El liderazgo menguante de Suu Kyi en la joven oposición democrática birmana
Eric San Juan
Ho Chi Minh (Vietnam), 2 mar (EFE).- Privada de libertad y aislada desde el golpe de Estado militar de hace un año, la Nobel de la paz birmana Aung San Suu Kyi ha ido perdiendo en los últimos meses fuerza como faro de una joven oposición democrática a la junta que mira más allá de las idolatrías del pasado.
«Me da la impresión de que a la generación joven no le importa Suu Kyi. Ella prácticamente no tiene ningún papel ahora mismo», dice a Efe por teléfono desde Mandalay (segunda ciudad del país) Hein, un activista de 25 años a quien el golpe truncó su sueño de convertirse en cineasta.
La depuesta líder, venerada por los birmanos durante décadas y elegida de manera masiva en las urnas, ha desaparecido de la escena pública desde su detención durante el golpe del 1 de febrero de 20211 y se enfrenta a varios procesos judiciales a puerta cerrada cuyas vistas se han seguido celebrando esta semana.
Al igual que muchos jóvenes que llegaron a la edad adulta en plena transición democrática, Hein comenzó a sentirse decepcionado por la Nobel de la paz, de 76 años, cuando rechazó criticar la campaña militar de limpieza étnica contra los rohinyá, una etnia históricamente discriminada, y justificó al Ejército ante el Tribunal de la Haya.
«Dejó de importarme cuando vi que no defendía a los rohinyá», dice el joven, que considera a Suu Kyi «un mal menor» en comparación con el régimen militar impuesto desde el golpe y critica su falta de acción en las semanas precias a la asonada.
«Desde diciembre de 2020 se rumoreaba que los militares iban a dar un golpe de Estado. ¿Por qué no hizo nada para detenerlo? (…) Cuando el golpe ocurrió, la principal reclamación era liberar a Suu Kyi. Y ahora me da la impresión de que a la gente ya no le importan los líderes», dice.
OPOSICIÓN MÁS AMPLIA
Hunter Marston, experto en Relaciones Internacionales de la Australian National University, declara a EFE que «el movimiento disidente es mucho más amplio que la antigua resistencia de Suu Kyi contra los militares».
«Suu Kyi todavía desempeña un papel importante y aún es una figura clave de la oposición. Tiene el puesto nominal de consejera de Estado. Pero creo que los actores que tratan de llevar el cambio ahora están apoyándose en una base mucho más amplia», dice Marston, que destaca la aparición de asuntos como el federalismo y los derechos de las minorías étnicas.
Aunque mantuvo durante décadas una lucha incansable por llevar la democracia a su país, la depuesta líder lo hizo de una forma limitada, sin dar apenas voz a las decenas de minorías étnicas que llevan décadas reivindicando más derechos y un estado federal que les permita mantener su identidad cultural.
Sin embargo, el Gobierno de Unidad Nacional (NUG), formado en la clandestinidad como Ejecutivo paralelo al del general golpista Min Aung Hlain, ha reunido un equipo más diverso, incluidos miembros de las minorías étnicas y reconoció que los rohinyá deben tener los mismos derechos que cualquier ciudadanos birmano, algo que Suu Kyi siempre eludió hacer.
«Creo que el NUG tuvo que hacer algunas concesiones para demostrar que se tomaba la democracia en serio y obtener el apoyo de minorías étnicas que no confían en Suu Kyi. La ven como una prolongación del Ejército por su antigua cooperación con ellos», indica el académico.
AISLAMIENTO
Es muy probable que la propia Suu Kyi no esté al tanto de estos movimientos ni de casi nada de lo ocurrido en su país en los últimos 13 meses, pues apenas le conceden permiso para departir unos minutos con sus abogados para preparar las vistas judiciales por las múltiples acusaciones que ha recibido en el último año.
«Está aislada y excluida de lo que sucede en su país», apunta Marston, que considera su aislamiento una de las claves de su pérdida de protagonismo.
Detenida desde la misma mañana del golpe de Estado, las acusaciones más importantes que afronta la depuesta líder son la violación de la ley de Secretos oficiales, el fraude electoral y cuatro casos de corrupción penados con hasta 15 años de cárcel.
Las primeras condenas por infracciones de menor rango ya han sido pronunciadas: dos años (tras el indulto parcial de la junta militar) por incitación contra la junta militar y saltarse las leyes contra la pandemia de covid-19 y cuatro años por la importación ilegal de unos teléfonos inalámbricos.
El golpe de Estado, que el Ejército justifica por el supuesto fraude electoral del partido de Suu Kyi, ha sumido a Birmania en una profunda crisis política, económica y social en la que han muerto 1.585 personas por la represión de las autoridades y ha avivado y reabierto conflictos armados por todo el país.
SIN LÍDERES PERSONALISTAS
Con el liderazgo de Suu Kyi cada vez más difuminado, Marston no ve en la nueva generación a ningún líder que pueda recoger su testigo y proyectar su mismo carisma, pero lo considera algo bueno para un país que durante décadas se ha entregado a liderazgos personalistas.
«Creo que Suu Kyi tuvo el mismo problema que los reyes o los dictadores anteriores a ella. Era el centro del poder. (…) Es una manera muy ineficiente de ejercer el gobierno», explica.
Hein dice que buena parte de su generación quiere huir de la idolatría con la que sus padres veneran a Suu Kyi y critica que los birmanos siempre depositen demasiada confianza en líderes mesiánicos.
«No quiero depender de otro salvador que me decepcione. Si quiero apostarlo todo por un salvador que me va a decepcionar, prefiero rezar a Dios», afirma. EFE
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