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Cuarenta años después, el pesimismo cala en el padre de la disidencia china

Wei Jingsheng, el 28 de noviembre de 2018 en Fort Washington, en el estado de Maryland afp_tickers

Wei Jingsheng recibe a sus visitas ofreciendo un cigarro, una manera muy china de hacerlo a pesar de que vive en Estados Unidos desde 1997. Luego se enciende uno y condena “la dictadura del régimen comunista chino de partido único”.

Wei se sube a su caballo de batalla preferido, la denuncia de la opresión de las aspiraciones democráticas de los ciudadanos chinos. Una lucha que le ha costado 18 años de detención en cárceles de la República Popular, antes de ser enviado en un avión hacia Estados Unidos, oficialmente, por motivos de salud.

Con 68 años, Wei parece estar en forma, a pesar de su adicción a los rubios de Gauloises, marca francesa que no encuentra con facilidad, y dirige una fundación que lleva su nombre en una casa en el sur de Washington.

Conocido como el “padre” de la disidencia china, celebra el miércoles un aniversario histórico, los 40 años del bautizado entonces como “muro de la democracia”. El 5 de diciembre de 1978, Wei plasmó en una pared de Pekín una llamada a la libertad que cambió conciencias.

Otros intelectuales acompañaron sus pasos, como el ganador del Nobel de la Paz 2010, Liu Xiaobo, detenido hasta su muerte en 2017.

Wei pidió en el muro la democracia, a la que llamó “quinta modernización”, término que respondía a las “cuatro modernizaciones” que defendía el dirigente Deng Xiaoping para hacer de China una potencia económica independiente, unas ideas por las que después fue considerado el arquitecto de la apertura y las reformas del país.

– Reformas “a medias” –

“Necesitamos rectificar esta idea ampliamente aceptada en China y en el extranjero”, pide. “Las reformas solo han avanzado a medias, económicamente pero no políticamente”.

La apertura de la China posmaoísta, dice, fue impulsada por un amplio movimiento popular, así como por otros líderes del Partido Comunista, no solo Deng Xiaoping.

El país más poblado del mundo se ha convertido, al fin y al cabo, en “una mezcla de dictadura de partido único y capitalismo. Cuando oprimen a la gente, es más feroz que en cualquier otro lugar. Y cuando explotan a la gente es peor que el capitalismo original de los países occidentales en el momento del marxismo”.

Wei toma un té negro de la región sureña de Fujian que no calma sus críticas contra los tenores que han ido sucediéndose en el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China.

Este exelectricista del zoo de Pekín acusa al exlíder Jiang Zemin de haber compartido con financieros internacionales los frutos del crecimiento chino, basado en la mano de obra barata.

“Bajo Mao, China era un país socialista pobre. Hoy China es un país capitalista pobre. En general, el chino promedio no se ha beneficiado de él”.

– Con Clinton o Bush –

En cuanto al actual jefe de estado, Xi Jinping, quien ha abolido el límite de mandatos presidenciales, Wei advierte que “no solo quiere convertirse en emperador después de 2023, quiere ser emperador ahora”.

“Con Xi Jinping, China retrocede aún más”, insiste el disidente, en alusión a la ofensiva emprendida contra los defensores de los derechos humanos y las libertades.

A Wei no le falta audiencia entre la clase política estadounidense al repetir sutilmente que “el gobierno chino no respeta ninguna regla”.

En las paredes de la casa donde reside, con vistas a un afluente del río Potomac, cuelgan grandes fotografías de recepciones con los presidentes Bill Clinton o George Bush.

Pero desde hace un tiempo, el ganador del Premio Olof Palme y el Premio Sájarov limita sus viajes fuera de Washington. “Las autoridades estadounidenses y europeas están preocupadas por mi seguridad”, afirma.

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