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Producir biogás en Benín no siempre es tarea fácil

Un saco grande relleno de biogás
El biogás producido en este biodigestor se transfiere a grandes bolsas a través de sencillos tubos plásticos. Las bolsas se almacenan fuera de las casas para conectarse a las estufas de gas. SWI swissinfo.ch / Céline Stegmüller

Dos plantas de digestión anaeróbica han sido construidas al sur de Benín con financiamiento suizo. Estas instalaciones permiten a la gente aprovechar al máximo los desechos orgánicos que normalmente obstruyen sus calles y mercados. El éxito de una, y el fracaso de la segunda, arrojan valiosos elementos de reflexión para futuras iniciativas de este tipo. 

Al final de un camino de tierra flanqueado por arbustos, nuestra atención se centra en el rojo de las banderas que ondean en lo más alto de una torre de agua ubicada tras un inmenso portal de hierro. El rojo une a las banderas de Ginebra, Suiza y Benín que danzan al ritmo del viento. Después de recorrer por tierra las dos horas que separan a Cotonou, capital económica de Benín, de Houègbo, nos encontramos en un sitio de recuperación de residuos creado en 2018 por la fundación ginebrina ReBin. 

Vista aérea del lugar de administración de ReBin
Vista aérea del sitio de recuperación de residuos de ReBin en Toffo, Benín: se aprecian los estanques de peces en el centro, los dos biodigestores en la parte inferior derecha y el área de compostaje a la izquierda. ReBin

Mark Giannelli, presidente de la fundación, nos da la bienvenida antes de iniciar un recorrido por las instalaciones. ReBin nació mientras Giannelli escribía su tesis de Maestría en Administración de Empresas en Desarrollo Sostenible, un proyecto que comenzó cuando atravesaba la crisis de la cuarentena.

El empresario basado en Ginebra fue inmediatamente seducido por Benin, un país que, a diferencia de sus vecinos de África Occidental, sí podía garantizar buenos estándares en la lucha contra la corrupción, el crimen y tenía desarrollo económico. «Vi un montón de basura, un vertedero improvisado en medio del mercado que todos veían como un problema y una amenaza, así que observé también una gran oportunidad para iniciar el proyecto», explica.

Rodeados por un pequeño comité de acogida compuesto por los principales actores locales vinculados al trabajo del centro, seguimos a Mark Giannelli en el recorrido por las diferentes áreas de este sitio en donde los residuos orgánicos se transforman en un gas de cocina limpio y barato, y también más seguro que la madera o el carbón que se utilizan comúnmente en Benín.

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Construido en menos de un año por un equipo de artesanos y empresarios locales con el apoyo de socios técnicos suizos y benineses, este centro ocupa más de una hectárea y está basado en un modelo de economía circular en donde todo se aprovecha. El agua del pozo se utiliza primero para la piscicultura, desde donde alimenta posteriormente el biodigestor que, a su vez, transforma los desechos orgánicos que los agricultores y pobladores venden a ReBin.

El biodigestor funciona como un gran estómago, dice Mark Giannelli mientras se acerca a la boca de la instalación. Las bacterias digieren la materia orgánica y producen biogás que, gracias a su ligereza, se propaga hacia la parte superior del dispositivo. A través de un tubo colocado en la parte superior del biodigestor, el biogás es transferido a grandes bolsas sin necesidad siquiera de utilizar electricidad. Estas bolsas pueden conectarse a una estufa de gas utilizando un simple tubo. Diez kilogramos de residuos orgánicos producen 1m3 de biogás, suficiente para cocinar entre 2 y 4 horas.

A unos metros de ahí, dos empleados remueven y riegan -con el agua enriquecida de los estanques de peces – las pilas de composta en las que todavía se distinguen restos de piña, la fruta típica de Benín. Aquello que el ‘vientre’ del biodigestor no logra procesar, se transforma en composta enriquecida por el efluente generado por la producción de biogás.  

