«Sensación de bombardeo» en una Notre Dame devastada

Cuando Philippe Marsset, vicario general de la archidiócesis de París, entró en Notre Dame tras el incendio tuvo la sensación «de un bombardeo». Había vitrales rotos y un agujero encima del coro, provocado por la caída de la aguja, emblema de la catedral.
«Hace 850 años que se construyó esta iglesia, resistió a las guerras, a los bombardeos, a todo», afirma el religioso ordenado sacerdote en esta catedral hace 31 años.
Al entrar por la noche, con el incendio apenas bajo control y focos todavía ardiendo, «daba la sensación de estar frente a un bombardeo», explica.
«Todo era negro y al fondo estaba la gran cruz amarilla iluminada por las llamas. ¡Era impresionante!», describe el vicario.
«A la derecha de esta cruz, hay una estatua de María (…) Está de pie, está la cruz y Nuestra Señora, allí, en el corazón de Notre Dame», cuenta.
Y en medio de todo esto, «un robot lanzaba agua». Y había «chispas provocadas por el plomo fundido que caían del techo».
«Toda la noche vi desfilar a hombres con lágrimas en los ojos. Empleé esta imagen: es un caos pero no puede dejarnos nocaut».
Sin embargo la palabra que le viene a la mente cuando recuerda el momento del incendio es «infierno». El fuego se declaró poco después del final de la misa.
«No es Notre Dame de los católicos, es Notre Dame de Francia, es Notre Dame del mundo: la iglesia arde y el mundo entero se echa a llorar».
– «Los bomberos, héroes» –
Para el vicario general «no es una pequeña iglesia dañada, es el símbolo de la historia de Francia y de París». «Esta iglesia es tan simbólica, los kilómetros se cuentan a partir de Notre Dame, es el ombligo de París».
«Todos estamos estupefactos, es más que milagroso (…) es una intervención divina», estima, añadiendo que los bomberos «son héroes».
Con motivo de la Semana Santa, en la que los cristianos conmemoran la resurrección de Cristo, «había actos previstos miércoles, jueves y viernes», detalla. «No sabemos todavía dónde llevarlos a cabo. Es como si hubieran hecho daño a nuestra madre».
Un poco desorientado, el hombre señala la catedral: «Mi cama está ahí. Esta mañana, estoy a la cabecera de Nuestra Señora, que llora».