
Romper el estigma de la hoja de coca con lana y color, la meta de Tinta Dulce en Colombia
Carlota Mendoza
Sutatausa (Colombia), 13 oct (EFE).- Un caldero sobre un fogón de leña y un trozo de tela bastan para que la artesana colombiana Luz María Rodríguez convierta en un tinte natural para textiles el polvo verde de las hojas de coca molidas, la planta base para la producción de cocaína.
Rodríguez, quien tuvo su primer contacto con el sector hilero cuando tenía siete años, ayudando a su madre a tejer gorros y cosiendo los vestidos de sus propias muñecas, forma parte desde el año pasado del proyecto Tinta Dulce.
Esta iniciativa de las diseñadoras bogotanas Daniela Rubio y Mónica Suárez busca compartir prácticas de tinturación natural con comunidades artesanas de diversas partes de Colombia y cambiar el estigma que existe alrededor del cultivo de coca.
«No es una planta mala, le podemos sacar un buen provecho», dice a EFE Rodríguez, quien lidera una agrupación de mujeres que cada año participa en el festival Tejilarte de Sutatausa, un pequeño pueblo del departamento de Cundinamarca, cercano a Bogotá.
La artesana reconoce que, cuando escuchó por primera vez sobre un proyecto que usaba la hoja de coca, pensó en «la mata que mata», una narrativa predominante en el país, el mayor productor mundial de cocaína.
Sin embargo, asegura que tras utilizarla con fines creativos y artesanales, descubrió que «es una planta que trae muchas propiedades y beneficios» y que puede emplearse también en «el tema textil».
El proyecto
Tinta Dulce nació en 2021, cuando Rubio y Suárez, mediante un programa apoyado por la ahora extinta Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés), empezaron a viajar mensualmente a El Tambo, en el departamento del Cauca (suroeste), para trabajar con mujeres productoras de seda.
Allí organizaron un taller en el que las artesanas debían llevar todas las plantas que encontraran y que pensaran que podían servir para tinturar. Muchas llevaron hojas de coca, un cultivo predominante en el Cauca.
Tras observar un aumento de ventas en ese grupo de mujeres, las diseñadoras buscaron financiación a través de Open Society Foundations y extendieron el proyecto hasta las céntricas regiones de Cundinamarca, Boyacá y Santander.
Los prejuicios
Las fundadoras de Tinta Dulce compran anualmente decenas de kilos de harina y hoja de coca de un proveedor del Cauca, donde son fuertes varios grupos disidentes de la antigua guerrilla de las FARC y bandas criminales que controlan los cultivos de coca y las rutas del narcotráfico.
La persona más fundamental para el proyecto «está viviendo en unas condiciones muy diferentes a las nuestras», dice Suárez.
Tras adquirir la mata molida, la entregan a las diferentes comunidades campesinas, donde las artesanas la filtran y luego la cocinan en una olla caliente. Para ello, Rodríguez usa agua lluvia.
Para jugar con los colores, introducen la harina de la planta junto a otros mordientes, sustancias como el vinagre que alteran el PH de las fibras, lo que permite que adquieran tonos amarillos, verdosos y marrones. Una vez teñidos, el vellón y la lana terminan convirtiéndose en cojines, bufandas o jerséis de crochet.
Al trabajar con una planta que se clasificó como un estupefaciente en la Convención Única de las Naciones Unidas de 1961, los principales retos del proyecto son «los prejuicios que tiene la gente y el desconocimiento» sobre la hoja de coca, que continúa «criminalizada a nivel internacional», dice Rubio.
En Colombia, comunidades indígenas y rurales usan la hoja de coca para fines medicinales y culturales y la política nacional reconoce la necesidad de regular su uso para fines terapéuticos, científicos e industriales.
Sin embargo, hoy «los niveles de hoja de coca con fines ilícitos son históricos», afirma Suárez. En septiembre, el Gobierno de Estados Unidos retiró a Colombia de la lista de países que en el último año cumplieron en la lucha contra el narcotráfico.
Esto lleva a que el uso nocivo de la hoja de coca esté resonando constantemente, algo que dificulta el intento de cambiar la narrativa, dice Suárez.
Educar sobre la hoja de coca
Las diseñadoras destacan que Tinta Dulce busca «compartir el conocimiento» sobre el uso alternativo de la planta. Por ello publicaron un manual para que «cualquier persona, independientemente si es experta o no, pueda preparar las tintas».
También lanzaron un libro para colorear dirigido a los niños porque consideran que el cambio de narrativa tiene que comenzar con los más pequeños.
Suárez recuerda que lograron presentar su proyecto en la Convención Anual de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) por dos años consecutivos «con el objetivo de mostrar las posibilidades que tiene la hoja de coca para dar color».
Allí, dice, observaron cómo los prejuicios se desarman cuando la gente «ve los colores» y la «artesanía». EFE
cme/csr/joc/jrh
(foto)(video)