Suiza a la vanguardia de la era digital
Un nuevo acuerdo sobre el comercio de servicios digitales entre Singapur y los países de la EFTA, incluida Suiza, pretende equilibrar la necesidad de privacidad y seguridad con el impulso a la innovación y el crecimiento de economías cada vez más basadas en datos. También demuestra que incluso alianzas de países más pequeños pueden ayudar a marcar estándares mundiales en la nueva era digital.
Detrás del mundo cada vez más conectado en el que vivimos hay toda una infraestructura de fontanería digital y, al igual que ocurre con las tuberías, los conductos y las válvulas en cualquier casa, solo reparamos en ello cuando algo falla. En octubre, Amazon Web Services se disculpóEnlace externo tras una caída en su enorme centro de computación en la nube en el norte de Virginia, que dejó fuera de servicio miles de páginas web y afectó a los principales servicios de banca online, comunicación y redes sociales del planeta. El fallo, que ha sido el más importante de los últimos años, pone de manifiesto hasta qué punto son internacionales la infraestructura de datos y los servicios digitales en los que todas las personas estamos inmersos.
En octubre, Suiza y sus socios de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, según sus siglas en inglés) firmaron un acuerdo estratégico sobre economía digital con Singapur para garantizar la libre circulación transfronteriza de datos, al tiempo que se protege la privacidad, la seguridad y la propiedad intelectual. A continuación, explicamos por qué es importante y qué significa.
¿Qué significa eso en nuestro día a día?
El mundo digital inunda nuestras vidas. Las compras online, las aplicaciones del móvil, la reproducción de música y vídeo o, sin ir más lejos, leer esta página web son solo algunos de los ejemplos más obvios.
Cada vez más objetos cotidianos funcionan con software y están conectados a la red. Los coches, e incluso ahora también los frigoríficos y los hornos, que en el pasado se podían arreglar remangándose y llenándose de grasa hasta el codo, dependen hoy de actualizaciones de firmware y del intercambio constante de datos. Nuestras casas, cada vez más automatizadas, envían actualizaciones sobre su estado igual que un adolescente publica en redes sociales.
Las empresas, desde las financieras hasta las agrícolas, se basan en datos digitales. Incluso algo tan básico como el pan empieza con trigo sembrado con precisión gracias a tractores con GPS, para luego ser procesado, monitorizado y enviado con sistemas digitales, y comercializado, vendido online y, por último, servido en la mesa. Por su parte, la pandemia de Covid no hizo sino acelerar todavía más el trabajo colaborativo en la nube.
Según el ministro de Comercio e Industria de Singapur, cerca de la mitadEnlace externo de los aproximadamente 23.000 millones de dólares (18.400 millones de francos suizos) en servicios comercializados entre los países de la EFTA (Suiza, Islandia, Liechtenstein y Noruega) y Singapur podrían prestarse de forma totalmente digital, según el Ministerio de Comercio e Industria de Singapur. De esta, alrededor del 20%Enlace externo corresponde a servicios financieros, un sector clave para la economía suiza. Todo esto evidencia que, en el entorno digital actual, ya no solo hay productos físicos circulando por el mundo.
«Pensemos, por ejemplo, en un smartphone», explica Mira BurriEnlace externo, profesora de Economía Internacional y Derecho de Internet en la Universidad de Lucerna. «El dispositivo se vende como mercancía, pero el smartphone también es una plataforma de servicios: la app store, nuestra música, nuestras películas. Y luego están las redes sociales, como Instagram o Facebook, que son gratuitas pero recopilan y comercializan datos».
Todo esto implica flujos transfronterizos de datos, pagos digitales, contratos electrónicos e identificación en línea, así como preocupación por la seguridad, la ciberseguridad, la protección de los datos personales y la prevención de delitos.
¿Qué ventaja obtiene Suiza del comercio digital?
