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Dmitri Muratov, capitán del último bastión de la prensa libre en Rusia

El periodista ruso Dimitri Muratov saluda desde el balcón tras recibir el Nobel de la Paz el 10 de diciembre de 2021 afp_tickers

El periodista ruso Dmitri Muratov, uno de los ganadores del premio Nobel de la Paz, ha liderado a través de las sucesivas tormentas el emblemático diario de investigación Novaya Gazeta, un compromiso que le costó la vida a varios de sus colegas.

Dos meses después del anuncio del galardón, Muratov, de 60 años, recibió este viernes el premio en una ceremonia en Oslo junto a la periodista filipina Maria Ressa, también distinguida este año.

“Pongámonos en pie y honremos con un minuto de silencio a nuestros colegas periodistas (…) que dieron su vida por esta profesión, y apoyemos a los que sufren persecución”, dijo Muratov. “Quiero que los periodistas mueran de viejos”, agregó.

Como un capitán, Muratov dedicó su premio a Novaya Gazeta y a sus colaboradores “muertos defendiendo el derecho de la gente a la libertad de expresión”, como la periodista Anna Politkovskaya, asesinada en 2006.

La elección de premiar a este medio representativo de una prensa combativa llega en un momento en el que la prensa independiente, la oposición y la sociedad civil en Rusia están siendo duramente reprimidas, catalogados a menudo como “agentes extranjeros” o vetados por “extremismo”.

El presidente ruso, Vladimir Putin, reaccionó al premio advirtiendo a Muratov que el Nobel no era un “escudo” que le protege del estatus de “agente extranjero”, un calificativo que complica mucho la actividad de las personas y organizaciones, que pasan a estar vigiladas.

Con sus ojos claros y un rostro redondo con una barba gris, Muratov recuerda a un padre sereno. Pero detrás de su aspecto bonachón se esconde un carácter de acero.

“No iremos a ninguna parte, no somos agentes a sueldo de países extranjeros”, afirmó Muratov en marzo durante una entrevista con la AFP.

“Nos quedaremos a vivir y a trabajar en Rusia”, insistió en un momento en que un número importante de opositores y periodistas dejaron el país tras la encarcelación del principal adversario del Kremlin, Alexéi Navalni.

Siempre modesto, Muratov afirmó entonces que era el opositor quien merecía el Nobel de la Paz.

– Su ADN es la investigación –

Dmitri Muratov nació en 1961 en Kuibyshev, una ciudad del Volga rebautizada como Samara tras la caída de la Unión Soviética.

Descubrió su vocación haciendo colaboraciones con algunos medios locales durante sus estudios de filología en la Universidad Estatal de Kuibyshev.

Tras haberse fogueado en el diario popular Komsomolskaya Pravda, participó en 1993 en la fundación de Novaya Gazeta, lanzada con el apoyo financiero del último dirigente soviético (y premio Nobel de la Paz en 1990), Mijaíl Gorbachov.

Muratov, que dirige el periódico de forma casi continua desde 1995, lo convirtió en una máquina de sacar exclusivas.

Abordando la corrupción y casos que implicaron al poder, Novaya Gazeta ahondó en temas delicados, incluyendo aquellos que, desde la llegada al poder de Vladimir Putin en 2000, resultaban inabordables para otros medios, comenzando por la guerra en Chechenia.

Hasta hoy, el diario, que se publica tres veces por semana, sigue ofreciendo largos artículos de investigación, profundos y mordaces, como sobre los mercenarios del grupo Wagner o la represión a los homosexuales en Chechenia.

– Un alto precio –

Desde su creación, Novaya Gazeta ha pagado un alto precio por su trabajo y seis de sus trabajadores han sido asesinados.

El caso más conocido fue el de Anna Politkovskaya, conocida por sus críticas a las políticas del Kremlin en Chechenia, asesinada el 7 de octubre de 2006. Los autores intelectuales del crimen aún no han sido identificados.

Traumatizado, Muratov quiso cerrar el medio, que consideraba “peligroso para la vida de la gente”, dijo a la AFP en marzo Muratov.

Pero los periodistas lo convencieron de seguir adelante.

El año 2009 fue especialmente duro, con tres colaboradores del periódico asesinados, entre ellos una persona muy cercana a Politkovskaya, Natalia Estemirova, secuestrada en Grozni y encontrada muerta poco después en la vecina república de Ingusetia.

Muy respetado en el extranjero, Novaya Gazeta sigue siendo un medio aún marginal en Rusia, donde lo lee una minoría liberal. A principios de diciembre, difundía 99.000 ejemplares de cada número, mientras que su web sumó 18,4 millones de visitas en noviembre.

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