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Refugiado bueno o malo: posición suiza a través de la historia

Protesta estudiantil en 1956
Zúrich, octubre de 1956: estudiantes expresan su solidaridad con la revuelta popular en Hungría. En la pancarta: “Vergüenza para Rusia”. Keystone

No todos los refugiados reciben la misma cálida bienvenida, ni disfrutan de los mismos derechos. La forma en que Suiza acoge a los refugiados a menudo tiene que ver con su valor geopolítico, como muestra una mirada retrospectiva.

Actualmente, los refugiados provenientes de Ucrania pueden circular libremente y tienen acceso al mercado de trabajo en Suiza. Sin embargo, estas libertades les son negadas a otros grupos de otras nacionalidades. Las diferencias de trato tienen su explicación histórica. 

Cuando los tanques soviéticos invadieron Hungría una ola de solidaridad se expandió en Suiza: sonaron las campanas de las iglesias y la gente guardó un minuto de silencio conmovida por lo que en aquel momento se definía como la “lucha sin precedentes por la libertad del heroico pueblo húngaro”. Los refugiados de Hungría fueron acogidos incondicionalmente.

Trabajadores ferroviarios
1956, trabajadores en Berna guardan un minuto de silencio en solidaridad con Hungría. Keystone/Walter Studer

“Su deseo de venir a Suiza es suficiente”, declaró entonces el Gobierno helvético. Los húngaros fueron reconocidos unánimemente como combatientes por la libertad en lucha contra el comunismo y con derecho a obtener el asilo, lo que les permitió establecerse y trabajar aquí.

Acogida y recelos

Incluso así, esa apertura no se aplicó a todos por igual. Los que no constituían buenos ejemplos publicitarios en la lucha contra el comunismo tenían menos posibilidades de recibir el asilo.

También en la década de 1950, por ejemplo, muchas personas que huyeron de Argelia, un país en lucha contra el colonialismo y por la libertad, fueron aceptados a regañadientes como “necesitados y no como refugiados. Incluso la policía de extranjería sospechaba que se trataba de “extremistas”.

De igual forma, los judíos que decidieron huir a Suiza a fines de 1956 tampoco gozaron mucho de la cultura suiza de acogida que prevalecía en el país en esa época. Ese año, Israel, Francia y Gran Bretaña ocuparon la Península del Sinaí.  En ese marco, Egipto consideró a los egipcios judíos como enemigos “sionistas” del Estado. Ese sector de la población fue víctima de insultos y violencia. Sus negocios y comercios fueron confiscados y se confrontaron a un clima de saqueos y persecuciones.  

Sin embargo, en Suiza fueron invitados a dejar el país rápidamente después de su llegada. La estadía, así como sus viajes posteriores para salir del país, debieron ser solventados por organizaciones judías, una práctica que esa comunidad en la Confederación conocía ya desde la II Guerra Mundial.

En la correspondencia relativa al caso de una familia que solicitaba el derecho de estadía, el ministro Friedrich Traugott Wahlen afirmaba que temía mucho el “aumento excesivo de la población extranjera”.

Bote salvavidas

La decisión sobre quien podría gozar o no del asilo estuvo siempre condicionada por argumentos diferentes lejanos a la pura y simple generosidad. En el siglo XIX, la concesión del asilo y el rechazo de los pedidos de extradición se convirtieron en un gesto a través del cual Suiza, pequeña nación europea, podía demostrar el ejercicio de su soberanía nacional.

La lista de intelectuales perseguidos que acogió Suiza es muy larga:      Büchner, Bakunin, Lenin, los anarquistas, los dadaístas.  “Suiza, como refugio para personas perseguidas, esa es nuestra noble tradición”, señalaba una placa en la Exposición Nacional de 1939.

Tres años después, Edmund von Steiger, que por entonces fungía como director del Ministerio de Justicia y Policía, definió en un discurso a la orgullosa isla del refugio como un “pequeño bote salvavidas” que “no puede recibir a todos a bordo”. Las fronteras fueron cerradas a los refugiados judíos y miles de ellos terminaron en campos de concentración donde fueron exterminados.

Desde el punto de vista de las autoridades suizas, no eran refugiados políticos y no tenían derecho a gozar del asilo, el cual era concedido a aquellos que a nivel personal eran perseguidos políticamente. Ese derecho correspondía al ideal de combatiente de la resistencia o el intelectual radical. Los judíos, en cambio, no fueron perseguidos por algo que hubieran hecho sino por lo que eran.

