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Los biocombustibles… ¿de la cima al fracaso?

Reuters

Utilizar alimentos para producir carburantes ‘verdes’ cuando uno de cada siete habitantes del mundo pasa hambre ya generaba polémica. La confirmación ahora de que contaminan tanto como los fósiles la aviva. Un estudio suizo arroja nueva luz.

En julio de 2008, el diario británico The Guardian abrió la caja de Pandora al publicar un estudio interno del Banco Mundial, según el cual el 75% del encarecimiento internacional de los alimentos durante el sexenio previo se debía a los llamados carburantes verdes.

La Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reforzó el impacto de esta noticia, al confirmar que –de forma inusual– la población mundial con desnutrición había pasado de 840 millones en 2002 a 925 millones de personas en 2008.

Inició entonces un vivo debate… tan vivo como los poderosos intereses que toca. La Alianza Mundial sobre los Combustibles Renovables (GRFA por sus siglas en inglés) afirma que entre 2000 y 2010, la producción mundial de biodiésel se multiplicó por 22, mientras que la de bioetanol se triplicó.

El espejismo se desvanece

En Suiza, menos del 5% del consumo total de combustibles se deriva de los biocarburantes, según la Administración Federal de Aduanas, cuyos científicos son acuciosos estudiosos del tema.

En septiembre, el instituto de investigación EMPA presentó un amplio balance ecológico sobre esta industria energética verde, en el que confirmaba que “muy pocos biocombustibles son más ecológicos que la gasolina”.

Rainer Zah, responsable de este estudio, explica a swissinfo.ch que “si se producen biocarburantes en tierras aptas para cultivos, la mayor parte del tiempo se estará provocando un mayor impacto ambiental que el que generan los combustibles fósiles”.

Una señal de alarma que se topa con una realidad que refleja un acelerado crecimiento de esta industria. Según la GRFA, este sector aportó 374.432 millones de dólares al PIB mundial en 2010 y su participación aumentará a 679.751 millones en 2020.

Un avance que sería imposible sin el estímulo financiero de los gobiernos.

“Si los biocombustibles compitieran con los combustibles fósiles sin subsidios gubernamentales, la interacción de las fuerzas del mercado permitiría distribuir de forma óptima las reservas de alimentos entre la utilización alimentaria y la bioenergética”, señala a swissfinfo.ch Ivetta Gerasimchuk, experta del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD) en Ginebra.

“Pero existe una profunda distorsión en el mercado, debido a la existencia de incentivos fiscales y otros apoyos gubernamentales”, agrega.

Fin de los alimentos baratos

Peter Brabeck, presidente de Nestlé, ha sido uno de los principales críticos de este sector al que responsabiliza de que “los tiempos de los alimentos baratos hayan terminado”.

Su discurso coincide con el de las ONG, pero parte del gigante alimentario número uno del mundo.

Philippe Aeschlimann, portavoz corporativo de Nestlé, rechaza que la posición de Brabeck se deba al temor de que el encarecimiento de las materias primas afecte la perspectiva financiera del grupo.

“Nuestra participación en esta discusión no está relacionada con el impacto en nuestro negocio, sino con la implicación social de estas políticas”, declara a swissinfo.ch.

¿Qué hará Nestlé si los precios de los insumos siguen su escalada? Aeschlimann responde que enfrentará la volatilidad de precios vía la reducción de costos, la innovación y solo como última opción, aumentando los precios al consumidor.

El proyecto Sierra Leona

Entre los defensores de los biocarburantes también hay firmas con sello suizo.

Addax Bionergy pondrá en marcha en 2013 en Malal Mara, Sierra Leona, un complejo para producir bioetanol en el que invertirá 350 millones de dólares,  generando empleos y derrama económica.

La ONG suiza Pan para el prójimo (PPP) dedicó un amplio análisis a este proyecto. Sus conclusiones son que ha gozado de numerosas exenciones fiscales, tendrá un impacto medioambiental negativo, utilizará intensivamente agua en periodos de sequía y estará basado en acuerdos ilegítimos con las autoridades locales.

Según Yvan Maillard, miembro de Transparencia Internacional Suiza y responsable del Programa de Finanzas Internacionales y Corrupción para PPP, el acuerdo de arrendamiento de tierras que pactó Addax Bioenergy es por 50 años, prorrogables a 71, lo que despojará a varias generaciones de sus tierras.

