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Kosovo y Suiza, Suiza y Kosovo

Kosovo y Suiza, una relación intensa

Niños jugando en un patio de un centro de asilo
Niños que han huido de Kosovo en un centro de asilo de Kreuzlingen (Suiza), 1999. Keystone / Mario Gaccioli

Durante mucho tiempo, la comunidad kosovar fue invisible en Suiza. En los años 90 se convirtió en estereotipo racista, sin embargo, hoy algunos hablan de Kosovo como el 27º cantón del país alpino. Kosovo y Suiza es la historia de una profunda relación entre ambas naciones.

Kosovo cuenta con 1,8 millones de habitantes. Por otro lado, en Suiza viven 250.000 kosovares, de ahí que algunos hablen de la comunidad kosovar como el 27° cantónEnlace externo. Ambos países mantienen una estrecha relación desde que Suiza desempeñó un papel clave en la independencia del joven Estado en 2008. 

La historia de este movimiento migratorio al país alpino se remonta a los años sesenta, cando hubo una contratación de mano de obra en la antigua Yugoslavia. Entre 1965 y mediados de los años setenta, llegaron a Suiza entre 300 y 1.800 trabajadores al año procedentes de las regiones más pobres de Yugoslavia, muchos de ellos de Kosovo, donde se dice que incluso la oficina de trabajo enviaba gente directamente a Suiza. La mayoría venía a trabajar en granjas. A menudo, el padre se encargaba de traer posteriormente a su hijo o a su sobrino. Finalmente, esa mediación familiar dio lugar a verdaderos “árboles genealógicos”, como explica la comnunidad científica etnológica.

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Sin embargo, los trabajadores que llegaban a Suiza no tenían intención de traer a toda la familia consigo. Desde tiempos del Imperio Otomano, los hombres kosovares iban en busca de ingresos al extranjero. El “Gurbet” -el trabajo en el extranjero- se canta aún hoy en canciones folclóricas de carácter triste: “Aman, Aman [título de la canción], tanto Alemania como tú, solitaria Suiza, me engañasteis en mi juventud, y no sé de qué me sirve toda esta riqueza”. 

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El salario estaba destinado a la extensa familia en Kosovo, a la que deseaban regresar un día. Los kosovares en Suiza, también llamados los “trabajadores invitados”, iban de permiso en permiso de trabajo. A menudo tardaban años en regresar a su patria, si es que finalmente lo hacían. En Suiza vivían humildemente en completa austeridad, aislados, casi invisibles. Durante mucho tiempo, “Kosovo” no era más que un lejano paisaje.

Kosovo aparece en los mapas

En 1981, los estudiantes de Kosovo se rebelaron en un sentido amplio. En primer lugar, contra la pésima comida del comedor y después, a favor de que Kosovo se convirtiera en una república independiente dentro del Estado multiétnico de Yugoslavia, pero independiente de Serbia.

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Ese mismo año, 300 personas se manifestaron en Zúrich a favor de “La República de Kosovo”. Denunciaron la brutalidad con que el Estado yugoslavo actuaba contra su minoría. “Donde yo vivo, nadie me conoce como albanés, tenemos mucho cuidado con eso”, destacaba un activista en una entrevista que le hicieron en un periódico de izquierads suizo de la época. El activista señaló también las represalias que tenían que temer: desde la cárcel a la tortura, pasando por la muerte. 

En Europa, el conflicto de Kosovo con el resto de Yugoslavia se vio durante mucho tiempo como un giro hacia el estalinismo de la vecina Albania, tal y como lo retrataron los dirigentes yugoslavos. Parece que la comunidad suiza comienza a comprender la cuestión. En 1984, un participante en otro mitin expresó su opinión en otro periódico suizo: “Si lo comparamos con Suiza, nosotros queremos simplemente nuestro propio cantón”.

Manifestación en Zúrich
El 1 de mayo de 1985 se convoca en Zúrich la República de Kosovo. Gertrud Vogler / Schweizerisches Sozialarchiv

En la década de 1980, el número de solicitantes de asilo kosovares en Suiza aumentó de forma continuada. Las cifras no se registraron con precisión ya que la comunidad kosovar aparecía en las estadísticas como población yugoslava. Los primeros kosovares en Suiza, que al principio eran principalmente activistas, empezaron a traer a sus familias a Suiza a finales de los años ochenta, aunque inicialmente no fuera lo previsto. 

La situación parecía demasiado desesperada para que pudieran regresaran pronto. A finales de los ochenta, Slobodan Milošević, el último presidente de Yugoslavia antes de la guerra civil, señaló que Kosovo era el campo de batalla decisivo en el proceso de construcción de la nación serbia y suprimió el derecho de la región a una administración autónoma, del que había disfrutado desde 1974. Se declaró el estado de emergencia y se estableció una sociedad de dos niveles.

