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«Suiza existe porque es un acto de fe» Borges

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Un nuevo y documentado libro sobre Jorge Luis Borges, escrito en Ginebra, muestra el gran amor que tenía el escritor bonaerense por Suiza, un país confederado. "Borges: la posesión póstuma", (Madrid, Foca, 2000) revela además que el laureado literato, al final de sus días, quiso hacerse suizo.

El autor sostiene que Ginebra fue una «ciudad fundamental» en la carrera literaria de Borges. «Pero también fue la que tuvo importancia sentimental para él. Alguna vez dijo que sólo tuvo tres grandes amigos en su vida. Y los tres en Ginebra: Maurice Ambramowicz, abogado; Alexandre Slaktine, librero; y Simón Jichlinsky, urólogo. Se dice igualmente que tal vez en Ginebra tuvo un gran amor; pero esto no está demostrado», añade el autor.

En cuanto a los lazos afectivos con Suiza, este país encabeza su último volumen de poemas de 1985. «Ese volumen lleva el título de una de las poesías que están allí dentro, que se llama «Los Conjurados». Ese texto es un elogio a Suiza, a un país donde existe una mezcla de culturas y de lenguas. Para Borges, Suiza existe porque es un acto de fe. En Suiza hay personas que hablan idiomas diferentes y profesan culturas distintas, pero se han puesto de acuerdo para ser suizos», declaró Gasparini a swissinfo.

Educación ginebrina

El texto, a la venta en las librerías hispanohablantes de Suiza, recuerda que el onírico escritor bonaerense hizo sus estudios secundarios en el Colegio Calvino de Ginebra, entre1914 y 1918.

«Pasó su temprana juventud, cuando su familia fue atrapada en Europa a raíz de la primera Guerra Mundial. En esos cuatro años, Borges aprendió latín, francés y alemán; además de inglés y castellano que ya hablaba. En ese contexto decidió ser literato», recuerda Gasparini, destacando el rol de la enseñanza suiza en la precoz carrera del autor. Por tanto, Ginebra fue una ciudad esencial en su vida y no es de extrañar que, ya anciano, Borges decidiera volver para pasar sus últimos días.

Misterios

En los últimos meses de la existencia del autor de «Historia Universal de la Infamia», de noviembre de 1985 a junio de 1986, ocurrieron algunas ‘cosas misteriosas’. Este período oscuro motivó a Juan Gasparini a indagar lo que pasó. En su libro se reconstruyen tres «extraños» comportamientos del hombre de letras:

Una vez, estando en Ginebra, despide a la ama de llaves que había tenido durante 36 años en Buenos Aires, la señora Epifanía Uveda de Robledo. Con la agravante de que era una de las beneficiarias de su primer testamento.

Se casa después con María Kodama, su compañera de aventuras y de viajes. También desde Ginebra, Borges firma un poder para esposar a Kodama…!en Paraguay!. El literato fue a tan recóndito sitio a buscar un papel que justificara la condición de «esposa» de su colaboradora, porque allí podía eludir la legislación argentina que le prohibía segundas nupcias.

Borges muere finalmente en Ginebra, cuando desde mucho tiempo antes había dicho que quería descansar eternamente en el cementerio de La Recoleta, en la capital argentina, junto a sus antepasados.

Para Gasparini, nada fue casual. Citando a una de sus fuentes testimoniales, dice: «Hay una serie de hechos que, concatenados, pareciera que alguien en un momento dijo: ‘bueno, vamos a organizar bien la cosa, hay que hacer esto, después hay que casarse, y luego hacer aquello para quedarnos con todo’, esta es la sensación que yo tengo», relata a Swissinfo.

¿Fue María Kodama la verdadera instigadora de la casi secreta salida de Borges de la Argentina? ¿Actuó para quedarse con la fortuna del multipremiado escritor?
«No lo sé», responde el autor de «Borges: la posesión póstuma.»
«Lo que sí comprobé es que la vejez es un naufragio y que Borges estuvo consciente de todo.»

«Yo no comparto algunas tesis que se han formulado en ese sentido en Argentina. Borges estuvo completamente consciente de todo esto. No tenía otra alternativa. Era un señor que llegaba a los 86 años, viejo, enfermo, moribundo, ciego. Y la única persona que lo acompañaba en sus viajes al extranjero era María Kodama. Era una mujer a la que Borges le dedicó sus escritos finales y con la que -según Adolfo Bioy Casares- decía que ‘cuando está ausente, quiero que esté; y, cuando ella está, quiero que se vaya’. Pero los misterios de la relación entre ese hombre y esa mujer no los podremos desvelar nunca». Misterios que, al parecer, la misma Kodama no quiere revelar, dado que nunca respondió a la solicitud de Gasparini, formulada el 12 de junio de 1999, para sostener una conversación sobre el tema. (p. 31)

«Borges: la posesión póstuma» tiene el doble mérito de lanzar una polémica sobre los últimos meses de la vida del gran literato y, al mismo tiempo, mostrar sucesos desconocidos del mismo personaje hasta el día de hoy.


Enrique Dietiker, Ginebra.

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