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Tenencia (ir)responsable de mascotas

Keystone

La suerte de un perro en Chile difiere de la de uno en Suiza porque su existencia depende de muchos factores. Por eso no extraña el saber que sólo en Santiago haya unos 200.000 canes vagabundos.

No obstante, de las 27.000 mordeduras de perros registradas anualmente en la capital chilena, sólo el 25% se debe a perros callejeros.

Hace poco “Cachito” se hizo famoso en la televisión. Es uno de tantos ‘quiltros’ callejeros (perros mestizos) que fue atropellado. Lo recogió un as del tenis chileno, y antes de ser llevado al veterinario mordió a su socorrista. Con todo, más de 30 personas querían adoptarlo. No todos tienen esa suerte.

Aunque suele formar parte del cuadro cotidiano, el perro callejero no siempre es tolerado. Días antes de que asumiera la actual presidenta del país, unos 30 perros fueron recogidos cerca del Palacio de la Moneda y sacrificados luego para que no entorpecieran la ceremonia.

Esos canes estaban identificados con chapas de organizaciones protectoras de animales que los habían vacunado y esterilizado. La ola de protestas se apaciguó pronto.

Animal de compañía

La mayoría de las familias chilenas que viven en casas tienen por lo menos un perro –en los edificios de departamentos se necesita el consentimiento de los demás moradores. Sirven como guardianes y como el “amigo más fiel del hombre”.

Hasta en los barrios acomodados se prefiere a los ‘quiltros’ por estimar que son más leales e inteligentes que los perros de raza, sin omitir a los de carácter agresivo.

Si bien los perros recogidos cerca del Palacio de Gobierno no constituían problema de salud pública, los miles que deambulan por las calles de todas las ciudades del país, de todos los tamaños, variopintos y muchas veces en un estado de salud lamentable, sí lo son.

Todos quisieran solucionar el problema sin hacerse cargo, salvo las organizaciones voluntarias que promueven campañas de adopción, -entre las cuales hay también las que “liberan” mascotas de tiendas especializadas o leones de los zoológicos-, o los guardias de los supermercados, lugares preferidos para abandonar mascotas.

Los municipios ya no tienen la facultad de recoger perros para sacrificarlos, pero aún lo hacen con ordenanzas. Organizan además campañas de esterilización a un costo módico, vacunación antirrábica y control parasitario, sin tener el problema bajo control.

Ausencia de un marco legal adecuado

Una ley de protección animal que obliga a la tenencia responsable de mascotas duerme en el Parlamento. Sólo una modificación del Código Penal del 89 castiga los actos de maltrato o crueldad con animales con penas de cárcel y multas de 300 a 3.000 francos suizos, sin especificar lo que constituye maltrato. Una sola persona fue condenada.

Cierto, los perros callejeros “afean” las ciudades, pero la nueva afición a razas exóticas, desde perritos que caben en la palma de la mano hasta San Bernardos o Pitbulls y otras razas agresivas, refleja las actitudes de sus amos.

Unos los tratan como hijos que nunca tuvieron o ya se fueron de la casa, otros los usan como símbolo de status y hasta los entrenan para peleas (prohibidas igual que las de gallos) en los barrios pobres para compensar la propia marginalidad.

Un cuadro diferente en Suiza

En mi última visita a Suiza no vi ningún perro callejero, al cual entregar las sobras del restaurante, pero me enteré que hay denuncias de contrabando de perros de España y Rumania a Suiza.

Si bien sabía que los perros son pasajeros frecuentes de buses y trenes contra pago del pasaje – imposible aquí salvo que sea un perro lazarillo – me llamó la atención que entren sin problemas a restaurantes o se paseen con la orgullosa dueña por las dependencias de una tienda de vestimenta, algo prohibido aquí.

También me llamaron la atención los grupos de jóvenes marginados de la sociedad que se juntan en las estaciones de ferrocarril rodeados de sus perros mestizos. Parecen formar una sola jauría, pacífica e inofensiva. Da la impresión de que estas mascotas gozan de mejor salud mental que los que pasan el día entero en un departamento antes de ser sacados a pasear.

Contrariamente a Chile, Suiza tiene una ley federal de protección animal que especifica en forma detallada la tenencia responsable de mascotas. Además de vacunas y microchips obligatorios, los dueños de perros pagan anualmente un impuesto cantonal y comunal acreditado con una placa o se exponen a multas.

Sin embargo, la legislación específica en materia de tenencia de canes es competencia de los cantones, donde se analizan las mejores formas de proteger a las personas tras los graves accidentes provocados sobre todo por perros pitbull, entre ellos la muerte de un niño.

Adiestramiento especial del animal y prueba de responsabilidad del dueño de la mascota son dos aspectos muy examinados actualmente.

Matices

A diferencia de Chile –donde es notable el nivel de delincuencia-, allá no hay necesidad de tener un perro guardián, menos en un departamento. Más que aquí corresponden a un lema muy chileno: cuanto más conozco al hombre, más quiero a mi perro.

Si en algo se distinguen los dos países es en lo que dijo un ex rector de la Universidad de Chile en 2005: “Cuando uno llega a un país desarrollado no ve perros vagos. Hay perros paseados por sus dueños. Pero cuando uno pasa acá frente al Palacio Presidencial y ve muchos perros que se pasean frente a la Universidad de Chile, en todos los lugares emblemáticos del país, uno se dice que este país tiene algún problema desde el punto de vista del desarrollo económico”.

Regula Ochsenbein, Santiago de Chile.

Regula Ochsenbein nació en Lucerna el 15 de marzo de 1949. Cursó sus estudios primario y secundario en Basilea y Berna, donde obtuvo su ‘Matura’ (bachillerato), en 1968.

En aquel año de efervescencia estudiantil en Europa comenzó la carrera de Sociología y la terminó en 1977 graduándose de licenciada en Historia Moderna y Sociología de los países en desarrollo y derecho público.

Durante sus estudios participó en intercambios estudiantiles (Checoslovaquia); trabajó de voluntaria en un pueblito de Grecia y en un Kibutz de Israel.

Su vida profesional la llevó, tras un curso de preparación, al servicio diplomático, ámbito en el que permaneció desde 1978 hasta 1985. En ese año decidió abandonar la carrera y quedarse en Chile tras haber ocupado funciones en Portugal, Santiago de Chile y Londres.

Actualmente combina en Chile sus actividades de socióloga con las de artesanía en madera.

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