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Cuando vivir entre altibajos se vuelve cotidiano

Esta escena se repite en varios comedores del llamado Cono Norte de Lima. swissinfo.ch

En Suiza Christine Ramsauer, de 29 años, era ebanista. En Perú es también maestra, gerente, vendedora, administradora.

La percepción de que otros la necesitan hizo que esta mujer decidiera quedarse en una de las zonas más pobres de Lima.

El comedor Aposento Alto está en las faldas de un cerro del distrito de Comas, a 22 kilómetros al norte de la capital peruana. En una vivienda precaria – la mayoría son chozas de esteras – funciona un comedor. Es mediodía y unos 20 niños, cada uno con un plato bajo el brazo, hacen cola disciplinadamente.

El menú es guiso de zapallo con arroz. La carne brilla por su ausencia. Los niños no reparan en ese detalle, tienen hambre y todo lo que les llene la barriguita es bienvenido. Hasta los más pequeños dejan los platos limpios. Comer de pie porque faltan sillas les importa poco.

Si alguna vez hay proteínas en el menú, vienen de las vísceras. “Para tener más raciones preparamos platos que cuesten lo menos posible, que en general tienen menor valor nutritivo”, reconoce Christine Ramsauer. Aposento Alto es uno de los 8 comedores del proyecto Acción de Amor.

Ayuda de la Suiza oriental

Sin embargo, no son los comedores, sino la carpintería Industrial Perú-Suiza Lukas lo que más consume el tiempo y las energías de la joven suiza de 29 años. Este taller se encuentra en el terreno de ‘Yo soy Jesús’, el colegio que también es apoyado por Iglesia Evangélica de Sax-Frümsen (cantón de San Gall).

El taller Lukas, equipado con máquinas de ocasión enviadas desde Suiza, necesitaba el año 2000 de alguien que lo dirija. “Me preguntaron si podía asumir esa responsabilidad y aunque nunca estudié gerencia o administración, pensé que podía intentarlo”, recuerda Christine.

Ser la cabeza de Lukas le fascinó, pero ella debía regresar a su país a fin de año y la idea de dejar todo en el aire la consumía. “Fui a Suiza sólo para convencer a Miguel de regresar al Perú”, refiere. Antes, se casaron.

El amor la llevó lejos

En realidad, fue por Miguel Bedregal, de 35 años, que Christine llegó al Perú por primera vez en 1998. “Vine a conocer a su familia, a su país”, recuerda. Ellos se enamoraron en un hogar para minusválidos en Balgach (cantón de San Gall) en 1997.

Ella enseña manualidades en madera y él trabajaba en agricultura. Miguel había llegado a Suiza en 1990. “Dejé el Perú por el terrorismo y la falta de perspectivas. En Suiza pude estudiar agricultura”.

En Lima, la pareja se dedicó en cuerpo y alma a los comedores, a Lukas y al colegio, las tres vertientes de ‘Acción de Amor’, proyecto que inició en 1981 Rosario Rivera (61), madre de Miguel.

“Muchos niños eran rechazados en los colegios por no ser reconocidos por sus padres. Esto me impulsó a abrir un colegio, a pesar de no ser maestra”, dice la asistenta social.

“Como cristiana evangélica, pedí a mi iglesia una esquina fuera del templo. Para ganar más espacio taladramos la roca, armamos una choza con esteras y cajones de frutas”, manifiesta. Así nació ‘Yo soy Jesús’, que en su primer año de funcionamiento empezó con 7 niños, al año siguiente tenían 12 niños y el tercero, 24. Hoy son 120 alumnos.

Desde sus comienzos, ‘Acción de Amor’ contó con apoyo suizo. Años antes de fundar el colegio, Rosario Rivera había conocido en la selva del Perú al misionero Werner Zehnder, quien la apoyó de manera privada. Al regresar a Suiza, Zehnder organizó la ayuda desde la Iglesia de Sax. Hoy el apoyo se concreta a través de la fundación ‘Verein Peru-Hilfe’, una rama del trabajo de esta iglesia de Suiza oriental.

Lukas es la esperanza

Las mayores esperanzas para lograr la autosostenibilidad de ‘Acción de Amor’ están cifradas en Lukas. “Nuestro objetivo es que el taller genere ganancias para subvencionar al comedor y al colegio”, añade Christine. Esta meta está aún lejana.
Lukas está en una zona periférica de la ciudad. Los pobladores de la zona carecen de recursos. La empresa es poco conocida por clientes con poder adquisitivo. La competencia es otro factor en contra. La mayoría opta por muebles baratos hechos en serie.

“Nuestro sello es la calidad”, remarca la gerente de la carpintería, a quien lograr productos diferenciados le ha costado varios dolores de cabeza. “Es difícil encontrar carpinteros calificados y eso se refleja en el producto. Por ello perdimos tiempo, dinero e imagen. Por fin, hace 5 años encontramos un maestro calificado y responsable”.

Un espacio para los suizos

Pero no todo es negativo. “Cada vez tenemos más clientes que valoran un trabajo de calidad”, manifiesta Christine, quien solicita carpinteros o ebanistas suizos voluntarios que durante un tiempo puedan enseñar en Lukas. “Aquí hay un espacio abierto para ellos”, asegura.

“Nos faltan recursos para abrir una tienda en otro lugar, por eso vamos a ferias”, dice, mientras muestra folletos que describen sus productos. Otra idea que le ronda la cabeza es la exportación.

Pese a las perspectivas, hay momentos en que le cuesta vivir rodeada de tanta miseria: adolescentes embarazadas que huyen de sus casas y dan a luz solas, en lugares donde ni siquiera hay un colchón para el recién nacido; niñas violadas por sus propios padres, madres drogadictas, familias enteras enfermas de sida o tuberculosis.

¿Cómo no dejarse avasallar por tanta tragedia? “Al comienzo fue muy difícil. Ahora me muevo mejor aquí. A veces pienso que no hay solución, estoy en el límite. De pronto recupero fuerzas y sigo adelante, pues en medio de tanto fracaso también hay éxitos”.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

Uno de los proyectos que apoya la Iglesia de Sax es la alimentación infantil de unos 400 niños. De lunes a viernes reciben una comida caliente, cuyo costo es de alrededor de 40 centavos por niño, unos 100 francos al año.

En el colegio ‘Yo soy Jesús’ estudian actualmente120 niños y niñas hasta segundo de secundaria. El próximo año esperan tener un grado más. Dentro de este colegio se encuentra el taller Lukas.

Para financiar estos proyectos de buscan padrinazgos en Suiza.

La Verein Peru-Hilfe! también realiza proyectos en la región de Pucallpa, en la región amazónica, con la etnia Shipibo-Conibo, a la que pertenecen unas 24 mil personas.

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