Una visión a largo plazo

Entre 2018 y 2021, la cantidad de biogás producido se ha duplicado, y el registro del número de familias y agricultores involucrados ha aumentado de 230 a 452. Simultáneamente, los proyectos de la fundación han evolucionado para adaptarse al contexto local. Se ha establecido una asociación para recuperar los residuos orgánicos recogidos en el sur del país por la Empresa de Gestión de Residuos y Salud (SGDS).

Dada la importancia del agua potable para las comunidades, ReBin también quiere perforar una docena de pozos en 2024 e intercambiar “oro azul” por restos de desechos alimenticios. Cada kilo de residuos orgánicos recogidos será intercambiado por 12 litros de agua potable.

La producción de biogás podría descentralizarse para evitar que los habitantes de los pueblos tengan que realizar largas caminatas para ir a vender sus desechos a Rebin. «Desplazarse es realmente un problema para quienes viven un poco lejos del centro», dice Delphine Sedonou, gerente administrativa del centro. En lugar de vender biogás que se transporta en bolsas, se podrían instalar pequeños biodigestores semimóviles en los hogares, conectados directamente a la estufa, una solución que ya ha demostrado ser exitosa en otros países en desarrollo.

La Fundación ReBin se financia con subvenciones concedidas preponderantemente por municipios de Ginebra, otras fundaciones suizas y donaciones privadas. Esta organización ha generado sólidos vínculos con las oenegés locales y también con las autoridades de Benín. La fase piloto de un proyecto que enarbola la ecociudadanía en 50 escuelas fue lanzado al iniciar el ciclo escolar 2022. «Hay una visión de largo plazo que consiste en enseñar a los niños los beneficios de la economía circular en términos medioambientales, pero, sobre todo, en materia de desarrollo económico y social, ya que los estudiantes representan un tercio de la población de Benín”, dice Mark Giannelli.

Biogás junto al lago

El segundo sitio de producción de biogás beninés fue construido en 2017, también con recursos suizos. Se ubica en la comuna lacustre de Sô Ava, en la orilla norte del lago Nokoué, al sur del cual se extiende Cotonú. La ubicación no es trivial: la proximidad que tiene con la capa freática impidió a ReBin construir un biodigestor completamente enterrado. Por ello, la mitad superior del biodigestor solo quedó cubierta con una membrana flexible que sobresalía del suelo.

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Nos dirigimos a las oficinas de la oenegé beninesa ACED, en donde nos reunimos con Donald Houessou, cofundador y director de operaciones ACED. Houessou fue también el responsable de materializar este proyecto en la comunidad Sô Ava. El biodigestor, afirma, era la solución ideal para los dos problemas planteados por la población local: la gestión de residuos y la proliferación del jacinto de agua, una planta que dificulta el trabajo de los pescadores. El jacinto fue cosechado y compostado por los horticultores.

En 2014, ACED se puso en contacto con la empresa de ingeniería EREP, basada en la Suiza francófona. «A menudo sucede que los líderes de proyectos de biogás en África Occidental se ponen en contacto con nosotros para aprovechar nuestras habilidades técnicas», confirma Yves Membrez, director de EREP.

Gracias a la participación de EREP, el proyecto recibió apoyo financiero de Repic, una plataforma del gobierno suizoEnlace externo que selecciona proyectos de energía renovable en países en desarrollo y en transición. Repic financia el 50% de los proyectos -en este caso aportó alrededor de 100 000 francos suizos- y la otra mitad corre a cargo de las organizaciones participantes. La financiación suiza permitió realizar un estudio de viabilidad entre 2014 y 2015, así como la implementación del biodigestor en Sô Ava entre 2017 y 2019. Sin embargo, la sola provisión de fondos no es suficiente para garantizar la sostenibilidad de los proyectos.

Impacto a largo plazo

En 2019, el informe finalEnlace externo escrito por la empresa de ingeniería EREP para Repic refiere que la oenegé ACED estaba en capacidad de replicar de forma autónoma este tipo de instalación en otros municipios de la región. Pero Donald Houessou informa que la planta de digestión anaeróbica ha estado fuera de servicio durante un año y medio porque las bolsas de biogás que enlazaban con el biodigestor se agrietaron. El experimento original funcionó, precisa, pero reparar las bolsas fue muy difícil. «Acudimos a todos los artesanos locales que podían realizar este tipo de trabajo, pero no conocían este material. Así que no pudieron reparar las bolsas», detalla Houessou.   

