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Cuando Suiza daba rienda suelta al franco

banquero
El abandono de los tipo de cambio fijos causó mucho nerviosismo: banqueros en la bolsa de Fráncfort en 1973. Keystone / Str

El patrón oro se abandonó definitivamente en 1973. Una de las consecuencias fue la inestabilidad de los tipos de cambio, que también afectó a Suiza.

El Banco Nacional Suizo (BNS) anunció a principios de este año un déficit récord de 132 mil millones de francos, que había acumulado en su lucha contra la apreciación de la moneda nacional, adquiriendo moneda extranjera para contrarrestar una compra masiva de francos.

Históricamente, la gran dependencia del Banco Nacional es un fenómeno relativamente nuevo para la economía suiza. Todo comenzó en el mes de enero de hace 50 años, cuando Suiza tuvo que abandonar los tipos de cambio fijos. Swissinfo ha entrevistado a dos historiadores para hablar sobre este cambio profundo.

Adiós al oro

Los historiadores utilizan la expresión “años del milagro económico” cuando se refieren al período entre 1945 y mediados de la década de los setenta. El fin del boom coincidió con la quiebra del sistema monetario internacional de Bretton Woods.

Los Acuerdos de Bretton Woods, que 44 países habían cerrado en una conferencia de la ONU en 1944, tenían por objetivo minimizar las fluctuaciones monetarias internacionales. Por un lado, se vinculó el dólar estadounidense al oro y, por otro, se acordó que todas las naciones se obligaran a estabilizar —principalmente, mediante compraventas de dólares— sus respectivas monedas con una política monetaria adecuada.

Conferencia
Conferencia de Bretton Woods: Aquí, en New Hampshire (EE. UU), se debatió en julio de 1944 sobre el régimen de políticas monetarias que se iba a implantar tras la guerra mundial. Un Photo

Después de 1945, las políticas monetarias internacionales buscaban la estabilidad y la previsibilidad. Para el historiador económico Tobias Straumann, Bretton Woods suponía prolongar, en cierta manera, la economía de guerra: “Tras la Primera Guerra Mundial se volvió rápidamente al régimen económico liberal del siglo XIX, lo cual desembocó en la Gran Depresión de 1929. Por eso, después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados fueron más precavidos, dilatando el tránsito hacia una economía de paz.”

Sin embargo, a finales de la década de los sesenta, este sistema empezó a mostrar sus carencias. Estados Unidos ya no pudo mantener su garantía de entregar una determinada cantidad de oro por cada billete de dólar. Finalmente, en 1971, el presidente Richard Nixon anunció el abandono del patrón oro.

Para Straumann, este paso supuso “la mayor ruptura en la historia monetaria”: “Desde entonces solo existe el billete impreso. Los Estados pueden endeudarse sin límites, lo cual antes solo era posible de forma restringida gracias a la vinculación de la divisa al metal precioso”, afirma.

Desde los años 1960, la Confederación llevaba defendiendo firmemente este sistema monetario de tipos de cambio fijos. Max Iklé, entonces miembro del directorio del BNS, subrayó en 1962 que con esta política también trataba de contribuir a mejorar la reputación de Suiza. Seguramente, todos ya se han dado cuenta “que la competencia extranjera recela de los enormes negocios internacionales que nuestros bancos están haciendo”, comentó entonces Iklé. Incluso el presidente estadounidense decía que Suiza era un “paraíso fiscal” y que la riqueza exigía compromiso, también en la política monetaria.

Pero a finales del año 1973, Suiza se salió de la fila. Una crisis monetaria en Italia había provocado una oleada de compras masivas de francos. El ministro suizo de Hacienda, Nellio Celio, advirtió que, temporalmente, el Banco Nacional ya no iba a comprar más dólares, dejando que el mercado decidiera sobre la cotización de la moneda nacional.

Esta medida significó que ya no se seguía sosteniendo al franco mediante la compraventa de dólares. Suiza inició así el fin del sistema político-monetario de la posguerra, siendo el primer país en “dar rienda suelta” a su moneda.

Guardianes se convierten en cambistas

Sería una equivocación afirmar que este paso se diera tras una meditada reflexión estratégica. Tanto el Consejo Federal como el Banco Nacional partían del supuesto de que la compra de dólares solo se suspendería por un tiempo limitado antes de volver a la práctica usual. Todavía en 1971, el entonces presidente del Banco Nacional Suizo, Fritz Leutwiler, descartaba los tipos de cambio flexibles por considerarlos sencillamente “utópicos”.

Incluso cuando el cambio de sistema ya estaba decidido, dijo a un colega que “no tenía idea de cómo se podía hacer política monetaria con tipos de cambio flexibles”. No obstante, Leutwiler se convirtió, posteriormente, en un experto en frenar la afluencia de capitales extranjeros a Suiza. “Los banqueros nacionales tuvieron que dedicarse a cosas que no querían hacer y se vieron obligados a improvisar constantemente”, comenta Straumann.  

