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Una visita que calienta los espíritus

La nominación de obispo de Coira, Wolfgang Haas suscitó polémica en 1988. Keystone Archive

Juan Pablo II viene a Suiza. Esta visita despierta los conflictos que oponen a protestantes y católicos, pero también al Estado y a la Iglesia en un debate más vivo que nunca.

El reciente nombramiento de un embajador de Suiza ante el Vaticano volvió a encender las pasiones.

El pasado viernes, la Confederación nombró a un embajador en el Vaticano, «normalizando» las relaciones bilaterales. Por cierto, Suiza mantiene relaciones con la Santa Sede – el nombre oficial del Estado Vaticano – desde hace ochenta años. Pero no tenía allí un homólogo del nuncio apostólico acreditado en Berna.

Esta decisión pone fin a una larga serie de vaivenes diplomáticos. Como lo fue el asunto del Obispado de Coira (GR). En 1988, Juan Pablo II nombró a Wolfgang Haas obispo auxiliar con derechos de sucesión.

Este nombramiento contravenía el estatuto que consagraba desde hace siglos la autonomía del de la catedral de Coira, que le confería el derecho a escoger a su propio obispo.

Una antigua tradición política que pretendía proteger el catolicismo de las influencias exteriores, anclada en la Constitución federal hasta hace poco, fue así rota.

Una gran parte de la opinión pública y de los católicos se elevó contra el nombramiento de este obispo considerado como demasiado conservador. Para restablecer la paz, hubo que trasladar a Wolfgang Haas a Vaduz, en Liechtenstein. Una rara concesión por parte de Roma.

Protestantes irritados

Ante el anuncio del nombramiento de un embajador en el Vaticano, el pasado viernes, la Iglesia protestante expresó enseguida su descontento. Consideró que era un atentado a la igualdad de tratamiento entre católicos y protestantes.

Además, después de la apertura hecha al ecumenismo por el Concilio Vaticano II, la actitud del actual Papa polaco no ha cesado de complicar las relaciones entre ambas Iglesias.

Si, al nivel local, el ecumenismo funciona, la Federación de las Iglesias Protestantes de Suiza considera que Juan Pablo II se distancia cada vez en los hechos.

En el «Dominus Iesus», un documento publicado el año pasado, el papa se reserva la primacía en la gestión de la revelación, confinando a otros cristianos al segundo plano.

Lo mismo para los matrimonios ecuménicos, aceptados por los obispos suizos y las Iglesias protestantes durante un acuerdo histórico en 1972 ha sido también contestado por Roma. Una introducción reciente, «Redemptionis Sacramentum», reafirma la exclusión de los no católicos a la Eucaristía.

Por todas estas razones, los protestantes negaron la invitación para participar en la misa que el Papa celebrará en el momento de su visita en Berna. Y así es como esta visita despierta las tensiones seculares que marcaron la historia de Suiza y sus relaciones con Roma pontifical.

Informes difíciles

El protestantismo y sus estructuras democráticas profundamente marcaron el destino de este país. Desde el 1520 – con Zwingli en Zurich, luego Calvin en Ginebra – cerca de la mitad del territorio helvético actual abandonó la Iglesia romana.

Guerras de religión estallaron periódicamente. La quinta y última, en 1847, acabó en el triunfo de los liberales y en la nueva Constitución que, todavía hoy, define Suiza.

Hasta finales del siglo XIX, el catolicismo militante quedó desterrado por la política federal. Fue sólo en 1898, con la entrada del Primer ministro católico al gobierno (Consejo Federal), que comenzaron las distensiones.

La Iglesia en la democracia

Pero además del antagonismo confesional, existe desde hace tiempo una permeabilidad cierta entre ambos bordes. De una parte, Suiza tiene una tradición de autonomía local que remonta a la Edad Media.

Por otro lado, el protestantismo marcó los espíritus. Los reformados no están sometidos a ninguna jerarquía eclesiástica. Las comunidades están organizadas de manera autónoma y los pastores no tienen función sacramental.

Así es como los católicos suizos conquistaron el derecho a participar en la vida diaria de la Iglesia. En ciertos cantones, existen asambleas que coordinan la acción apostólica con los obispos.

Esta amplia tradición de participación popular en los destinos de la Iglesia acabó, entre otras cosas, en la posibilidad de elegir a representantes al Consejo episcopal.

Catolicismo a la Suiza

En los años 70, como consecuencia del Concilio, un «Sínodo» fue creado en Suiza, con el fin de reinterpretar el catolicismo a la luz de nuestra época. El debate principalmente se articula alrededor de la búsqueda de un denominador común entre fe y modernidad.

Así, se buscó darle un nuevo papel a los laicos y a las mujeres. El año pasado, por ejemplo, los consejos parroquiales de numerosos cantones pidieron en voz alta la abolición del celibato de los sacerdotes y la accesión de las mujeres al sacerdocio, ante la gran indignación de la jerarquía eclesiástica.

A pesar de su popularidad, Juan Pablo II representa, para los protestantes, pero también para buena parte de los católicos suizos, una Iglesia estancada en sus valores y ajena a la realidad. El vasto debate que acompaña su visita lo confirma una vez más.

swissinfo, Daniele Papacella
(Traducción: Alberto Dufey)

Suiza cuenta con cerca de 3 millones de católicos, más de 40 % de la población.
El 33 % son protestantes.
El 4 % musulmanes.
El 4 % profesa otras religiones.
Más de 10 % se declara sin religión.

– A pocos días de la llegada del Papa (5 y 6 de junio), la polémica sube de tono. Las Iglesias protestantes no apreciaron el nombramiento de un embajador de Suiza ante el Vaticano, en sustitución de un » diplomático actual en misión especial «.

– » Nos habrían gustado ser consultados «, declaró Thomás Wipf, presidente de la Federación de las Iglesias Protestantes de Suiza.

Para Thomás Wipf, la decisión del gobierno no es una mera formalidad, porque el Vaticano ni siquiera es un Estado, sino que también una Iglesia » que tiende a querer hablar en nombre de todos los cristianos «.

– La Federación de las Iglesias Protestantes de Suiza concluye que los católicos gozan de este hecho de un tratamiento de favor en detrimento de otras religiones.

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