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Qué puede hacerse (y qué no) en un tren suizo

dibujo de gente sentada en un tren
Daniel Müller, Beobachter-Edition

Subirse, llegar a la parada correspondiente y descender sin ofender a nadie. Suena fácil, pero no lo es, advierte una gurú del protocolo en el transporte público suizo.

Durante una década Franziska von Grünigen –cuyo seudónimo es Katja Walder– ha escrito en un periódico una columna sobre situaciones incómodas que ha visto mientras viajaba en Suiza. Franziska es una de esos cuatro millones de personas que cada día hacen una media de 15 km para ir a trabajar; el 31% del recorrido, en transporte público. Acaba de publicar un libro de normasEnlace externo, con 180 páginas y dibujos de Daniel Müller, que recoge los mejores ejemplos del mal comportamiento humano en el transporte público.  

“Los problemas comienzan cuando alguien se siente demasiado en su casa”, dice. “De alguna manera, el tren es una mezcla entre el hogar y el destino”. Esto se manifiesta en personas que hacen cosas que seguro van a molestar a alguien.

mujer en el tren
Franziska von Grünigen, alias Katja Walder, también es locutora en la radio pública suiza (SRF 3). swissinfo.ch

Para cuando nos reunimos en la estación central de Zúrich, yo ya había cometido algunos de esos delitos de viajero. Al menos a los ojos de algunas personas. Había puesto mi chaqueta en el asiento de enfrente. La bolsa de papel en la que llevaba mi bollo del desayuno era ruidosa. Incluso me puse crema de manos.   

“Ver a alguien frotándose las manos o aplicándose maquillaje en la cara es demasiado íntimo. No hay adónde ir, no puedes escapar si estás sentado frente a esa persona”, señala von Grünigen. “Las cosas más groseras son cortarse las uñas, meterse el dedo en la nariz o la limpieza bucal”, añade, y cita aquella vez en que vio a una mujer quitarse la dentadura postiza, sacar la porquería con un palillo y después limpiarse los dedos en el asiento.

caricatura de mujer con la dentadura en la mano
Daniel Müller, Beobachter-Edition

Tomamos un tren a Winterthur, ciudad de unos 110 000 habitantes al noreste de Zúrich con conexiones cada pocos minutos a la capital financiera suiza, sin saber con qué podíamos encontrarnos. Al ser última hora de la mañana, pasamos por muchos asientos vacíos en busca de cuatro asientos solo para nosotras.

“Es una regla suiza no escrita. No se siente junto a nadie si hay una plaza en otra parte”, dice mientras nos acomodamos en nuestros asientos. Ambas vamos buscando la ventana; los bolsos en los asientos del pasillo a nuestro lado, nuestras rodillas cerca, pues estamos una frente a otra. ¿Esto sería correcto con un desconocido?

“No; si el espacio lo permite debería sentarse en diagonal. Pero los asientos con ventanilla son muy demandados”, reconoce von Grünigen. Lógicamente, si es un momento muy concurrido del día, entonces cada asiento vacío vale mucho y debe ocuparse.

Lo que nos lleva a la siguiente regla suiza: pregunte siempre si puede sentarse.

“Para mí es una cuestión de educación”, señala. Pero tenga cuidado con los malentendidos. En alemán, por ejemplo, la pregunta es: “¿Está libre este asiento?” y no: “¿Está ocupado?”. Para los tímidos o lingüísticamente vacilantes, von Grünigen recomienda el contacto visual y una simple sonrisa para reconocer al otro pasajero, que puede decir si un acompañante está en el baño.

Los Ferrocarriles Federales SuizosEnlace externo –en cuyo blogEnlace externo escribe von Grünigen– coinciden en que es de buena educación preguntar si podemos sentarnos, especialmente en los trenes de largo recorrido.   

“Pero en el S-Bahn [tren de cercanías], donde muchas personas viajan solo durante unos minutos, hoy en día es menos común. En cambio, la gente se sienta”, indica el portavoz Reto Schärli, señalando que los Ferrocarriles Federales transportan a 1,25 millones de personas al día.     

“Cada momento de comunicación es bueno”, apunta von Grünigen. “Por ejemplo, si hay equipaje en el lugar en el que me gustaría sentarme, preguntaré si puedo ayudar a guardarlo en la parte superior o detrás. Lo mismo ocurre con las chaquetas. A menos que sea un tren ciertamente vacío, deben estar cerca de sus dueños y no sobre el asiento opuesto”, dice.

Hombre sentado con las piernas abiertas
Daniel Müller, Beobachter-Edition

Nuestro viaje dura más o menos media hora, y únicamente interactuamos con el revisor. Llegamos a Winterthur “sanas y salvas” y salimos del tren sin tener que “pelearnos” entre una multitud agresiva. Pero, como sabe cualquier experto suizo en horas punta, a menudo se da una batalla ilógica entre quienes tratan de salir del vagón y quienes están ansiosos por ocupar su lugar.    

“No tengo ni idea de por qué la gente no puede esperar y dejar salir a los demás”, comenta von Grünigen, poniendo los ojos en blanco. “Creo que hay ese miedo a no conseguir asiento, o no el mejor asiento”.

En su propia guíaEnlace externo, el operador de tranvía y autobús de Berna, BERNMOBILEnlace externo indica explícitamente a los pasajeros quién debe moverse primero. “Quien sea que esté desembarcando tiene prioridad; esto previene cualquier disputa y el viaje puede continuar rápidamente”.  

Sin embargo, al salir de la estación, von Grünigen expresa su impaciencia por un hombre que, con dos maletas de ruedas a cuestas, se mueve de manera lenta e insegura.

