El negocio de la salud
A principios de los años ochenta del siglo pasado Chile cambió el anterior sistema público de salud por uno mixto público-privado.
El Fondo Nacional de Salud (FONASA) se financia con las cotizaciones y co-pagos de sus afiliados y un aporte del fisco. A su vez las Instituciones de Salud Provisional (ISAPRES) privadas lo hacen con la capitalización individual.
Por ley, los trabajadores dependientes activos y jubilados cotizan el 7% de su sueldo en uno de los dos sistemas, lo que incluye a su núcleo familiar. Los trabajadores independientes todavía cotizan en forma voluntaria.
Contrariamente al FONASA, las ISAPRES ofrecen igual a las cajas de seguros de enfermedad en Suiza planes adicionales para garantizar una mejor cobertura y compiten entre ellas para captar las primas más altas (sectores de ingresos medios y altos) a un menor costo o riesgo (jóvenes profesionales). Reciben casi 50% del total de las cotizaciones para atender a menos del 20% de la población.
Actualmente un 70% de la población está afiliado al FONASA, un 16% a una ISAPRE, un 3% a seguros especiales de las FFAA y un 10% carece de seguro.
Obligaciones similares, pero distintas
Los afiliados al FONASA de más bajos ingresos y los indigentes reciben atención primaria gratuita en los consultorios administrados por los municipios y también atención ambulatoria y hospitalaria gratuitas en el sistema público.
De igual forma se entregan los medicamentos más corrientes – si están disponibles. Si se prefiere un centro médico privado se paga con bonos el 50% de la prestación, y en el caso de exámenes, bastante más. Las primas más bajas de las ISAPRES no permiten la atención esperada en un hospital particular, por lo tanto sus afiliados recurren al sistema público, donde cancelan el total de la prestación.
La casi nula inversión en los primeros años del nuevo sistema en el sector público, tanto en infraestructura, tecnología como en salarios del personal de salud llevó a graves carencias y sobrecargas, si no a un casi colapso de este sector que debía atender a la mayoría de la población, vale decir los pobres y los de mayor riesgo (ancianos, mujeres en edad fértil). Para los enfermos significaba mañanas enteras de espera para una atención ambulatoria y meses o años para una operación.
De hecho, más que de un sistema mixto se trata de dos sistemas paralelos que casi no interactúan y es en cierto modo el reflejo de una sociedad con oportunidades muy desiguales: el sistema público sufre de una sobrecarga y falta de recursos y también de una administración engorrosa; en el sector privado sobren capacidades e utilidades. En resumen, significa una gestión ineficiente de los recursos y gastos totales de la salud.
En los últimos años, el gobierno ha invertido importantes recursos en infraestructura, nuevas tecnologías y mejores salarios sin poder suplir todavía las omisiones anteriores.
El cuadro en Chile no es tan distinto al de Suiza
Por el envejecimiento de la población, Chile ya empezó a tener los mismos problemas de salud de los países desarrollados: las llamadas «enfermedades de civilización». Junto con más prestaciones médicas -por tener mayor conciencia del derecho a la salud y los tratamientos más caros-, ha provocado un incremento más rápido del gasto de la salud que el del PIB.
En Suiza hay tantos sistemas de salud como cantones y medio cantones y más de 80 cajas de seguros de enfermedad, todas particulares. Cada habitante – suizo o extranjero- debe contratar una prima base que se cobra per cápita, independientemente de los ingresos.
Ningún seguro puede rechazar la afiliación a la prima per cápita, pero puede hacerlo si se trata de primas adicionales que abarcan mejores prestaciones o mayores riesgos (un 40% dispone de ellas). Hay además una franquicia anual, el 10% de las prestaciones siguientes y entre el 10-20% de los medicamentos a pagar.
La prima varía según el cantón y el seguro. Personas y familias de menores ingresos (un 30%) reciben una rebaja subvencionada por el Estado, ya que el gasto de bolsillo es el más alto de los países de la OCDE y los gastos totales en salud los más altos después de EEUU.
A los afiliados se le hace difícil elegir entre tantas cajas que compiten entre ellas para hacer uso de su derecho a la libre elección. El cambiar de caja por disconformidad implica trámites burocráticos y otra caja los puede rechazar. Tal como en Chile, cada año los precios de las contribuciones y medicamentos suben, muchas veces más que la inflación.
El 11 de marzo se votará la iniciativa popular para un cambio radical del sistema de salud que propone la implementación de un seguro único estatal (EKK) con un plazo de transición de 3años.
Mientras en Suiza reflexionan sobre los alcances de la votación del próximo 11 de marzo, en Chile está claro que si FONASA tiene sus fallas y carencias, no se deben al sistema público en sí, sino a las omisiones durante años y a la falta de recursos de un país en el umbral del desarrollo.
Regula Ochsenbein, Santiago de Chile
Regula Ochsenbein nació en Lucerna el 15 de marzo de 1949. Cursó sus estudios primario y secundario en Basilea y Berna, donde obtuvo su ‘Matura’ (bachillerato), en 1968.
En aquel año de efervescencia estudiantil en Europa comenzó la carrera de Sociología y la terminó en 1977 graduándose de licenciada en Historia Moderna y Sociología de los países en desarrollo y derecho público.
Durante sus estudios participó en intercambios estudiantiles (Checoslovaquia); trabajó de voluntaria en un pueblito de Grecia y en un Kibutz de Israel.
Su vida profesional la llevó, tras un curso de preparación, al servicio diplomático, ámbito en el que permaneció desde 1978 hasta 1985. En ese año decidió abandonar la carrera y quedarse en Chile tras haber ocupado funciones en Portugal, Santiago de Chile y Londres.
Actualmente combina en Chile sus actividades de socióloga con las de artesanía en madera.
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