problemas jurídicos y una definición ambigua, el Reino Unido y China, entre otros países, se mostraron reacios a reconocer el derecho a un medioambiente limpio.

Rusia votó en contra de que se nombrara un relator especial sobre el cambio climático, y Washington se opuso inicialmente a la resolución de las Islas Marshall sobre su legado nuclear, a pesar de que la resolución no nombraba a Estados Unidos y utilizaba un lenguaje no acusatorio.  

Para los Estados pequeños, las cada vez más largas sesiones del Consejo —debido a nuevos temas como el cambio climático, pero también la orientación sexual, la identidad de género y la inteligencia artificial— son un obstáculo adicional. Sus tres sesiones anuales suelen durar cuatro o cinco semanas. Pero el programa de la sesión de invierno este año, en la que se debatieron 43 resoluciones, por primera vez, se prolongó durante una sexta semana.

>>> Vídeo explicativo sobre cómo funciona el Consejo de Derechos Humanos:

Un embajador, 40 resoluciones

“Las delegaciones pequeñas tienen que poder hacer más con el mismo personal y presupuesto”, aclara Asim Ahmed. La misión de Maldivas —con un equipo de cinco diplomáticos— se ocupa de las relaciones multilaterales del país en la ONU y otras organizaciones con sede en Ginebra. Pero también le corresponden las relaciones bilaterales del país con Suiza, Austria, Italia, Marruecos y Turquía.

“Si no se tiene una misión aquí o si solo se tiene un embajador, no se pueden cubrir 40 resoluciones. Eso está claro. Pero no creo que la solución deba ser reducir el número de asuntos debatidos en el Consejo”, opina Eric Richardson, de la ONG INHR. En su opinión, sería preferible examinar la frecuencia con la que se debaten las resoluciones. Ya que cada año se repiten algunas, casi sin cambios.

Se están estudiando reformas para hacer que el Consejo de Derechos Humanos sea más eficaz. “Hay que priorizar las áreas en las que se quiere participar. De lo contrario, se dispersa y no se está capacitado para asumir un compromiso serio en ningún ámbito”, manifiesta Asim Ahmed.

Doreen DeBrum atribuye el éxito de su país en el Consejo a que trabajó “en grupo” con otros pequeños Estados insulares y “habló desde el corazón”. Varias islas del Pacífico (Australia, Fiyi, Nauru, Nueva Zelanda, Samoa y Vanuatu) apoyaron las resoluciones de las Islas Marshall. “Si queremos amplificar nuestras voces en un foro de grandes países, debemos permanecer unidos”, añadió.

Texto adaptado del francés por Lupe Calvo

Los pequeños Estados insulares que quieran tener presencia en Ginebra pueden solicitar ayuda al Centro de Acogida de la Ginebra Internacional (CAGI), una iniciativa del Gobierno suizo y del cantón de Ginebra que ofrece apoyo administrativo y financiero. Las organizaciones no gubernamentales, como la INHR, pueden proporcionar ayuda complementaria. Los países elegibles que no tengan representación permanente en Suiza y que deseen asistir a las sesiones del Consejo de Derechos Humanos pueden obtener, asimismo, apoyo del fondo fiduciario de la ONU para los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo.

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