Los medios de comunicación kosovares se adaptaron, las escuelas pasaron a enseñar según los planes de estudio serbios y se marginó la lengua albanesa. Se dificultó el acceso de los kosovares al sistema sanitario y se les expulsó de la economía y la administración estatales, lo que en un país socialista significaba desempleo y pobreza inmediatos y persistentes.

Los que querían seguir trabajando tenían que firmar una declaración de lealtad al Estado serbio; casi nadie se atrevía a hacerlo. Las manifestaciones masivas contra esta política de segregación fueron brutalmente disueltas.

La UÇK con uniforme suizo 

Los kosovares fundaron sus propias escuelas, cadenas de televisión y centros de salud. Surgió una sociedad paralela, que se vio respaldada por el dinero de la diáspora, ingresado en una cuenta numerada en Suiza. En 1991 se proclamó – unilateralmente – por primera vez el Estado de “Kosovo”. Pero sin efecto internacional. 

Tras el conflicto yugoslavo, los Acuerdos de Dayton pusieron fin a la guerra en Bosnia-Herzegovina en 1995. Sin embargo, no se tuvo en cuenta la cuestión de Kosovo. La separación de Serbia era tan sólo una perspectiva lejana. Durante mucho tiempo, la lucha por un Kosovo libre fue llevada a cabo de forma no violenta por el ‘Lidhja demokratike e Kosoves’ (LDK) de Ibrahim Rugova. 

Sin embargo, la comunidad kosovar cada vez se sentía menos representada por la trayectoria pacifista de la LDK, ya que la opresión serbia y la sociedad dividida en dos niveles no cesaban. A mediados de los noventa, la ira en un entorno más rural dio lugar al ‘Ushtria Çlirimtare e Kosovës’ (UÇK), el llamado Ejército de Liberación.

Al mismo tiempo, se creó el fondo de recaudación Das Heimatland ruft [La patria llama], que la diáspora utilizó para recaudar dinero para material de guerra, entre otras cosas, también en Suiza. En ocasiones, se dice incluso que la UÇK vestía uniformes del ejército suizo comprados en armerías de aquí.

El conflicto con Serbia se recrudeció en 1998. Durante la primavera de 1999, las tropas serbias expulsaron a gran parte de los kosovares. Un total de 13.000 personas murieron en el conflicto en 1998 y 1999, de las cuales unas 10.000 eran kosovares y 3.000 eran serbios y miembros de otros grupos.

Los países vecinos, Albania y Macedonia, acogieron a 670.000 de los 860.000 refugiados. Más de 43.000 solicitaron asilo en Suiza. Sólo Alemania, diez veces mayor, acogió a más solicitantes de asilo de Kosovo, con 53.000 personas. Sin embargo, la mayoría de los solicitantes en 1999 regresaron a sus casas tras la intervención militar de la OTAN, que bombardeó Serbia de marzo a junio de 1999.

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Suizo-alemán en Prístina

En la década de 1990, la población kosovar que huye a Suiza, se encuentra con un país en recesión y que luchaba por deshacerse del orden de la Guerra Fría. 

La derecha conservadora, la Unión Democrática de Centro (UDC por sus siglas en francés), en particular, buscaba nuevos estereotipos de enemigos. En 1998 una pancarta en Zúrich causó un gran revuelo. En ella el partido conservador se pronunciaba en contra de una red de contacto para albanokosovares, una medida para conectar a la creciente comunidad de refugiados.

Un cartel de anuncio en una pared en Zúrich que pone kosovares-albaneses, no gracias
Cartel del partido conservador UDC, Zúrich, mayo de 1998. Keystone / Michele Limina

En la década de 1990, la invisibilidad de los kosovares llegó a su fin. Pasaron a formar parte de la retórica política y fueron acusados de traficantes de drogas y delincuentes.

La imagen suiza de la diáspora kosovar ha mejorado en los últimos veinte años. Sin jugadores de fútbol kosovares como Xherdan Shaqiri o Granit Xhaka, la selección suiza de fútbol difícilmente podría clasificarse regularmente para los Campeonatos del Mundo y de Europa, y ahora todos los partidos intentan ganarse a la diáspora kosovar nacionalizada.

Según cifras de 2021 de la Oficina Federal de Estadística, 285.000 suizos y suizas hablan albanés en casa, la mayoría de ellos procedentes de Kosovo.

Por el contrario, en Prístina se oye mucho suizo alemán en verano, cuando los “Schatzis”, como se llama a los kosovares de la diáspora de habla alemana, visitan su segunda patria.

Texto adaptado del alemán por Carla Wolff

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