
El misterioso montañés que custodió a los patronos de Zúrich

Hace 500 años, Zúrich vivía tiempos turbulentos. Los altares eran destruidos y las reliquias retiradas. Incluso los huesos de Félix y Régula fueron blanco de los reformadores, hasta desaparecer en secreto y reaparecer en una capilla alpina.
Quizá estaba sentado en la sacristía cuando tomó la decisión. Tal vez era de noche. Las paredes, donde hasta hacía poco brillaban reliquias doradas, estaban ya desnudas. Quizá escuchaba el viento en el exterior y el crujir de las vigas. Hansli Benet supo entonces que, si él no lo hacía, nadie lo haría. Los cráneos debían desaparecer.
Estaba claro que el final sería este. En 1524, Zúrich se hallaba en el umbral de una nueva era. El reformador Ulrich Zwingli predicaba contra imágenes, altares y reliquias: contra todo lo que durante siglos había sido considerado la esencia del cristianismo. La nueva fe no necesitaba huesos ni iconos, sólo la Palabra. Y el gobierno de la ciudad asumió su papel.
Se retiraron altares, se descolgaron pinturas y se vaciaron santuarios. Ni siquiera la catedral ‘GrossmünsterEnlace externo’ se salvó. Allí habían descansado durante siglos los restos de Félix y Régula, santos patronos de ciudad.
Según la leyenda, eran hermanos y miembros de la ‘Legión Tebana’, una mítica unidad cristiana que se negaba a adorar a los dioses romanos. Huyeron hacia Zúrich alrededor del año 300 d. C., donde fueron capturados y decapitados en el lugar donde más tarde se erigiría la ‘Wasserkirche’Enlace externo (en español, iglesia del agua).
La tradición cuenta que, con sus cabezas cortadas en las manos, caminaron colina arriba hasta el lugar donde siglos después se levantaría la ‘Grossmünster’.
La macabra leyenda los transformó en símbolos de firmeza en la fe, y convirtió sus huesos en preciadas reliquias.

El poder de las reliquias
El culto a estos restos comenzó muy temprano, posiblemente ya en las catacumbas de Roma, donde los primeros cristianos oraban junto a las tumbas de los mártires.
«A finales de la Edad Media, la devoción a las reliquias era muy intensa», afirma el historiador eclesiástico de Zúrich Peter OpitzEnlace externo. «Príncipes, ciudades e iglesias coleccionaban reliquias, hasta el punto de que en algunos casos se desarrolló un auténtico comercio. Para la Iglesia, el culto a las reliquias resultaba especialmente lucrativo».
Pero el sistema empezó a tambalearse. Demasiadas reliquias, demasiados milagros: había suficientes astillas de la cruz de Cristo para construir un barco entero. El cambio en la mentalidad y la cultura -acelerado por la imprenta, la educación y los escándalos eclesiásticos- socavó la autoridad de estos santuarios. «La piedad relicaria es la creencia de que se puede experimentar la cercanía a Dios mediante la proximidad física a los huesos u objetos de personas especialmente santas», explica Opitz. «Pero no hay indicios de ello en la Biblia. Al contrario: cualquier adoración de criaturas se condena allí como superstición e, incluso, como blasfemia».
Félix y Régula: guardianes y mártires de Zúrich
Al principio, las tumbas de Félix y Régula quedaron intactas. Sin embargo, en diciembre de 1524 su protección también se perdió. El cronista Bernhard Wyss dejó constancia de que «todos los santuarios y los ataúdes con sus huesos» fueron retirados.
Sin embargo, casi un año más tarde, en octubre de 1525, las reliquias de los santos patronos fueron finalmente retiradas y probablemente enterradas.
Pero algo ocurrió: alguien se movió en silencio. Conocía los pasillos y los horarios en que nadie preguntaba. Tal vez era un creyente valiente, decidido a no entregar todo a la nueva doctrina.
En relatos posteriores aparece un nombre: Hansli Benet de Ursern, oriundo del cantón de Uri, presente en Zúrich por aquel tiempo.
Un nuevo hogar para los patronos de Zúrich
Una noche, según cuentan, el uranés rescató el relicario con los huesos y se adentró en las montañas. Viajó por las antiguas rutas de mulas del paso del Gotardo hasta el valle de Ursern. En Andermatt (una comuna situada en el corazón del valle alpino totalmente rodeada de montañas) encontró lo que buscaba: una pequeña capilla, lo bastante apartada como para proteger lo prohibido.
Durante más de un siglo, nadie mencionó el hecho. Fue en 1648 cuando un sacerdote de Andermatt registró que Hansli Benet había rescatado el relicario de Zúrich en 1525 y lo había trasladado al valle de Ursern.
En 1688 se abrió el escondite, con testigos y bajo protocolo. Se descubrieron dos cráneos, cuidadosamente colocados, acompañados de huesos más pequeños y un pergamino que indicaba su procedencia.
Desde 1730, los restos se colocan en relicarios ornamentados y se sacan en procesiones. La devoción continúa, más discreta que antes, pero todavía presente.
Una visión científica
En 1988 se realizó un examen científico: ¿eran realmente cráneos de la época romana? Los análisis de radiocarbono mostraron que el llamado cráneo de Félix data del siglo XI o XII, es decir, de finales de la Edad Media.
Ya no se puede determinar si estos fragmentos proceden realmente del ‘Grossmünster’ o si alguna vez estuvieron vinculados a Félix y Régula.
Por otro lado, el cráneo de Régula presenta un centro de madera en el que se incrustan dos fragmentos de un cráneo romano, lo que se ajusta más a la leyenda.

Para muchos y muchas creyentes católicos, la autenticidad de una reliquia es secundaria. «En la Iglesia católica de los países ilustrados, la devoción a las reliquias suele reinterpretarse espiritualmente de tal manera que la autenticidad de un hueso u objeto es, en última instancia, irrelevante», afirma Peter Opitz.
Hoy, los cráneos descansan en la iglesia parroquial de Andermatt. Ya no son el centro de un culto, pero siguen siendo portadores de una historia: la de la fe, la huida, la preservación y el cambio.
Regreso a Zúrich
En 1950, la recién construida ‘Iglesia [católica] de San Félix y Santa Régula’Enlace externo en Zúrich recibió partes de las reliquias: un acto simbólico, un regreso a casa para los santos patronos de la ciudad. En 2011 regresaron nuevamente, y durante unas semanas se exhibieron en la cripta del ‘Grossmünster’ como parte de un proyecto artístico.
En Zúrich, numerosos recuerdos de sus santos patronos permanecen: nombres de iglesias y calles, y hasta el ‘Knabenschiessen’ (competencia de tiro juvenil) que, pese a su origen secular, mantiene un vínculo cronológico y simbólico con San Félix y Santa Régula.
Editado por Balz Rigendinger. Adaptado del inglés por Norma Domínguez. Revisado por Carla Wolff.
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