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El mundo de la danza rompe su silencio frente al acoso

Grupo de bailarines ensayando
Una reciente auditoría al Ballet Béjart de Lausana ha revelado "graves problemas" dentro de la compañía. Keystone / Jean-christophe Bott

La presión psicológica y el acoso sexual han sido la causa de la atención mediática que han tenido durante 2021 tres compañías de danza suizas, entre ellas el Béjart Ballet Lausanne (BBL). No obstante, este problema no solo afecta a Suiza.

Tras el caso que implicó en 2017 al influyente productor de cine estadounidense, Harvey Weinstein, acusado de acoso y agresión sexual, se ha desencadenado un movimiento generalizado. El caso de Weinstein reavivó el movimiento #MeToo, creado en 2007 en Estados Unidos, que dio voz a muchas mujeres agredidas en todo el mundo.

En Europa, en el mundo de las artes y las letras (cine, televisión, teatro, danza, mundo editorial, etc.), particularmente expuesto, se han dado a conocer varios casos que se habían mantenido durante mucho tiempo en secreto. En Francia, uno de los mayores escándalos de acoso, se reveló con la publicación (en enero de 2020) del libro Le Consentement, un conmovedor testimonio de Vanessa Springora, una editora que sufrió abusos a los 14 años por un escritor. En Bélgica, el reciente asunto que rodea al coreógrafo de fama internacional Jan Fabre es el que ha hecho correr tinta. Y Suiza no se queda atrás.

Béjart Ballet Lausanne y otras compañías 

El verano pasado, Gil Roman, director artístico del Béjart Ballet Lausanne (BBL), fue objeto de una auditoría por su comportamiento colérico e insultante con sus bailarines y bailarinas. Otro ejemplo es Interface, una compañía del Valais. En enero de 2021 una investigación del diario Le Nouvelliste informó que el fundador de la compañía ejercía un “control psicológico” sobre su equipo de danza, que era víctima de manipulación y abusos sexuales. Por último también se ha visto comprometida la compañía ginebrina Alias, conocida internacionalmente. Una investigación realizada el otoño pasado por el diario Le Temps reflejó las declaraciones de las bailarinas que habían sufrido acoso sexual por parte del fundador y director de la compañía.

Pero, ¿por qué la danza se ve especialmente afectada por este tipo de casos? Anne Davier, directora en Ginebra del Pavillon ADC (Association pour la danse contemporaine), una organización dedicada a la creación y acogida de obras coreográficas, afirma que los abusos sexuales se observan en todos los sectores de la vida laboral. Pero si la danza está en primera línea, “es porque en esta profesión el cuerpo es la principal herramienta de trabajo, un trabajo que a menudo se realiza en la proximidad física”.

“También ocurre que la desnudez forme parte del proyecto artístico”, continúa. Existe la idea preconcebida de que los artistas no ven las indicaciones escénicas que se les dan como un abuso, sino que las ven como un medio al servicio del proyecto artístico. Todos estos elementos, según Anne Davier, “pueden difuminar los límites y crear un terrreno propicio para la depredación sexual”.

¿Y por qué solo en la Suiza de expresión francesa? El abuso de poder no es específico de una región. “En la Suiza de habla alemana no se han revelado casos en el mundo de la danza, pero eso no significa que no existan”, subraya Anne Davier. Cabe señalar que la prensa de la Suiza francófona se ha mostrado muy comprometida transmitiendo las palabras de las víctimas, dándoles el eco deseado.

Reacción de los sindicatos

El primero en reaccionar fue el Sindicato Suizo Francófono del Espectáculo (SSRS) creando una “célula de recursos” que entró en funcionamiento el 1 de noviembre.

El objetivo de esta unidad, única en Suiza, es “ofrecer un apoyo neutral y benévolo (…) en caso de sufrimiento o dificultades en el trabajo (acoso psicológico o sexual, presión, etc.)”. Compuesta por médicos, abogados y psicólogos, la unidad está abierta a todos los trabajadores de la cultura por cuenta ajena y por cuenta propia de la Suiza francófona. El apoyo que ofrece adopta la forma de medidas preventivas e indica a las víctimas los medios de actuación.

Es cierto que en Suiza existe una ley que sanciona el acoso en el puesto de trabajo, “pero desgraciadamente esa ley no siempre se respeta. A menudo, el hecho de que exista no suele ser suficiente”, se lamenta Anne Papilloud, Secretaria General de el SSRS. En definitiva, nuestra unidad permite activar las medidas de protección previstas por la ley. Desde el 1 de noviembre hemos registrado cinco contactos. La confidencialidad es absoluta.

Miedo en las tripas

Según Anne Papilloud, muchos artistas no denuncian por miedo. “En la compañía Alias, algunas de las bailarinas que fueron acosadas no lo denunciaron para evitar verse en una situación que comprometiera sus carreras”, afirma. 

La danza, al ser un medio más discreto que el deporte o el cine, por ejemplo, ¿tiene menos impacto mediático en caso de abuso o presión? “Creo que es la fama de la persona lo que llama la atención; el abuso sigue siendo escandaloso, independientemente de quién lo cometa”, señala Anne Papilloud. Está claro que un Weinstein hace más ruido que el director de una compañía del Valais. Pero cuando estalló el escándalo del Ballet Béjart, “me llegaron artículos de este tema publicados en medios de prensa de todo el mundo”, comenta Anne Papilloud.

En lo que respecta al acoso en las artes escénicas, “Suiza no es en absoluto un caso aislado”, añade Anouk Van den Bussche, responsable de comunicación de la Federación Internacional de Actores (FIA). Esta organización, con sede en Bruselas, cuenta con varios miembros en todo el mundo, entre ellos el SSRS. 

“Compartimos mucha información estratégica con nuestros miembros para luchar mejor contra el acoso. Hay que recordar que el asunto del Ballet Béjart ha tenido una gran repercusión, sobre todo en el mundo francófono. Así lo demuestran las protestas, especialmente en la prensa. El caso suizo tiene similitudes con el de Jan Fabre en Bélgica”, explica Anouk Van den Bussche.

Manifestación en España contra el coreógrado belga Jan Fabre por abuso sexual
Manifestación del 25 de noviembre en Gerona, España, contra la visita del coreógrafo belga Jan Fabre, acusado de acoso y violencia sexual en su compañía de danza. Keystone / Robin Townsend

Formación y prevención

El coreógrafo de renombre internacional Jan Fabre, de Amberes, fue acusado hace unos meses de acoso. Sus actos desencadenaron un movimiento de protesta en la comunidad artística belga. Se creó entonces una plataforma electrónica trilingüe en la que las víctimas podían presentar sus testimonios. 

Pero no solo Internet y los sindicatos están luchando. Algunos Estados están adoptando medidas para disuadir a los depredadores. Anouk Van den Bussche cita el ejemplo de Suecia. “Suecia ofrece formación contra el acoso a sus coreógrafos, directores y cineastas. Los artistas que rechazan esta formación no pueden obtener subvenciones para sus proyectos”. 

¿Y en Suiza? “Estas disposiciones aún no existen a nivel nacional”, responde Anne Papilloud. Puede que algún día las haya.

Traducido del francés por Carla Wolff

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