
Suiza controla la situación de las harinas animales

El primer ministro francés, Lionel Jospin, lo anunció el martes: las gallinas y los cerdos franceses no consumirán harinas animales. En Suiza se plantea el tema de la prohibición y la eliminación de los excedentes.
El 3 de noviembre, la Oficina Veterinaria Federal propuso al gobierno la prohibición de las harinas y grasas animales en la alimentación de todos los animales destinados al matadero. Después de los rumiantes (que no reciben más harinas animales desde el inicio de la crisis de las vacas locas en 1990) hay que privar ahora a las gallinas y los cerdos de ese alimento.
Por el momento, no existe ninguna prueba científica de una transmisión de la enfermedad de la vacas locas a otros animales aparte de los bovinos, pero nunca se es demasiado prudente. Parece ser además que el gobierno suizo está dispuesto a tomar esa medida, que necesitará una modificación de la Ordenanza sobre los epizoótidos, lo que exigirá «cierto tiempo».
La Unión de los Productores Suizos considera que ya no se puede tergiversar durante más tiempo. «Para fabricar esas harinas, se cuecen desechos a 133 grados durante 20 minutos y bajo tres bares de presión, según explica el secretario de la Unión, Gérard Vuffray. Las autoridades pueden tener todavía dudas sobre la prohibición, pero que se decidan rápidamente».
En realidad, Suiza casi no utiliza más harina animal. De la producción anual de unas 40.000 toneladas, 35.000 son exportadas, principalmente a Holanda, Alemania y Dinamarca. Según Gérard Vuffray, los agricultores podrían prescindir sin mayores problemas de esas 4.000 toneladas restantes que sirven todavía para alimentar aves y puercos.
Queda por saber qué pasará cuando los clientes europeos de Suiza decidan a su vez prohibir las harinas animales. Actualmente, los carniceros pagan 18 céntimos por kilo de desechos eliminados en las fábricas de transformación. El director de Centravo, que es la mayor fábrica suiza de transformación, Hans Hofer, explica que sólo habrá dos soluciones: quemarlas o transformarlas en gas.
Si la segunda solución todavía no está lista técnicamente, la primera es utilizada ya en algunos centros de incineración. Pero lo que es cierto es que la factura aumentará. De 18 céntimos, Hans Hofer considera que pasará a 45 o 50 céntimos por kilo de carne.
Ahora bien, ¿quién pagará la factura?. De parte de los ganaderos, tanto la Unión de Productores Suizos como la Unión Suiza de Campesinos, han anunciado ya que se niegan a pagar los gastos de algo de lo que no son responsables sus miembros. Hay que esperar ahora para saber qué piensan al respecto los carniceros y los consumidores.
Marc-André Miserez

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