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Una de cada cinco personas en Suiza es extranjero

Como muchos otros países, suiza tiene una sociedad cada vez más multicultural. Keystone

El millón y medio de extranjeros que vive en Suiza quiere participar en el destino del país. Tal es el mensaje de su primer encuentro nacional en Olten.

El Foro para la Integración de los y las Migrantes (FIMM) presentará su carta de Integración a los medios políticos de la sociedad civil helvética.

“Se habla mucho de los migrantes pero no se habla mucho con ellos”, hace notar Claudio Micheloni, secretario general del FIMM. “Estamos cansados de ser solamente un objeto de discusión, queremos demostrar que también somos sujetos capaces de expresar y de dialogar”.

El marco está listo: esa reunión (23.04) no será simplemente una asamblea general ampliada del FIMM, que aglutina, desde noviembre del 2000, las diversas asociaciones de migrantes que, de manera global, representan a medio centenar de nacionalidades.

Para sus organizadores, se trata de una oportunidad de darse a conocer, de dialogar y de demostrar que los extranjeros (una cuarta parte de los cuales nació en Suiza) no son “un apéndice” de Suiza o una simple fuerza de trabajo, sino un componente de la sociedad.

“Somos un millón y medio. Seguramente vamos a quedarnos y nuestros hijos también. Somos entonces parte integrante de esta sociedad y de su futuro”, resume Antonio Cunha, presidente del FIMM.

Positiva respuesta

El FIMM envió más de 1.500 invitaciones para la reunión y, a sólo unos días de la apertura, los responsables tienen de qué sentirse satisfechos.

La ministra suiza de Exteriores, Micheline Calmy-Rey estará en Olten el día 23 de abril. Su colega de Justicia y Policía, Chirstoph Blocher, no podrá asistir pero estará representado por el subdirector de la Oficina Federal de Migraciones, Mario Gattiker.

Otros responsables del mundo político han anunciado su participación. Entre ellos, Doris Leuthard, presidenta del Partido Demócrata-Cristiano; Pierre-Yves Maillard, vicepresidente del Partido Socialista, y Alikis Panayides, secretario general adjunto de la Unión Democrática del Centro (derecha dura).

Y no hay que olvidar a los diputados, senadores, altos funcionarios cantonales, hombres de iglesias, representantes de ONG, sindicalistas y un amplio abanico de diplomáticos extranjeros en Suiza.

Una Carta para la integración

En el centro de las discusiones plenarias y de los talleres temáticos: la Carta de Integración, documento provisional de cuatro páginas, fruto de una reflexión de muchos meses y síntesis de los valores que comparten los diferentes componentes del FIMM.

“No se trata de un catálogo de reivindicaciones –explica Antonio Cunha- sino más bien de los principios de base que orientan nuestra acción y sobre los que estamos dispuestos a debatir: derecho de suelo, derecho de voto y de elegibilidad, tratamiento de los sin-papeles, acceso a la vivienda, igualdad frente al empleo o a la formación, derechos sociales…”

En materia de religión, la Carta preconiza un “laicismo tolerante”, abierto al diálogo intercultural en el espacio privado y público. “Por sorprendente que pueda parecer, fue muy fácil ponernos de acuerdo sobre el particular”, asegura el presidente del FIMM.

Así, el Foro “rechaza toda relación violenta con la política o la religión”. Se opone “a las visiones teocráticas de la vida de la ciudad, a todas las formas de intransigencia y de cerrazón en materia de identidad, contradictorias con los valores democráticos”.

La Carta afirma, por otra parte, “la preeminencia de los derechos humanos sobre los particularismos éticos y religiosos”. Defiende “la igualdad total” de todos los individuos independientemente del grupo al que pertenezcan y de su origen.

Compromiso a la helvética

En materia de colaboración cultural, el FIMM tiende a poner el ejemplo. Así, los migrantes italianos, españoles o portugueses aportan su experiencia social a las nuevas nacionalidades y grupos étnicos llegados a Suiza de manera más reciente.

Y, en un espíritu de compromiso muy helvético, esos nuevos migrantes están sobre representados en el seno del Foro a fin de que sus dificultades específicas sean mejor percibidas por todos.

Así, “sus problemas –como el racismo contra los negros, que será abordado, de manera particular, este otoño con la policía de Ginebra- se convierten en los problemas del FIMM en su totalidad y no solamente de imigrantes minoritarios”, subraya Armando Okito, vicepresidente del Foro.

Sin prisa

En poco más de cuatro años de existencia, el FIMM puede estar orgulloso de algunos éxitos. Por ejemplo, ya forma parte de las organizaciones que tienen voz cuando un proyecto de ley es sometido a consulta. Y, desde hace seis meses, trabaja mano a mano con la Conferencia de Directores Cantonales de la Instrucción Pública (CDIP).

“Los órganos de Estado, de la Confederación, de los cantones y de las comunas pusieron en marcha, desde hace veinte años, instituciones que militan en favor de la integración. Así pues tenemos aliados en la política, en la administración, los sindicatos, las iglesias, las ONG”, apunta Antonio Cunha.

Alude al papel pionero de la CDIP, que desde hace doce años tiene como principio la escolarización de todos los niños extranjeros cualquiera que sea el estatuto legal de sus padres, inclusive si son clandestinos.

Por supuesto que procesos recientes, como el doble rechazo en las urnas a los proyectos de naturalización facilitada o el apretón que el parlamento aplicó a la ley sobre los extranjeros, no pueden más que entristecer al FIMM.

“No pienso que podamos construir el futuro de este país negando una realidad. Habrá un movimiento cada vez mayor al interior de Europa del que Suiza no puede escapar. Hay que ser realista ante este hecho elemental”, considera Antonio Cunha.

El presidente del FIMM se muestra sereno.

“No tenemos prisa. Estamos aquí para participar en ese debate que va a permitir cambiar las mentalidades y combatir los miedos y los fantasmas de algunos”, concluye Antonio Cunha.

swissinfo, Marc-André Miserez
Traducción, Marcela Águila Rubín

La población extranjera en Suiza en el 2003, en cifras redondas:
312.000 italianos
214.000 serbios y de Montenegro
165.000 portugueses
151.000 alemanes
120.000 otros europeos
109.000 asiáticos
82.000 turcos
79.000 españoles
72.000 franceses
65.000 africanos
61.000 macedonios
60.000 americanos (del Norte y del Sur)
51.000 bosnios
43.000 croatas
35.000 austriacos
3.000 australianos y de Oceania
3.000 apátridas o de nacionalidad desconocida

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