Solamente al final de la II Guerra Mundial la política helvética de asilo nuevamente se hizo más abierta por temor a las críticas previsibles de las potencias vencedoras. Bajo la presión de los medios de comunicación, los sobrevivientes del Holocausto fueron admitidos sólo temporalmente.

En 1947, por primera vez fue abierta la posibilidad del “asilo permanente”. En 1951 Suiza se adhirió a la Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados.

A mediados de los años 1950, el Parlamento helvético reformó la política de refugiados para tiempos de guerra. Carl Ludwig, profesor de derecho penal de la Universidad de Basilea, llegó a la conclusión de que “sin duda”, una “política de admisión menos restrictiva hubiera salvado del exterminio a numerosos perseguidos”.

Su informe fue publicado exactamente en el momento en que Suiza recibía a miles de húngaros. La aceptación de los refugiados de Hungría debería constituirse en la prueba de que, en esa nueva etapa, Suiza estaba haciendo las cosas de forma diferente.

En 1957, el Consejo Federal (Gobierno) prometió una “política de asilo amplia” y convirtió la concesión del refugio en un “principio del derecho constitucional”.

Refugiados sin valor geopolítico

Los refugiados provenientes de países del Este, con regímenes propios del socialismo real, pudieron contar con esta generosidad.

Después de sus errores en la II Guerra Mundial, Suiza buscó una relación más estrecha con Occidente intentando posicionarse de la manera más clara posible.

A inicios de los años 1960, incluso los refugiados tibetanos de la distante República Popular de China fueron considerados como “personas con un carácter que se adapta bien para vivir entre nosotros, los suizos”.

Los refugiados de Checoslovaquia también fueron acogidos en 1968. No hubo necesidad de una argumentación individual. Se suponía que, al igual que las personas que vivían en otros Estados comunistas, estaban expuestas a una “situación interna de coerción relacionada con el régimen”.

En 1967, Hans Mumenthaler, por entonces jefe de la Sección de Extranjería y Asistencia Social, justificó esta política de la siguiente manera: “Querer exigir a una persona que demanda el asilo que demuestre la persecución o la amenaza de persecución es como exigirle que presente un pelo de la barba del Profeta. Se ha dicho, con razón, que dicha prueba sólo podría presentarse cuando el solicitante de asilo ya estuviera en manos de los agentes de policía”.

Un hombre lee una pancarta colgada en la vitrina de una farmacia
Zúrich, 1968: La pancarta colgada en la farmacia dice: “Cerrado hoy en solidaridad con el pueblo checo y en protesta por la invasión rusa”. Keystone

Pero no todos los regímenes fueron tan fácilmente reconocidos como una amenaza. Se preferían aquellos refugiados que tenían un valor geopolítico y que permitía posicionarse a Suiza en el contexto de la Guerra Fría.

Ese tipo de selección quedó en evidencia en 1973, cuando la Junta Militar de derecha que encabezó el general Augusto Pinochet tomó el poder en Chile. En aquella época el Consejo Federal no quería aceptar a ningún refugiado. Finalmente, luego de protestas de organizaciones defensoras del asilo político, el Gobierno se sintió obligado a aceptar refugiados chilenos.

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Miedo a un gran flujo 

Hasta los años 1970, el acceso al asilo constituyó una suerte de “derecho de misericordia” del Consejo Federal.

Fue apenas en 1979 cuando se estableció una disposición legal que clarificaba quién podría reivindicar el derecho al refugio con la intención de minimizar la arbitrariedad del asilo geopolíticamente orientado.

A partir de 1980 las solicitudes de asilo aumentaron, independientemente de la ley. La situación global había cambiado. Entonces, los refugiados llegaban de los Estados que se posicionaban como aliados en la lucha contra el comunismo.

En 1980 se produjo un golpe militar en Turquía. Miles de personas fueron perseguidas, en particular, miembros de la minoría kurda asediada huyeron a Suiza. Nadie habló entonces de una “situación de coerción relacionada con el régimen”.

Así, en la justificación de la solicitud de asilo de una persona kurda a principios de los años ochenta se decía: “Según su descripción, fue detenido durante una redada militar junto con mucha otra gente del pueblo (…) No se trata, de hecho, de una medida estatal dirigida específicamente contra el solicitante (…) según nuestra práctica, esto no tiene relevancia en términos de derecho de asilo”.

