
Bruselas estrena la mayor fábrica de embalajes ecológicos con hongos de Europa
Javier Albisu
Bruselas, 7 oct (EFE).- Los hongos descomponen lo que muere para que todo pueda volver a nacer. Sin esa maquinaria invisible de regeneración, los ecosistemas se vendrían abajo y la vida en la Tierra tal y como la conocemos sería imposible.
Ese proceso natural se transforma hoy en una metáfora industrial en Bruselas, donde el micelio -el microscópico entramado de filamentos fúngicos- alumbra un nuevo capítulo en el ámbito de la manufactura biodegradable, en un territorio antaño dominado por el acero y la gasolina.
En la comuna bruselense de Forest, apenas a kilómetro y medio del inmenso solar donde durante décadas rugieron las cadenas de montaje de Volkswagen, hasta que Audi cerró definitivamente la planta en febrero de 2025, emerge ahora un proyecto con aroma a utopía sostenible: la mayor fábrica europea de embalajes biodegradables con micomateriales.
«Los hongos crecen y nosotros les ayudamos a crecer (…). Es elegante, estético, sostenible y competitivo», explica durante la inauguración de la fábrica el fundador de PermaFungi, Julian Jacquet, quien a lo largo de la jornada insistirá en que el mayor consumidor de plástico del mundo es el sector del embalaje.
El proyecto ha atraído una inversión de unos 3 millones de euros, y cuenta con financiación de la Unión Europea y con el respaldo de plataformas de capital público de la región de Bruselas y del fondo de inversión suizo Après-demain, entre otros.
«Es la economía en la que creemos, la que transforma desechos en recursos y reduce nuestra huella ecológica», resume durante la ronda de discursos la responsable de Transición Económica en la región de Bruselas, Barbara Trachte.
La compañía cuenta hoy con una plantilla de 12 personas para convertir una idea experimental en una alternativa industrial real.
Paquetes de hongos
PermaFungi nació en 2014 en Bruselas como una cooperativa que cultivaba seta ostra a partir de posos de café reciclado y fabricaba algunos objetos con micomateriales como lámparas y paneles.
Suministraban setas a restaurantes, vendían kits de cultivo en internet y llegaron a forrar de paneles de micelio el pabellón de Bélgica en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2023. Pero el modelo no terminaba de funcionar y sus arquitectos decidieron reestructurar la empresa y doblar la apuesta.
Ahora han levantado un complejo industrial de 1.400 metros cuadrados donde multiplicarán por cien su micoproducción, sirviéndose de 10 toneladas de residuos orgánicos secos, como serrín, virutas o paja, para producir 100 metros cúbicos de materiales al mes.
El producto estrella es el embalaje, elaborado en moldes que rellenan con residuos orgánicos en los que inoculan micelio -no revelan la variedad- para que los hongos consuman el sustrato hasta que adquiere la consistencia ideal, similar al corcho, y se frena el proceso con un golpe de horno.
La idea no es nueva, pero nunca se había ensayado a esa escala en Europa: sustituir el poliestireno (ese plástico derivado del petróleo muy popular por su bajo coste y sus propiedades aislantes que suele emplearse en paquetes de equipos electrónicos, muebles, botellas de vino, relojes, jabones o velas) por una masa creada con desechos y hongos.
El micomaterial se biodegrada en 41 días, mientras que el poliestireno tarda más de 500 años en descomponerse y sus tasas de reciclado son muy bajas. Además, la fabricación con hongos precisa poca energía y agua.
Ecológicamente, el cambio sería radical. Económicamente también, al menos en números. Si PermaFungi capturara solo el 0,05 % del mercado europeo podrían ingresar unos 28 millones de euros al año. Pero queda camino. Por ahora, el objetivo son 3 millones de facturación en tres años.
«En algunos segmentos estamos al mismo precio que el poliestireno. Para otros, ofrecemos un producto único, estético y con mejores características», afirma Jacquet.
Legislación verde
El movimiento de PermaFungi es parte de una tendencia que se materializa a través de Grown.bio en Países Bajos, Biohm en el Reino Unido, o Mycelium Packaging en Francia, filial de la estadounidense Ecovative, pionera en el sector de los micomateriales.
Para consolidarse como una alternativa, el proyecto cuenta con un horizonte legislativo amable, pues la normativa europea prevé que los envases no circulares se prohíban en 2030. Sin embargo, sus fundadores aspiran a ser rentables sin depender de la regulación.
PermaFungi ha firmado acuerdos con empresas locales y pequeñas, buscando un posicionamiento de nicho. Todavía no tiene músculo para dar servicio a gigantes como Ikea o L’Oreal, pero no descarta dar ese salto en el futuro, desliza Jacquet, que resume su década de aventura fúngica con cinco conceptos:
«Ser idealista, tomar riesgos, aprender de los errores, mantenerse entero en los momentos malos y saber disfrutar de los buenos», concluye el emprendedor. EFE
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