«Esa mítica alegría del Tesino», Marco Solari

Fue sólo hasta la mitad del siglo pasado cuando el Tesino dejó atrás pobreza y emigración. Keystone Archive

Desde el año pasado presidente del Festival Internacional de Cine de Locarno, Marco Solari conoció la celebridad a nivel nacional cuando fue coordinador de los festejos de los 700 años de existencia de la Confederación. Nacido en Berna, fue presidente de la Oficina cantonal para el Turismo del Tesino. Vive en la Suiza italiana y en Zúrich, donde trabaja como subdirector del gigante de las comunicaciones de Suiza, "Ringier". Para swisissinfo, Solari dedica unas líneas al Tesino:

Según un sondeo de opinión, los grisoneses y los tesineses se cuentan entre los suizos más simpáticos. No es que yo atribuya gran peso a este tipo de encuestas, sobre todo porque entre mis conocidos hay «compatriotas» muy poco amables, mientras que existen en Zúrich muchos zuriqueses cordiales, que el sondeo ponía en último lugar.

Probablemente la «clasificación» tiene un valor económico y turístico, ya que confirma el mito de los tesineses como «gente alegre», un cliché rechazado por nuestros intelectuales pero acariciado por muchos de nuestros huéspedes.

¡Ah!, esa antigua nostalgia nórdica del Sur, del calor, del sol, tomados como sinónimos de libertad. Como un liberarse de las convenciones y de los hábitos; liberarse de todos los vínculos que impone la sociedad. De modo que los tesineses – primer pueblo meridional con el que uno se topa al sur de los Alpes – tienen que seguir correspondiendo forzosamente a esta imagen: alegres, despreocupados, como adultos que no han crecido del todo.

La otra cara del tesinés – siempre según esta imagen prejuiciosa – implica obviamente superficialidad, irresponsabilidad y, muy probablemente, pocas ganas de trabajar. En fin, se acepta que los tesineses también son «buenos suizos», como estaba escrito, con empalagoso paternalismo, en un libro de texto que leíamos en mi escuela primaria de la Suiza alemana.

Pero, ¿cuál es el carácter del tesinés? Somos, quizás más que otros, el producto de nuestra historia. Una historia dramática, marcada por la miseria, el hambre y la emigración. Hemos pasado siglos desafiando a la naturaleza en las regiones montañosas y luchando contra enfermedades en las aldeas cenagosas de las riberas de los lagos.

Durante 300 años, la región de los valles del Tesino fue súbdita de la antigua Confederación y la vida en estos lugares llevaba el signo de una miseria inimaginable hoy día. En 1795, es decir ayer casi, el patricio bernés Karl Viktor von Bonstetten, después de haber estado en el valle de Verzasca, escribía : «Ningún cerdo de la Suiza alemana querría vivir en estas chozas miserables». Palabras despiadadas que todavía duelen.

Bonaparte conquistó la vieja Confederación, pero liberó el Tesino. Más tarde el cantón vivió un siglo XIX lleno de entusiasmos políticos y de apoyo al Resurgimiento italiano, pero también de indescriptibles necesidades económicas y de carestías que obligaron a la gente a emigrar, incluso a continentes lejanos.

Finalmente, gracias al ferrocarril y al túnel del Gotardo, se logró cierto bienestar. Pero se ha tenido que pagar un elevado precio cultural para que el Tesino pudiera adaptarse «ad usum turistae».

Hoy en día, pasados algunos decenios, el Tesino parece más seguro de sí mismo. Es un Tesino lombardo que no debe someterse más y que gracias a su actividad económica y cultural ha obtenido incluso peso político.
Suiza debe cuidar el Tesino, porque es su tercer alma, la que seguramente podría servir de balanza e impedir que se agudice el latente conflicto entre la mayoría suiza alemana y la minoría francófona.

Yo creo en mi Cantón lombardo. Y en sus extraordinarias posibilidades culturales y políticas.

Marco Solari