El hambre y los sinsabores de la carne
En Suiza se come cada vez más carne: 53.6 kilos por persona en 2010. El consumo de carne autóctona predomina -95%-, pero la creciente demanda solo se puede cubrir con forraje importado, como la soja de Brasil.
La producción industrial de carne tiene consecuencias ecológicas y sociales devastadoras. Hoy es el Día Mundial de la Alimentación.
Un solo kilo de carne demanda 20.000 litros de agua. De telón de fondo se encuentran las violaciones sistemáticas del derecho humano a la alimentación en las regiones productoras, generalmente los países del Sur.
¿La carne causa el hambre? «Sí, causa hambre», es la respuesta unánime de los expertos reunidos ayer en la Escuela Superior de la Suiza Noroccidental, en Argovia, de cara al Día Mundial de la Alimentación
“Si se parte de que es legítimo matar animales, tiene sentido comer carne producida en la región, bajo leyes de protección bastante restrictivas”, indica a swissinfo.ch Thomas Gröbly.
Con ello se evitaría el impacto ambiental que supone la producción y transporte de carne, señala este profesor de Ética del Instituto de Ciencias Humanas y Naturales de la Escuela Superior de la Suiza Noroccidental, coorganizadora de la Jornada dedicada al tema.
Gröbly critica que los animales consuman granos y soja importados. “La Asociación de Campesinos Suizos elogia siempre que Suiza se autoabastezca de carne hasta en un 95%. Pero si empleásemos solo forraje local, comeríamos solo la mitad de esa cantidad”.
Al grano del problema
El agrónomo Fritz Schneider coincide con Gröbly: También en Suiza la producción de carne está en conflicto con la seguridad alimentaria y la preservación ambiental.
“La carne producida aquí también causa emisiones de metano y dióxido de carbono. Además, esta producción solo es posible con la importación de forraje. Es el caso de la soja de Brasil, cuyo monocultivo está diezmando las selva amazónica”, explica el jefe del departamento de Agronomía de la Escuela Superior Suiza de Agricultura, con sede en Berna.
De acuerdo al experto, estas consecuencias dramáticas podrían mitigarse si el consumidor está bien informado, es consciente de la sostenibilidad y del manejo eficiente de los recursos.
“Debemos consumir menos carne, y en lo posible, preferir aquella de la región. En general, debemos tener una actitud muy cuidadosa con los alimentos que compramos, pues entre 20 y 30% de ellos terminan en la basura”.
Si bien es cierto que también en muchos países en transición aumenta el consumo de carne, “no podemos decirles que nio lo hagan cuando nosotros comemos el doble y tiramos la mitad”, según Schneider.
Este investigador indica además que solo el 60% de los alimentos que se consumen en Suiza se producen dentro del país. “Este aspecto se subestima porque importar es todavía más barato que producir; pero esto significa que no tenemos soberanía alimentaria”.
Cuando la carne se transporta en avión
“Somos conscientes de que la producción de carne afecta al ambiente y por ello, desde hace años, promovemos una producción con sello de calidad que ya cubre al 60% de la carne que comercializamos”, dice a swissinfo.ch Sibyl Anwander, jefa de calidad y sostenibilidad de Coop.
Este supermercado y el Instituto Federal de Investigación Art, añade Anwander, realizan un estudio sobre el balance ecológico de la carne suiza y de la importada. “Los resultados finales indican que no tanto el transporte sino el sistema de conservación es determinante en el gasto y eficiencia de recursos”.
Pero si la carne llega por avión, las emisiones de dióxido de carbono son un punto de la crítica. «Por ello, Coop desde 2007 se ha comprometido a compensar las emisiones causadas por este transporte. Además nos esforzamos para renunciar, en lo posible, al transporte aéreo de carne”, afirma Anwander.
Renunciar al consumo de carne es lo que promueve vegetarianismus.ch. Renato Pichler, presidente de esta asociación, señala: “Nuestro objetivo es informar sobre las consecuencias de nuestra alimentación orientada a la carne”.
