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Salvó la vida de muchos niños, pero repudió a su propio hijo

Una doctora con tres enfermeras sentadas y varias alumnas de pie
Frida Imboden-Kaiser (izquierda) en la casa cuna. Sentadas a su lado (de izquierda a derecha) están las enfermeras Bertha Silberberger y Lydia Dieterle, y la señora Roth, encargada de la lechería. De pie: alumnas. Ostschweizer Kinderspital St. Gallen, zVg

La doctora Frida Imboden-Kaiser fue la fundadora del Hospital Infantil de San Galo. Probablemente salvó la vida de miles de niños gracias a su compromiso con el cuidado de los bebés. Sin embargo, repudió a su propio hijo.

A principios del siglo XX florecía en San Galo la industria del bordado y el encaje se hace mundialmente conocido. La ciudad era entonces una de las más ricas de Suiza y se notaba en sus magníficos edificios.

No obstante, una mujer veía con consternación las condiciones sanitarias que predominaban en la ciudad. Frida Kaiser (3 de julio de 1877 – 25 de abril de 1962), que entonces tenía 25 años, acababa de regresar a su ciudad natal tras convertirse en una de las primeras mujeres en estudiar medicina en Ginebra y Berna y obtener finalmente el doctorado.

Cuando la doctora empezó a trabajar en la sección infantil del hospital cantonal de San Galo, se encontró con un panorama lamentable. “En una sala estrecha y larga, con un solo ventanal, se alineaban cestas de bebés enfermos a lo largo de un banco”, escribe en su autobiografía.

“Bebés con fiebre, demacrados y llorando, que por arriba vomitaban y por abajo anegaban sus pañales con heces líquidas. Era una vergüenza tener que ver con impotencia cómo un niño tras otro (…) acababa en la sala de autopsia”. Frida Kaiser tomó entonces una decisión: “…cuidar de los pobres bebés de una vez por todas”.

No pensaba casarse y cuidar de una familia, como era costumbre en esa época para las jóvenes de clase acomodada, a la que pertenecía Frida.

Ya en la adolescencia, Frida y su amiga de la infancia Hedwig Scherrer, que más tarde se convertiría en una importante pintora y a la que estuvo unida durante toda su vida, juraron dedicar su vida al trabajo y permanecer solteras. “Nunca”, juró Frida, “me sentaré a esperar a mi príncipe azul, que puede que venga o puede que no”.

A la edad de 30 años, Frida dirigía ya su propio consultorio médico en San Galo y persistía en su propósito de ayudar a los bebés. En 1909 logró motivar a 50 voluntarias y fundó una casa cuna, una especie de guardería para las madres que trabajaban en la industria de San Galo.

Estas mujeres solían volver al trabajo a las pocas semanas de dar a luz y dejaban de dar el pecho a sus hijos. Por eso, muchos de los bebés del hogar infantil enfermaban, sufrían las mismas diarreas con vómitos que Frida ya había observado en el hospital cantonal.

Autorretrato de una mujer
Autorretrato de la amiga de la infancia de Frida, la pintora Hedwig Scherer. Wikimedia

Entonces Frida se impuso llegar al fondo del asunto. Necesitaba datos fiables. Entre 1910 y 1912 visitó, junto con un centenar de voluntarios, a alrededor de 1 800 bebés recién nacidos y constató cómo vivían y cómo se alimentaban.

Y entonces descubrió que solo el 45% de las madres suizas amamantaban a sus hijos, y eso solo durante unas semanas. A muchos niños les daban el biberón con leche de vaca y algo de harina. Probablemente fue la falta de higiene en la preparación de esta leche embotellada lo que provocaba a los recién nacidos la mortal diarrea y los vómitos.

La propia Frida escribe que emprendió entonces una “campaña por la lactancia materna”. Quería convencer a las madres de que dieran el pecho durante más tiempo y les enseñaba que así podían proteger a sus hijos de muchas enfermedades. Para ello, escribió artículos de prensa, organizó una exposición y dio conferencias.

Su amiga Hedwig Scherrer pintó un cartel publicitario: “14 de cada 100 bebés alimentados con biberón mueren, pero solo 7 de cada 100 que han sido amamantados”. Frida escribió entonces el libro Wie ich mein Kindlein pflege (Cómo cuidar a mi bebé) y formó a comadronas y enfermeras de niños.

Además, Frida decidió involucrarse en política. En aquel momento existía una prima de lactancia, una especie de ayuda salarial para las madres que amamantaban a sus hijos y que por tanto no podían ir a trabajar. Frida logró aumentar legalmente esta ayuda: de 20 francos por 10 semanas de lactancia materna a 70 francos por seis meses.

Un cartel
Este cartel fue pintado por la amiga de la infancia de Frida, Hedwig Scherer. Con ella, Frida acudió a la Exposición Nacional de 1914 para convencer a la gente de las ventajas de la lactancia materna. Ostschweizer Kinderspital St. Gallen, zVg

Frida Kaiser era incansable: “Sin quererlo, obedeciendo a la necesidad, (…) nuestra casa cuna se convirtió en un (…) hospital infantil con una gran zona de influencia en todo el este de Suiza (…). Así, sin pretenderlo, llegué a convertirme en una especie de médico jefe (…)”, relata en su autobiografía.

A principios de la década de 1910, el hospital contaba también con una consulta de maternidad y una lechería donde las mujeres que no estuvieran amamantando podían recoger leche en buenas condiciones. Al mismo tiempo, Frida organizó casas de vacaciones para los trabajadores de San Galo, ayudó en el ejército y fue cofundadora de la asociación Pro Juventute, que hoy sigue aún en actividad.