Suiza y Singapur, ambos entre los diez países con la renta per cápita más altaEnlace externo gracias a sus avanzadas industrias de servicios, están en una profesión privilegiada para beneficiarse del crecimiento de las transacciones digitales que anticipa este último acuerdo.
Según la Secretaría de Estado de Asuntos Económicos de Suiza (SECO), el acuerdo económico digital firmado recientemente ofrece un modelo para simplificar el comercio: reduce la burocracia, reconoce los contratos y las firmas electrónicos, amplía las opciones de pago, garantiza la circulación transfronteriza de datos y protege la propiedad intelectual (incluido el código fuente). «Las barreras habituales al comercio digital incluyen procedimientos administrativos en papel, incertidumbre normativa sobre el flujo transfronterizo de datos y la protección del código fuente», afirma Antje Baertschi, portavoz de SECO.
Más del 60% de la producción económica mundial está ahora vinculada a operaciones digitales, y la venta online de productos y servicios a empresas y consumidores alcanzó un valor de 26 billones de euros (24,1 billones de francos suizos) en 2019, según un informeEnlace externo de la Comisión Europea. Estas cifras muestran la magnitud de lo que está en juego y cómo barreras como el proteccionismo, los conflictos, las normativas locales complejas o los sistemas desactualizados pueden dañar el potencial económico y obstaculizar la innovación y la cooperación en ámbitos emergentes como la inteligencia artificial (IA).
Las empresas más pequeñas que ofrecen productos y servicios que implican la circulación transfronteriza de datos no pueden permitirse asumir los costes de cumplir con normativas diferentes en cada país. Del mismo modo, los gobiernos, en especial los de países pequeños como Suiza y Singapur, también necesitan cooperar para afrontar retos nuevos e imprevisibles, como la rápida expansión de la tecnología y las compañías de IA, que son difíciles de gestionar de manera aislada.
¿Garantiza el acuerdo que la privacidad y los datos serán seguros?
Si bien el flujo internacional de datos y los servicios digitales pueden ayudar a impulsar la economía, también despiertan inquietud. Los hábitos en línea, la situación financiera e incluso la información de salud de las personas pueden recopilarse y almacenarse en la nube, lo que genera preocupación sobre la protección de la privacidad.
Las empresas temen que se les pueda robar su propiedad intelectual y los gobiernos se inquietan ante la posibilidad de que la seguridad nacional quede expuesta si su infraestructura principal se vuelve vulnerable a ciberataques.
«Si te descargas o escuchas, por ejemplo, una canción en Apple Music, automáticamente se envían datos a Apple. Pueden saber quién es el usuario, cuáles son sus preferencias y con quién comparte música», afirma Burri. Este tipo de expansión del comercio más allá de la simple prestación de un servicio lleva a «ciertas tensiones, porque en el momento en que se comercializan datos, parte de estos pueden ser datos personales». «De esta forma, entran en juego otros desafíos, y entonces ya no solo se trata de regular el comercio, sino también de proteger los datos personales, reforzar la ciberseguridad o atender problemas de seguridad nacional», añade.
Estas tensiones son lo que los acuerdos sobre economía digital pretenden resolver. Esto no solo es importante para el crecimiento y la innovación, sino que también ofrece la seguridad a la ciudadanía y a las empresas de que su país protege como debe su privacidad y sus derechos como consumidores.
El Gobierno suizo afirmaEnlace externo que el acuerdo EFTA-Singapur garantiza el flujo libre de datos según «las normativas de protección de datos personales», al mismo tiempo que «pretende aumentar la confianza del consumidor en el comercio digital exigiendo a las partes cumplir con las normativas […] para proteger a los consumidores y evitar las comunicaciones no deseadas (spam)».
Esa confianza también es fundamental para la economía.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)Enlace externo estiman que la producción económica mundial se reduciría en un 5% si los flujos digitales se regularan de forma fragmentada, y eliminar todas las normativas también afectaría al crecimiento debido a la pérdida de confianza. En cambio, afirman que un equilibrio entre libertad y regulación podría aportar un 2% a la economía mundial.
