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La larga marcha de Falun Gong

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Los seguidores del movimiento espiritual Falun Gong entablan una larga marcha a través de Suiza para acaparar la atención sobre las persecuciones de las que son víctimas y obtener de Berna una clara condena a Pekín.

Los participantes parten de Ginebra, Zúrich, Berna, Basilea y San Gall para congregarse en la capital de Suiza, delante del Palacio Federal, el 23 de agosto y entregar una misiva a las autoridades helvéticas.

Esperan así sensibilizar a los suizos sobre las persecuciones de las que son objeto en China. Una represión que habría aumentado desde que Pekín ha sido designada para organizar los Juegos Olímpicos de 2008.

Violación de los derechos humanos

Según Lee Kye Ja, miembro del movimiento en Ginebra, el primer ministro chino afirmó que la elección de Pekín es una señal de la aprobación por parte de la comunidad internacional de las medidas adoptadas contra Falun Gong.

Quince mujeres habrían sido torturadas a muerte en un campo de trabajo en Harbin. Y otros diez otros presos habrían muerto juntos. El balance total de los últimos dos años sería de más de 50.000 practicantes detenidos, 263 asesinados y varios cientos ingresados en campos de trabajos forzosos u hospitales psiquiátricos.

Amnesty Internacional ha condenado esas acciones. Por ejemplo, en el marco del Salón del Libro de Ginebra, la organización presentó los testimonios de varios miembros de la organización.

Entre taoísmo y budismo

Ese discurso difiere diametralmente del de Pekín, que considera Falun Gong una secta. Una etiqueta que rechazan categóricamente los responsables del movimiento que comenzaron a darse a conocer en el extranjero entre los inmigrantes chinos en Estados Unidos a comienzos de los años 90.

El movimiento Falun Gong, o Falun Dafa, tiene sus raíces en las tradiciones seculares, teñidas de taoísmo y budismo. Sus adeptos se reclaman de tres principios básicos: verdad, compasión y tolerancia.

Afirman que, practicados regularmente, los ejercicios de control de la respiración, les permite armonizar las energías del cuerpo y del espíritu y les aporta salud y serenidad. Además, hasta hace poco las autoridades chinas no tenían inconveniente en recomendar esos ejercicios ni en promover su práctica.

Sin embargo, las proporciones de difusión que alcanzó el movimiento, unidas a un desaliento ideológico generalizado, terminaron por desatar los temores en las altas esferas del poder.

Una “secta maléfica”

La gota que colmó el vaso fue la manifestación silenciosa y pacífica en abril de 1999, cuando 10.000 personas se congregaron al pie de la Ciudad Prohibida para pedir la legalización del movimiento. Los responsables comunistas no podían tolerar una organización que dice tener millones de simpatizantes y que se les escapa a su control.

En julio de 1999, tras varias medidas vejatorias inútiles y detenciones sin éxito, Falun Gong fue declarado ilegal y luego calificado de “secta maléfica”. Esa obstinación se explica en parte por el hecho de que los actuales dirigentes chinos saben que la historia del Celeste Imperio está marcada por movimientos de esa índole que a menudo han desembocado en disturbios políticos.

Y en las actuales circunstancias, para mantenerse en el poder, los dirigentes no tienen otra alternativa política que la represión para sofocar todo lo que perciben como amenaza.

Roy Probert y Claude Levenson

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