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¿Foro visionario o club de privilegiados?

Klaus Schwab (izda) y Bill Clinton en el 30 WEF. Keystone / AP Photo / Jerome Delay

Forjado hace 30 años por la idea original de un joven profesor de administración de empresas, Klaus Schwab, el Foro Económico Mundial (WEF) es hoy una cita ineludible en el calendario de importantes figuras políticas, ejecutivos poderosos, pensadores, expertos e incluso sindicalistas. Es el único encuentro global privado, pero no es perfecto. Por lo tanto, está expuesto a críticas.

Un millar de corporaciones importantes del planeta son miembros de la fundación creada en 1971, sin fines de lucro ni dependencia política. Entonces, hace tres décadas, Klaus Schwab, nacido en Alemania de padres suizos, tuvo la acertada ocurrencia de reunir a los empresarios europeos en un ambiente relajado, en el que lejos de la rutina y la presión de la vida cotidiana, pudieran intercambiar ideas sobre problemas comunes.

La estación invernal de Davos, en el cantón suizo de los Grisones, ofrecía el escenario ideal. 450 empresarios acudieron a la convocatoria que les daba posibilidad de descansar unos días sin dejar de hablar de negocios. A diferencia de la enorme estructura logística actual, un puñado de estudiantes ayudaron a escribir las tarjetas con los nombres de los asistentes.

Hoy son más de 3.000 hombres de negocios, jefes de Estado y de Gobierno, personalidades políticas, periodistas y artistas consagrados quienes se disputan una de las codiciadas acreditaciones.

A principios de la década de los años 70, Klaus Schwab debió esforzarse para asegurarse la presencia de los oradores invitados. Hoy tiene la incómoda tarea de rechazar algunas solicitudes por falta de espacio físico.

El número de interesados en participar crece y se multiplican los temas que deben ser abordados en apenas una semana. La presencia de personalidades en traje formal y la de los huéspedes en atuendo deportivo térmico que llenan las 22.000 camas disponibles en los hoteles y alojamientos, altera un poco el ritmo de vida de los 10.000 habitantes del famoso centro invernal de Davos.

El éxito suele acarrear dificultades y críticas. Klaus Schwab, académico formado en Harvard, cristalizó una idea original que le ha dado notoriedad y caudal económico calculado en más de 100 millones de francos suizos. Según algunos analistas, esa fortuna lo sitúa entre los 300 más ricos de Suiza.

Aunque en el plano personal ha cosechado aplausos y establecido una red importante de contactos a todo nivel, numerosas agrupaciones medio ambientalistas y otras ONG de la sociedad civil le reprochan parcialidad con los poderosos del mundo y exclusión a los pobres y desafortunados. El fundador del Foro replica insistiendo en la vocación integradora de la fundación.

El espíritu de Davos

Las características particulares del Simposio de Davos han propiciado algunas iniciativas que marcarían el curso de las transformaciones. La politización del evento, denominado “espíritu de Davos” ha contribuido ciertamente a aproximar posiciones encontradas.


El llamado de Hans-Dietrich Genscher, ex ministro alemán de Relaciones Exteriores, a Mijail Gorbachov a favor de una mayor cooperación de la Unión Soviética, (1982), así como el “histórico apretón de manos de Turgut Ozal y George Papandreu, antiguos jefes de Gobierno de los enemistados Turquía y Grecia (1988), respectivamente, la primera aparición conjunta de los líderes sudafricanos Nelson Mandela y Frederick de Klerk (1992) o el pronunciamiento inicial de Simón Peres y Yasser Arafat por una autonomía parcial de Palestina, que abrió la esperanza de pacificación en Oriente Medio (1994), son, entre otras, algunas referencias.

En Davos (1982) germinaron las ideas iniciales de la denominada Ronda Uruguay, las negociaciones comerciales multilaterales en el marco del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) que siete años más tarde darían paso a la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

El Foro sirvió de plataforma al presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari (1990) para pensar en voz alta sobre la formación del que luego sería el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Estos episodios reflejan, en cierto modo, la influencia del Foro de Davos en la orientación económica y en el curso político en el mundo.

Presencia de América Latina

Tras la llamada “década perdida” de las dictaduras militares, en la década de los años 80, los países latinoamericanos recobraron la democracia y, por ende, su importancia en el concierto internacional.

“Davos atrajo en los años 80, sobre todo a representaciones de nivel ministerial, pero en la década de los 90 aumentó la presencia de jefes de Estado y de Gobierno, como consecuencia de la recuperación económica y de las perspectivas que ofrecen (esos países) a las inversiones”, recuerda ante swissinfo, Pedro Ralda, responsable de América Latina del WEF.

A esta trigésima primera edición asistirán cinco mandatarios y varios ministros de México, Venezuela, Colombia, Brasil, Bolivia, Argentina, Perú y Chile. Además de participar en sesiones específicas que atañen a sus países, intervendrán en varios paneles de distinta temática global como son el petróleo, la violencia, las enfermedades y la deuda externa.

En definitiva, el WEF, despreciado por unos y elogiado por otros, constituye un evento de referencia condenado a administrar su éxito y esforzarse por la mayor inclusión de ONG y de la sociedad civil.

Juan Espinoza

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