
Benidorm inventó el turismo de masas en la España de Franco y aún se congratula

Frente a las protestas en las islas Baleares, Canaria mn s o Barcelona, Benidorm aún reivindica el turismo de masas del que fue pionero y que trajo divisas y una relajación de la moral a la España de Franco, medio siglo después de la muerte del dictador.
«Aquí no hay fábricas de coches, ni de jabones, aquí lo que hay es una fábrica de hoteles, de restaurantes, y de negocios que se dedican al ocio, al entretenimiento, y a hacer felices a todos los que nos visitan», sentencia Ángela Barceló, 72 años, propietaria del Hotel Les Dunes, que su abuela abrió en 1957, cuando las mujeres no podían ni tener una cuenta bancaria en España sin permiso del marido.
«Lo que es hoy Benidorm se le debe a las mujeres», sentencia Barceló sobre esta ciudad en la región de Valencia. Cuando empezaron a llegar los turistas en gran número, a mediados del siglo pasado, los hombres «eran marinos mercantes o bien se dedicaban a calar las almadrabas» para la pesca del atún.
«Las que se quedaban en casa eran las mujeres y eran las que tenían que gestionar el patrimonio», de ahí que fueran quienes abrieron muchos de esos negocios.
Les Dunes, que empezó con tres plantas y ahora tiene 25, explica también la evolución física de Benidorm, que pasó de sus 3.000 habitantes y sus casitas bajas, a tener más de 100 rascacielos y a albergar hasta 400.000 personas.
Esta revolución tiene un padre: Pedro Zaragoza Orts, alcalde entre 1950 y 1966, falangista (fascista) convencido, pragmático, con muchos contactos, que vio en el turismo extranjero un futuro próspero de divisas y poco peligro, menos sacrificado que la tierra y más seguro que el mar, donde había perdido a muchos familiares.
– El peligro del bikini –
«Cuando empiezan a llegar los primeros turistas y sobre todo las señoras que empiezan a traer el bikini, eso causó malestar. El obispo de Alicante tuvo sus más y sus menos con el alcalde», explicó a la AFP el historiador valenciano Francisco Amillo, de 76 años y afincado en Benidorm desde hace décadas.
«Pedro Zaragoza era también muy conservador, pero veía que (…) había que abrirse», añadió.
Amenazado de excomunión -algo grave en aquella época-, Zaragoza recibió un espaldarazo definitivo: Francisco Franco envío a su esposa e hija a pasar unas vacaciones de verano a su casa, lo que fue interpretado como la bendición del dictador. Y repitieron muchos años.
«Los ingresos por divisas empezaron a multiplicarse de forma exponencial a partir del momento en que se da esa libertad en las playas», narró Amillo. Unas divisas que caían como anillo al dedo para un régimen franquista aislado.
Con buen olfato para la publicidad, Zaragoza invitó a pasar unas vacaciones a una familia de lapones finlandeses -ganándose la cobertura de la prensa escandinava-, a 60 matrimonios recién casados del norte de España -dando pie a la buena relación histórica de los turistas vascos con la ciudad- y creó el Festival de la canción de Benidorm, donde se dio a conocer Julio Iglesias.
La comunidad gay encontró también refugio en la localidad y a principios de los 60 ya tenía sus primeros bares.
– Y Nueva York, ¿qué? –
La apuesta de Zaragoza por vender sol, playas y felicidad funcionó, y en 2024 unos 94 millones de turistas visitaron España, el segundo país del mundo en visitantes por detrás de Francia. De estos, 2,8 millones estuvieron en Benidorm y sus escasos 7 km de playa.
La capacidad de concentrar a tanta gente en tan poco espacio, gracias al crecimiento vertical, le valió críticas a Benidorm, pero en los últimos años ha sido reivindicada como sostenible.
Aunque «los edificios altos, las aglomeraciones urbanas han estado en cierta medida denostadas», el crecimiento vertical «es un modelo muy eficiente», explicó a la AFP Vicente Mayor, 53 años, ingeniero jefe adjunto del ayuntamiento.
Así, «en una ciudad con una implantación de viviendas diseminadas que ocupa mucho territorio, las fugas» en la red de distribución de agua «se multiplican», narra Mayor. En cambio, en Benidorm se pierde poquísima.
Además, las basuras se recogen en unas solas horas, y el coche es prácticamente innecesario.
Sea lo que sea, muchos repiten, como Stuart Reed, un turista británico que paseaba en setiembre con su mujer por el paseo marítimo y que ya vino «cinco o seis veces».
Para él, la clave del éxito es que tiene «algo para todos. Es genial. Tiene bares, la locura de la avenida principal, y tiene encantadores bares de tapas en el casco antiguo».
«Cuando les digo a mis amigos que voy a Benidorm, me dicen: ‘¡Pero qué ciudad tan horrible!'», narra Maribel Soler, una francesa de 68 años.
«En realidad, es porque no la conocen. Nunca han venido. Solo se basan en los edificios», dice Soler, que la compara con Nueva York.
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