Condiciones antinaturales
Además de las consecuencias ecológicas, Pichler subraya las condiciones antinaturales de la crianza en masa de animales, con métodos casi de tortura. «Por ello no es raro que surjan enfermedades nuevas en estos animales, que no dejan de ser peligrosas para los humanos”.
El estrés y la consiguiente segregación de hormonas como la adrenalina durante la matanza, sumado a las sustancias nocivas que ingirió el animal durante su vida, causa en el consumidor enfermedades como gota, reuma, problemas circulatorios, diabetes y algunas formas de cáncer que afectan menos a los vegetarianos, apunta Pichler.
Además critica que el sector ganadero sea fuertemente subvencionado para mantenerse rentable. “Suiza da en promedio 84% de sus subvenciones agrícolas a la producción de alimentos de origen animal”.
Tina Goethe, quien en Windisch habló de ‘Más carne, más hambre’ enfatiza que la práctica de comprar alimentos para animales domésticos no causará catástrofes a futuro, éstas ya son una cruda realidad, también en América Latina. “Los pequeños campesinos son expulsados de sus tierras, los que se resisten a abandonarlas cuentan solo con suelos erosionados y aguas contaminadas».
Junto a soluciones políticas, la encargada del tema soberanía alimentaria de swissaid considera que se necesitan iniciativas concretas como, por ejemplo, que todos los restaurantes ofrezcan siempre un menú vegetariano.
El sufrimiento detrás de la envoltura
Para Thomas Gröbly, la información transparente sobre las consecuencias de la crianza masiva de animales puede generar un cambio en la conducta individual del consumidor. “Barato significa siempre más dolor y sufrimiento del animal, y eso no se ve en un bistec empaquetado en plástico”.
Pero también se necesita información sobre las consecuencias sociales y ecológicas de la producción de carne. “En Argentina se expulsa a los campesinos de sus tierras para destinarlas al monocultivo de soja. Y esos terrenos al final terminan destruidos por los pesticidas y la erosión”.
Es importante reflexionar sobre las estructuras, considera Gröbly. “ Necesitamos una política agraria en la que la crianza y el bienestar de los animales tengan prioridad, además de que su alimentación sea a base de forraje local”.
No deberíamos flaquear ante la carne barata, es el decir del profesor de Ética. “En Suiza, el consumo de carne debería bajar a 25 kilos por persona al año. La reducción o la renuncia a este producto sería nuestra pequeña contribución a la materialización del ‘derecho humano a la alimentación”.
2008: Más de 400 mil toneladas. Incremento del 3% con relación a 2007. 53.43 kilos por persona al año.
La carne preferida fue la de cerdo (cerca de 200 mil toneladas, 50% de Suiza), seguida de la carne de res (90 mil toneladas, 80% de Suiza) y de ave (85 mil toneladas).
2010: 427.138 toneladas de carne.
53.6 kilos por persona al año,
es decir, más de un kilo por semana + 3.3% en comparación con 2009)
80% de la carne consumida en Suiza es de producción nacional.
Fuente: Proviande, organización del sector cárnico suizo
Según Greepeace Suiza, el creciente apetito por la carne ya ha causado catástrofes ecológicas y sociales.
De mantenerse esta tendencia, el sistema podría colapsar.
El habitante promedio de las ciudades del mundo industrializado consume 40 kilos de carne al año, el doble que hace 50 años.
Los habitantes depaíses en desarrollo y en transición consumen alrededor de 28 kilos per cápita.
Según la FAO, en esas regiones el consumo se duplicará hasta 2030, mientras que en los países del Norte se quintuplicará.
Se necesitarán en vez de 260 millones toneladas de carne, 373 millones de toneladas al año: +40%
Casi la mitad de los alimentos producidos en el mundo, como el trigo, el maíz o los aceites es se dirige al forraje para aves, vacas y cerdos.
Es decir, una transformación de mucho en poco: un solo kilo de carne vacuna es resultado de 8 kilos de granos, y alrededor de 20.000 litros de agua.
Al renunciar a un bistec se ahorra el agua que se necesitaría para ducharse durante un año.
Información: Greepeace Suiza
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