“Addax jamás podría haber hecho en Suiza lo que está haciendo en Sierra Leona. Los propietarios de la tierra gozan de mucha más seguridad en Suiza. Addax habría tenido que firmar cientos de acuerdos con centenares de propietarios individuales, en lugar de solo tres acuerdos de arrendamiento con las autoridades locales de Sierra Leona”, denuncia.

Nikolai Germann, director ejecutivo de Addax Bioenergy, rechaza esta visión y califica como completamente erróneos  los informes de PPP. “Somos supervisados por consultores independientes, en nombre de bancos de desarrollo que dispusieron de tres años para evaluar la sostenibilidad del proyecto”.

“Podemos informar con plena confianza que el proyecto Addax ha mejorado la seguridad alimentaria a través de su exitoso programa de desarrollo campesino que es la operación de gestión privada más importante que se haya realizado en Sierra Leona hasta ahora”, puntualiza swissinfo.ch. Y añade que la caña de azúcar no es un alimento básico como el trigo o el maíz, por lo que su nueva plantación no desviará alimentos.

Rumbo a la segunda generación

¿Existe alguna alternativa para el panorama que se dibuja?

En opinión de Rainer Zah, un primer paso sería promover los biocombustibles de segunda generación, que utilizan los desechos vegetales y no solo sus zumos o aceites. Aclara, no obstante, que la desventaja es que aún son muy costosos y no han sido suficientemente desarrollados en términos comerciales.

A finales de septiembre, la Unión Europea expresó su intención de limitar la producción de biocombustibles, ante la inconformidad de las empresas del sector.

Suiza siempre ha tenido claro que sus tierras de cultivo dan prioridad a los alimentos. Sin embargo, el tema está inscrito en la agenda del G-20 y será discutido nuevamente en 2013, en busca de nuevos derroteros para una industria, cuya historia EMPA resume en solo cinco palabras y con un dejo de ironía: “De la cima al fracaso”.

Son combustibles derivados de la biomasa, o materia orgánica biodegradable tomada de cultivos diversos. A menudo se mezclan en pequeñas porciones (5 a 10%) con otros carburantes, especialmente en EEUU y Europa.

Los más utilizados son el bioetanol (fabricado a base de maíz, caña de azúcar, remolacha, etc.) y el biodiésel (a partir de aceites vegetales de soja, colza, girasol, coco, etc.)

Los de primera generación

utilizan la parte alimenticia de los vegetales debido a su alto contenido en almidón, azúcares y aceites.

Los de segunda generación aprovechan los residuos agrícolas y forestales, como el bagazo de la caña de azúcar, el rastrojo del maíz o las ramas secas de los árboles, pero es una industria incipiente.

A escala global, la industria de los biocombustibles aportó 374.432 millones de dólares al Producto Interno Bruto (PIB) mundial en 2010. Se prevé que alcance los 679.751 millones en 2020, generando 2,2 millones de empleos.

En 2011, por primera vez, EEUU cosechó más maíz para los biocombustibles que para la nutrición. Europa destina la mitad de la colza al mismo objetivo.

Fuente: La Alianza Mundial sobre Combustibles Renovables

EEEUU detenta el liderazgo (43%), seguido de Brasil (27%), Alemania (5%), Francia (5%), China (3%), Argentina (2%), España (2%), Canadá (2%), Italia (1%), Tailandia (1%), Bélgica (1%), Colombia (1%) y otros países (7%).

Suiza no aparece en la estadística internacional porque solo genera el 0,011% de la producción mundial.

Algunas de las empresas suizas del sector son EcoEnergie Etoy, Humbel Biodiesel, BioPower Fardin o Addax Bioenergy.

En Suiza, los biocombustibles que prueben un balance económico positivo están exentos de pago del impuesto sobre los aceites minerales desde 2007.

La idea básica ha sido incentivar solo aquellos que permitan un ahorro significativo en la emisión de CO2 sin causar daños medioambientales, dice Rainer Zah a swissinfo.ch.

En septiembre, la Oficina Federal de Medioambiente (OFEV) anunció que no dará nuevos incentivos a los biocombustibles porque coadyuvan poco a la lucha contra el cambio climático.

Fuentes: ENERS Energy Concept y Oficina Federal de Medio Ambiente

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