«Un país puede regular su economía de datos a nivel nacional y, al mismo tiempo, comprometerse liberar los flujos de datos y proteger los derechos fundamentales y los intereses de su ciudadanía», declara Burri. El tipo de acuerdos digitales como los firmados con Singapur «son una forma inteligente de equilibrar la necesidad de impulsar la economía basada en datos con la protección del espacio normativo».
Además, añade que hay estudios que sugieren que el proteccionismo digital perjudica tanto a las empresas nacionales como a las extranjeras.
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¿Por qué el mundo no se puede poner de acuerdo con las normas?
La OMC lleva intentando, sin mucho éxito, alcanzar acuerdos sobre comercio electrónico desde finales de los 90, cuando Internet era otra cosa muy distinta. Esa falta de avances ha llevado a países como Suiza y sus socios a buscar acuerdos bilaterales o regionales.
En parte, el estancamiento se debe al choque de intereses entre las tres principales potencias económicas: la Unión Europea, Estados Unidos y China. La preocupación de la UE por regular los mercados y proteger los derechos de la ciudadanía entra en conflicto con la visión más “laissez-faire” de EE. UU. en el ámbito de los negocios y, por otro lado, China defiende un fuerte control por parte del estado y del Partido Comunista.
«Aquí entran en conflicto las prioridades y los valores nacionales», señala Burri. «Europa trata la privacidad como un derecho fundamental, EE. UU. ofrece poca protección de la privacidad y promueve la libertad de expresión, y China prioriza la seguridad nacional. Este triángulo UE-EE. UU.- China ha impedido que la OMC alcance acuerdos globales sobre comercio electrónico». Burri recuerda además que Estados Unidos lleva mucho tiempo rechazando una legislación conjunta sobre comercio electrónico, siendo un acuerdo con Japón en 2019 el último hito significativo.
En 2025, 82 países de la OMC han alcanzadoEnlace externo un acuerdo en ámbitos como las firmas y los contratos electrónicos, así como las medidas de protección contra el fraude online. Sin embargo, una vez más, el acuerdo se ha quedado cortoEnlace externo a la hora de regular en materia de datos, debido a las divisionesEnlace externo que aún quedan entre EE. UU., la UE y China, así como la oposición expresada por países como India y Sudáfrica.
Mientras que los responsables de la negociación: Japón, Nueva Zelanda y Singapur, también apoyados por Suiza, han intentado seguir adelante, el futuro del acuerdo y cómo podría integrarse en la legislación de la OMC siguen siendo inciertos.
¿Cuál es el futuro digital de Suiza?
Hasta hace poco, Suiza había mantenido un perfil relativamente discreto a la hora de desarrollar normativas modernas de comercio digital, priorizando el multilateralismo a través de la OMC. Sin embargo, el estancamiento en ese ámbito ha llevado tanto a Suiza como a otros países de la EFTA a apostar por acuerdos digitales más amplios, como el firmado con Singapur, tras el primer acuerdo de este tipo que se firmó en el 2023 con Moldavia.
«Su papel como legislador en este ámbito es bastante reciente. Empezó con el acuerdo EFTA-Moldavia y se hizo más visible con el de EFTA-Singapur», declara Burri.
Otros acuerdos anteriores con países como Japón, China y México eran más limitados y contenían solo disposiciones mínimas o desactualizadas en materia digital, en lugar de capítulos completos sobre el tema.
«En este punto, este acuerdo también tiene un valor geopolítico importante», afirma Burri. «Muestra muy claramente que Suiza y los países de la EFTA están listos para estar a la vanguardia de la regulación del comercio digital, al mismo nivel que países tan innovadores como Singapur, Reino Unido o Japón. Es un signo de innovación normativa y de una cooperación internacional más profunda».
Editado por Tony Barrett. Adaptado del inglés por Cristina Esteban. Revisado por Carla Wolff.
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