“No me gusta cuando la gente se detiene y bloquea el paso”, señala esquivándolo con sus largas piernas. En Suiza también es inaceptable pararse en el lado izquierdo de una escalera mecánica en el camino de quienes quieren pasar.  

Vamos a por un café, lo cual nos lleva al siguiente punto: comida y bebida. En teoría, los bocadillos y las bebidas se aceptan; y son algo bueno, ciertamente, desde el punto de vista de cualquier vendedor a bordo. Pero la cosa se pone difícil si tiene un intenso olor.  

“Si se presenta con un sándwich de atún o una hamburguesa con patatas fritas, prepárese a ser odiado”, dice von Grünigen.

No es la única que piensa así. Los usuarios de Twitter que respondieron a esta foto que publiqué añadieron como alimentos demasiado olorosos para consumir a bordo las cebollas fritas, los plátanos e incluso el café. Otros dijeron que las mesas estaban diseñadas para comer.

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¿Y qué dicen los Ferrocarriles Federales?

“Se puede comer y beber de todo en el tren”, declara Schärli, con la salvedad de que si el olor es demasiado fuerte puede provocar que la gente “se gire”. Y añade, “el personal de limpieza agradece que los envases se depositen en los grandes contenedores de basura de los ándenes”.

BERNMOBIL sugiere que los pasajeros “coman primero y después suban a bordo”, pero no prohíbe el picoteo.

En cuanto a la comida y la bebida, también está el aspecto audiovisual, señala von Grünigen. ¿Algo clásico que irrita en un país como Suiza amante de la leche? El raspado de una cuchara dentro de un tarro de yogur. O el espectáculo de comida engullida de cualquier manera, como el salami y el salmón que vio masticar ruidosamente a un hombre que cada vez tenía más grasientos los dedos y la boca por la loncha.

La viajera también ha visto a gente sacar táperes gigantes de ensalada, frascos de aliño y otro menaje. Como en casa. “Es problemático si la gente ocupa demasiado espacio, especialmente si las migas vuelan y la ventana se salpica”.

¿Y comer en el vagón silencioso? Totalmente prohibido.

caricatura de hombre con teléfono móvil en la mano
Daniel Müller, Beobachter-Edition

Masticar, saborear y tragar. El ruido es otro detonante subjetivo de miradas de enfado. Y no solo en la zona silenciosa.

Sobre la gente que habla por teléfono, von Grünigen admite que “hay que asumir que la gente, quiera o no, está escuchando”. Y cita como especialmente molestos a quienes se comportan de forma egoísta o son indiscretos.

Como recomienda BERNMOBIL, “las llamadas telefónicas en el tranvía o en el autobús deben ser discretas o no serlo, para que la vida privada siga siendo privada”.

A von Grünigen también le desconcierta el aumento de la cantidad de personas que ven vídeos y escuchan música sin auriculares. “He visto esto en todas las generaciones. ¿Quizás el teléfono es el sustituto de un compañero humano?”

Los nuevos trenes de Suiza probablemente traerán consigo un aumento en el uso de dispositivos personales. “Estos trenes tendrán enchufes extras para operar o cargar equipos electrónicos. Y en algunos casos, será posible cargar los teléfonos móviles de forma inalámbrica en las mesas”, dice el portavoz de los Ferrocarriles Federales, Schärli.  

En cuanto a los niños escandalosos, von Grünigen explica que los padres deben tener en cuenta al resto de pasajeros.

“Tomar el tren debería ser divertido”, cuenta la madre de dos niños en edad preescolar, que trata de encontrar asientos en el vagón familiar y siempre trae libros. “Como padre debes sentir cuánto ruido es aceptable”.

Luego llegamos a un tema que es objeto de acalorados debates entre los viajeros: los pies en los asientos. Esta instantánea que publiqué en Twitter tuvo opiniones divididas, con reacciones que van desde “es normal” hasta “algo asqueroso”.

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“Los calcetines en el acolchado están bien, o los zapatos en un periódico”, declara von Grünigen, siempre y cuando haya espacio. “Lo que no está bien son los pies apestosos después de una caminata, o los pies descalzos y descuidados”. Sin embargo, ella no le diría nada a nadie. “Siempre hay alguien que dirá algo. Por lo general, una persona mayor”.

Los Ferrocarriles Federales tienen una política de tolerancia cero con la suciedad. “Cualquiera que ensucie la tapicería con sus zapatos tiene que pagar un suplemento”, manifiesta Schärli.

A von Grünigen le gusta colocar sus pies descalzos limpios y bien arreglados sobre el asiento, lo que, debo confesar, me asombra. Levanto las cejas antes de hablarle de un hombre peculiar que, después de pedirme que cuidara su maletín mientras estaba en el baño, se cambió de asiento para acercarse. Después se quitó los zapatos, puso sus pies en el asiento a mi lado y su abrigo sobre las piernas.

Ahora von Grünigen levanta las cejas y me pregunta, “¿qué has hecho?”.

“Le dije, “¡Oh, no me siento cómoda con eso!” y volvió a su asiento anterior”. Asiente, agradecida.

Caricatura: dos pasajeros apoyados en otro sentado en el medio
Daniel Müller, Beobachter-Edition

“Tengo coraje civil. Intervengo y digo algo si hay algún problema, como alguien haciendo comentarios racistas sobre un pasajero. Pero ha habido situaciones en las que ha sido incómodo”, observa mientras señala que si hay problemas debe llamarse a la policía ferroviaria.

Lo que le gustaría es ver más comunicación entre los pasajeros, y añade que estaría bien un vagón especial para personas dispuestas a conversar.

“Hay tanta gente soltera. El tiempo en el tren es un regalo, debería usarse para ligar, no solo para estar mirando el móvil”.

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Traducción del inglés: Lupe Calvo

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