Aubert con Mobutu
En 1983, el dictador Mobutu fue recibido por el ministro Pierre Aubert en Berna, en 1983. Keystone / Archive

Mientras que en décadas anteriores, en general se había reconocido a los refugiados prevenientes de los países comunistas su actitud de resistencia relevante, en la nueva etapa la persecución como grupo dejó de ser reconocida como un motivo de asilo. Los “nuevos” refugiados fueron recibidos con radical recelo, y ya no se habló de una “situación de coacción relacionada con el régimen”.

Tal vez esto se debió a las apariencias étnicas diferentes. Los refugiados de Sri Lanka, país donde la guerra civil estalló en 1983, constituyeron el primer gran grupo de personas de piel oscura fuera del oeste de Suiza en llegar a Suiza. Algunos políticos los consideraron más extraños que los refugiados anteriores.

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Campesinos filipinos bailando frente al enorme monumento a Ferdinand Marcos

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Suiza y el dinero sucio de potentados y dictadores

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Por ejemplo Hans-Georg Lüchinger, consejero nacional (diputado nacional) por el Partido Radical solicitó en 1984 que se rechazaran ciertos grupos en relación con su origen. “Es cuestionable favorecer aún más la entrada de tamiles en Suiza mediante el tratamiento actual del procedimiento de asilo. Estos asiáticos difícilmente se sentirán en Suiza como en casa”.

Además, a inicios de los años 1980, ante el creciente número de solicitantes de asilo, se instaló la imagen de un flujo continuo de personas contra las que había que protegerse.

En 1985, la ministra Elisabeth Kopp afirmó que no se podía “abrir las compuertas a todos aquellos que vienen a nosotros por razones distintas al asilo”.

La idea de que los refugiados querían abusar del derecho de la hospitalidad de Suiza fue tomando peso en los años 1980 y las primeras revisiones de la Ley de Asilo en 1984 y 1988 aumentaron las exigencias para obtener el refugio.

Afiche de la UDC
Este afiche de la Unión Democrática de Centro (UDC/derecha conservadora) de 1999 y con la inscripción “Alto al abuso en el asilo”, de 1999 muestra al refugiado como un violento intruso. Keystone / Michele Limina

Espectro del “solicitante de asilo”

Mientras que los especialistas en migración se referían de forma neutra a los “nuevos” refugiados, los políticos los dividieron rápidamente entre “falsos y verdaderos refugiados”.

La expresión de “refugiado económico” fue empleada para expresar el miedo de que la gente ya no viniera a Europa Occidental para huir de la represión sino para escapar de la pobreza y la miseria, incluyendo también a los que huían de las guerras civiles, por ejemplo.

A inicios de los años 1990, la Unión Democrática de Centro (UDC/derecha conservadora) asumió con éxito esa clasificación y popularizó la nueva imagen del refugiado. En sus campañas, los refugiados ya no eran principalmente gente que necesitaba de protección, sino que quería encontrar pretextos para permanecer en Suiza.

Si durante la Guerra Fría el típico refugiado era visto como perseguido por un régimen comunista violento, después de 1989 cambió la percepción del “solicitante de asilo” y se le asoció con el traficante de drogas, asesino, criminal.

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, habría sido bastante concebible ver también llegar a Suiza a refugiados de Afganistán y Siria, países aliados en la “guerra contra el terrorismo” internacional. Al fin y al cabo, huían de los talibanes o del Estado Islámico. Sin embargo, en Suiza, no se produjo una ola de solidaridad significativa con los refugiados provenientes de Siria.

– Discusión de fondo con Jonathan Paerli, autor de la disertación (aún inédita) sobre la historia del activismo de asilo suizo. “La otra Suiza”

– Jefe, Catalina et al. (Ed.): Disputa de paz: Christian Peace Service 1938-88. 50 años de historia contemporánea. 1988

– Daniel Gerson: los judíos de Egipto como piedra de toque de la política de refugiados suiza en el período de posguerra. En: Helena Kanyar Becker (Ed.): Represión, Transfiguración, Responsabilidad. Política suiza de refugiados en el período de guerra y posguerra, 1940-2007. 2007

– Patrick Kury: “Culturas acogedoras” en la Guerra Fría” en: Lisia Bürgi/Eva Keller (Ed.) Excluidos de ser influyentes: espacio para maniobrar al margen de las estructuras de poder establecidas. 2021.

– Jonathan Parli et al.; El mundo es nuestro barco – 30 años FPA Zurich: la Freiplatzaktion Zurich en el contexto del movimiento de asilo y la política migratoria estatal 1985-2015. 2015

Traducido del portugués por Sergio Ferrari

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