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Para entender por qué se paralizó el proyecto, me reúno con Anita Fasel, coordinadora de la plataforma gubernamental Repic, quien me recibe en las oficinas de Sankt Ursen, un poblado ubicado en el campo friburgués. Explica que siempre se prefiere la utilización de materiales locales porque esto permite que los proyectos sean replicables. Pero en este caso, EREP tuvo que importar de Europa la lona y las bolsas para transportar el biogás. Tras concluir el seguimiento de un año previsto en el contrato con Repic, EREP perdió contacto con la oenegé ACED beninesa, así que no tuvo conocimiento de que el biodigestor dejó de funcionar.

Anita Fasel explica. «Si algo nos pertenece, intentaremos repararlo o reemplazarlo. Pero si no contamos los medios para ello, se torna difícil”. Dice que Repic monitorea a sus beneficiarios una vez al año durante los primeros cinco años posteriores a la finalización de proyecto. Pero Yves Membrez, director de EREP, refiere que Repic no se ha puesto en contacto con él desde que se presentó el informe final, información que también confirman a swissinfo.ch otros beneficiarios de Repic. Contactamos a los responsables de 45 proyectos que han sido exitosos durante los últimos cinco años, y solo uno de cada 6 nos confirmó haber recibido una llamada de Repic.

El destino de la planta de digestión anaeróbica en Benín no es pues un caso aislado en lo que se refiere a los proyectos apoyados por la plataforma suiza. El porcentaje de éxito -proyectos que se concluyeron satisfactoriamente- es del 87%. De estos, dos tercios alcanzan la llamada fase de multiplicación, que es considerada como uno de los criterios para recibir apoyo de Repic. «Una cifra impresionante si se piensa que se trata de proyectos innovadores en países en desarrollo», dice Anita Fasel. Pero la existencia de factores externos, como los cambios políticos, también pueden influir en el progreso de los proyectos.

El futuro del biogás en Benín

A pesar de su potencial para combatir la insalubridad y proporcionar combustible limpio para cocinar, la producción de biogás no es común en Benín: en el sitio web del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible beninés no se menciona siquiera esta alternativa. Buscamos una entrevista con las autoridades de este ministerio, pero fue declinada. Las oenegés impulsan los pocos proyectos existentes y aportan sus conocimientos especializados.

Para la Fundación ReBin, que sigue involucrada en el sitio de Toffo para apoyar un programa de aprendizaje dual, el futuro parece brillante. «Hoy en día, cubrimos un distrito de unos 14 000 habitantes, por lo que el potencial sigue siendo inmenso», dice Mark Giannelli. «El nuevo mercado moderno de Houègbo se abrirá pronto, también será necesario gestionar los residuos orgánicos». Los proyectos a pequeña escala a menudo se ven como una pequeña gota en el océano: el caso de ReBin se está convirtiendo gradualmente en un lago, al tiempo que en las orillas del lago Nokoué, un proyecto semejante se ha ahogado.

Editado por Veronica De Vore & Sabrina Weiss

Adaptado del francés por Andrea Ornelas

Este informe es parte de la Operación En Quête d’Ailleurs (EQDAEnlace externo), un proyecto de intercambio entre periodistas de Suiza y países en desarrollo. Este año, ocho parejas de periodistas trabajaron sobre el tema “Residuos, una responsabilidad colectiva”. En este contexto, Espoir Hounmabou, periodista de Eden TV/Diaspora FM en Benín, quiso descubrir la sensibilización que existe en Suiza en torno al manejo de los desechos (ver:  El caso de Bob Morlon, un experimento que puede funcionar en ÁfricaEnlace externo).

Céline Stegmüller y Espoir Hounmabou dándose un apretón de manos
El dúo de periodistas suizo-beninés en su primer encuentro en Lausana en junio de 2022. Christian Brun


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