Frida fue una mujer de acción. Hoy en día sería calificada de “dura”. Con sus vestidos abotonados hasta el cuello y el pelo recogido. A través de las gafas que llevó toda su vida mira con seriedad y severidad al espectador que contempla aquellas viejas fotografías.

Sabía siempre cómo salirse con la suya. Cuando se intentó suprimir la ayuda mensual para la lactancia, Frida se presentó personalmente ante el entonces consejero federal (ministro) Walther Stämpfli y le convenció de que no lo hiciera.

Vivió siempre de forma austera y frugal; no bebía, no fumaba, y prefería arreglarse la ropa vieja en lugar de comprarse nueva. Trabajaba hasta en su tiempo libre y no iba a la peluquería “para no perder un tiempo precioso con esa clase de sesiones“.

Sin embargo, se casó

Con 34 años Frida hizo algo sorprendente. Decidió dejar atrás su juventud y casarse. Lo hizo con Karl Imboden, un psiquiatra al que conoció cuando trabajaron juntos en una asociación. Frida y Karl tuvieron 3 hijos, el último de los cuales nació cuando Frida tenía 43 años.

El segundo hijo, Max, fue el padre de Dieter Imboden, que hoy tiene 76 años y es profesor emérito de Ciencias Ambientales en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. Dieter Imboden creció en Küssnacht, a orillas del lago de Zúrich. Visitaba a su abuela en San Galo y solía pasar con ella las vacaciones de verano en las montañas de los Grisones, donde Frida había comprado una casa en los años 1920.

“Si los niños no hacíamos exactamente lo que nuestra abuela quería, se enfurecía”, cuenta Imboden, que ahora estudia a fondo la historia de su familia. “No recuerdo nunca haberla visto reír, ni que nos diera un abrazo”.

Respecto a la decisión de su abuela de casarse y tener hijos, Dieter Imboden dice: “Creo que quería demostrarse a sí misma que no solo era capaz de hacer teoría, sino también de ponerla en práctica. Necesitaba la maternidad para reafirmarse”.

De hecho, aunque ella misma fue una pionera, que había estudiado, trabajaba y vivía de forma independiente, defendió el papel tradicional de la mujer como esposa y madre, tal y como escribe en un manuscrito de una conferencia en 1930. “Por encima de todo, las jóvenes necesitan un verdadero ideal de madre. Debe ser su deseo y voluntad llegar a ser un día esposa y madre de su propio hogar”.

Mujer
Frida Imboden-Kaiser alrededor de 1942. Staatsarchiv St. Gallen

Sin embargo, el matrimonio de Frida estuvo marcado por crisis permanentes. Dieter Imboden recuerda: “Mis hermanos y yo éramos niños traviesos y nos peleábamos; entonces, nuestro padre nos regañaba y nos decía: ¡Basta ya!, no sabéis la suerte que tenéis”.

La infancia de Max estuvo marcada por las continuas disputas de sus padres. “Mi abuelo fue probablemente un poco soñador y, en lo que respecta a las cuestiones financieras y materiales, un poco alejado de la realidad”, afirma Imboden. Es muy posible que esta forma de ser no se ajustara al rigor y pragmatismo de Frida.

En 1928 la pareja terminó por separarse. En el proceso del divorcio se refleja la irremediable ruptura. Frida y Karl se acusan mutuamente de haberse pegado. Según Frida, su marido carecía de “todo sentido de la realidad” y era “incapaz de mantener un trato de amistad”. Y Karl a su vez afirmaba que Frida era “una ambiciosa” y que “a menudo se sumía en una exaltación sentimental, que no pocas veces degeneraba en cólera”.

Repudiado y desheredado

Frida acudió a los tribunales para conseguir la custodia de sus hijos. Pero Max se decidió por su padre, a quien se le otorgó su custodia. Frida, que probablemente salvó la vida de cientos o miles de niños, repudió entonces a su propio hijo y liquidó toda su herencia a través de una fundación familiar, no concediéndole ni un céntimo.

A los 13 años, Max se fue a vivir con su padre y apenas tuvo contacto con su madre durante muchos años. “Por supuesto, nadie en San Galo debía enterarse de nada de esto, y se mantuvo todo en secreto”, confiesa Dieter Imboden.

¿Tuvo Frida la sensación de haber fracasado? Es imposible saberlo con exactitud, porque en su autobiografía apenas menciona a su marido y a sus hijos.

Finalmente, Frida, que pasó la vejez en su casa de los Grisones, terminó por recoger los frutos de su trabajo. En 1953 -tenía entonces 76 años-, la tasa de mortalidad infantil en el cantón de San Galo se había reducido al dos por ciento. Cuando Frida empezó en 1907, era del 16 por ciento.

La prima de lactancia que Frida impulsó existió hasta 1996, e incluso hoy en día algunos seguros médicos siguen pagando esta ayuda. Y la casa cuna de Frida sigue existiendo en la actualidad, así como el Ostschweizer Kinderspital St. Gallen (Hospital Infantil de San Galo, Suiza oriental).

Este artículo fue publicado en Higgs.ch Enlace externoel 23 de enero de 2020, la primera revista independiente dedicada al conocimiento en Suiza. SWI swissinfo.ch ha tomado partes de la publicación original en un orden informal.

Traducción del alemán: Carla Wolff 

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