En el zoo, un domador de serpiente con una que tiene en la piel las banderas de distintos países
Un guardián de zoológico explica en 1975 el comportamiento de la serpiente monetaria ante las cámaras de Televisión Suiza. SRF

De hecho, el BNS no confiaba mucho en su decisión unilateral. Ya en 1975 se sopesó la adhesión a la “Serpiente Monetaria Europea”, un sistema creado por la Comunidad Europea (CE) para poner en práctica la denominada “flotación en bloque”. Para los países de la CE “fue algo parecido a un campo de entrenamiento para el euro”, aclara Jakob Tanner, profesor emérito de Historia en la Universidad de Zúrich. “Entonces nació la idea de que solo se podían eludir las inseguridades de la flotación si se suprimían los tipos de cambio dentro de un bloque estable, lo cual se logró en 1979 con la consolidación del «Sistema Monetario Europeo».”

Pero la adhesión de Suiza se vio truncada por la oposición de Francia, que quería evitar un bloque de países con monedas fuertes en torno al marco alemán, aunque también, y no en último lugar, por las críticas al secreto bancario que trascendieron.

La industria y los tipos de cambio flexibles

Suiza llamó a la puerta de la Comunidad Europea por la drástica apreciación que había experimentado el franco debido a la eliminación de los tipos fijos, con consecuencias importantes para la industria nacional de exportación. En la década de 1970 a 1980, la tasa de ocupación en el sector industrial suizo bajó del 40 al 32 por ciento. Solo gracias a la repatriación de la mano de obra extranjera y al despido de mujeres con jornadas reducidas se consiguió evitar un paro masivo. Responsable para esta recesión era la nueva política monetaria, según los sindicatos.

Sin embargo, sería una equivocación afirmar que fue por eso que Suiza se convirtió, sucesivamente, en un país desindustrializado. En la actualidad, la industria productora suiza genera algo más del 25 % del PIB nacional, porcentaje que supera el de Alemania (24 %), Italia (22 %) o Francia (16 %).

No obstante, los altos tipos cambiarios del franco dieron lugar a cambios profundos en la estructura productiva de la industria. “En Suiza sobrevivieron sobre todo aquellos sectores que lograron rehuir la dura competencia de precios. Si un fabricante produce válvulas con tecnología puntera en el Oberland Bernés, no es tan relevante si se duplica el precio del producto porque se fabrican con máquinas que cuestan millones; más importante es la calidad y el servicio internacional”, comenta Jakob Tanner.

De la misma manera lo ve Straumann: “Una constante presión alcista obliga a la economía a diversificarse e innovarse.” No obstante, existe el riesgo de que “al final solo fabricamos bienes de lujo, como relojes o productos farmacéuticos especializados”, advierte.

El Banco Nacional aumenta su poder

No obstante, el BNS no actuó sin tener al menos una noción mínima de cómo había que proceder. En 1974 empezó a emitir un pronóstico sobre el volumen global de dinero en circulación para el año siguiente. “De este modo se consiguió transmitir un mensaje de relativa tranquilidad. Se suministró capital para respaldar el crecimiento económico”, resume Straumann. Sin embargo, el franco siguió encareciéndose drásticamente.

Entre 1975 y 1976, el producto interior bruto de Suiza cayó un 7,15 %, un récord mundial incluso para la década de los setenta, tan sacudida por las crisis. Luego, en 1978, en solo nueve meses, el valor del franco se disparó un 30 % con respecto al dólar. Economistas como Milton Friedman subestimaron la fluctuación de los tipos de cambio, explica Straumann. “No contaban con oscilaciones tan amplias del tipo como los que se produjeron en los años setenta.”

En un primer momento se acudía a instrumentos tradicionales para combatir la crisis, por ejemplo, cuando se trató de controlar el capital que circulaba en Suiza. Pero esta medida no dio apenas resultados. No se debilitó solo el dólar, también el marco alemán, que durante mucho tiempo había sido la divisa de referencia para el franco.

El Banco Nacional se vio en la necesidad de buscar nuevas soluciones y emitió por primera vez directrices. Con el franco compró marcos, modificando así el precio mediante una reducción de la demanda. Una novedad entonces fue que se comunicó un umbral mínimo. “El objetivo era volver a obtener más de 80 céntimos por marco”, explica Straumann. Y así se hizo hasta que los cambistas acabaron aceptando el nuevo límite. Fue una estrategia a la que más tarde se recurrió reiteradamente.

Mediante la “flotación” se creó por primera vez la posibilidad de desarrollar una política monetaria autónoma. De este modo, el Banco Nacional se convirtió en un actor decisivo en un área en la que el Parlamento no podía intervenir. “Evidentemente, existen razones fundadas para conservar la independencia del Banco Nacional, porque de esta forma se evita que se convierte en un juguete a merced de los intereses particulares y sectoriales”, señala el historiador Jakob Tanner, y añade: “Con el tránsito hacia tipos de cambio flotantes, el Banco Nacional se convirtió de un pequeño club exclusivo en una gran organización con un departamento de investigación propio. Asume una responsabilidad enorme para toda la política económica. Por eso debería tener la obligación democrática de rendir cuentas. Su independencia no impide que así sea.”

Adaptado del alemán por Antonio Surárez Varela

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