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Consecuencias de la guerra de Rusia también en el Ártico

dos casitas aisladas en un paisaje ártico de nieve
Un refugio de cazadores al norte de Longyearbyen, en Spitzbergen, la isla principal del archipiélago de Svalbard. Bruno Kaufmann/swissinfo.ch

Las repercusiones de la guerra de Rusia contra Ucrania han llegado hasta el Ártico. La tensión crece en zonas remotas del norte de Europa donde, gracias al apoyo suizo, existe desde hace más de cien años una sociedad multiétnica ejemplar. SWI swissinfo.ch ha visitado Spitzbergen y las islas Åland, a medio camino entre Noruega y el Polo Norte. 

La primera parada de nuestro viaje la hacemos en Tromsø, la ciudad más grande del norte de Noruega, 200 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico. El avión procedente de Oslo con destino a Longyearbyen, en el archipiélago de Svalbard, a medio camino entre Cabo Norte y el Polo Norte, aterriza fuera de la terminal aérea. Todos los pasajeros y equipajes son controlados por la policía y funcionarios de aduanas noruegos antes de que el viaje pueda continuar.

Desde la invasión de Ucrania por las tropas rusas a finales de febrero, Noruega ha reforzado notablemente los controles entre su territorio continental y el archipiélago de Svalbard, cuya superficie conjunta es una vez y media el tamaño de Suiza. Con ello, Noruega se remite a un tratado internacional de 1920 establecido por la Sociedad de Naciones, predecesora de Naciones Unidas.

De tierra de nadie del Ártico…

“Antes, la zona de Spitzbergen (la mayor de las islas del archipiélago de Svalbard) se consideraba tierra de nadie”, explica Rasmus Gjedssø Bertelsen, catedrático de Estudios Nórdicos en la Universidad de Tromsø y experto en la región de Svalbard. “[Desde el tratado], Noruega tiene una soberanía limitada sobre el archipiélago”. Entre esas restricciones para Oslo está el hecho de que todos los Estados signatarios del tratado de 1920 y sus ciudadanos tienen derecho a establecerse en Svalbard.

En otras palabras, el archipiélago de Svalbard es un territorio internacional neutral y desmilitarizado según el acuerdo firmado por los 46 países. La región, durante mucho tiempo conocida exclusivamente por sus ricos yacimientos de carbón y su singular población de osos polares, se ha convertido en los últimos cien años en un modelo de sociedad multiétnica y democrática, y en un destino predilecto para los científicos del Ártico, que acuden allí para realizar investigaciones sobre el terreno.

…a puesto de avanzada ruso-ucraniano

Sin embargo, el nuevo conflicto que comenzó en febrero de 2022 ha llegado hasta este remoto lugar septentrional de Europa. “El ataque de Rusia nos conmocionó y sorprendió a todos”, comenta Ronny Brunvoll, director de la oficina de turismo local. “Ahora tendremos que ver cómo puede continuar la vida aquí. Además de Noruega, Rusia también tiene asentamientos en Spitzbergen, en su mayoría poblados, irónicamente, por ciudadanos ucranianos.

Hombre con gorro y bufanda en un pueblecito del ártico
Ronnie Brunvoll, director de la oficina turística de Spitzbergen. Bruno Kaufmann/swissinfo.ch

En un principio, el trabajo de cooperación de décadas entre las empresas turísticas de los asentamientos noruegos y rusos quedó suspendido. Desde entonces, el tono entre las dos principales partes interesadas en Svalbard se ha ido endureciendo progresivamente, para disgusto de la población local. Por ejemplo, los envíos de alimentos de Rusia a Barentsburg estuvieron bloqueados durante días en la aduana noruega continental de Kirkenes. En segundo lugar, el Gobierno noruego decidió restringir el derecho de voto de los ciudadanos del archipiélago: en el futuro, solo podrán participar en las elecciones parlamentarias locales los ciudadanos de Svalbard que también hayan vivido al menos tres años en la Noruega continental. “Eso debilita considerablemente nuestra democracia”, afirma Arild Olsen, alcalde de la capital, Longyearbyen.

La UE cuestiona la soberanía

Pero no solo las crecientes tensiones entre Noruega y Rusia complican la vida a sus habitantes: la Unión Europea anunció recientemente que ya no quería respetar el poder administrativo de Noruega, hasta ahora tolerado, sobre las ricas zonas de pesca que rodean Svalbard. En una nota diplomática enviada a finales de junio, se afirmaba que la soberanía de Noruega sobre las zonas pesqueras árticas tenía “límites claros” y que las cuotas de pesca de bacalao decididas “no eran sostenibles”.

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Suiza se adentra en el Ártico

Suiza, que también participó en el Tratado de Spitzbergen desde 1925, ha preferido mantenerse al margen de la disputa sobre el archipiélago. Así se lo comunicó a SWI swissinfo.ch el representante suizo en Oslo, la capital noruega. “No tenemos intereses geopolíticos en el Ártico”, afirmó el embajador Bernard Jaggy, “pero nos interesa mucho la diplomacia en materia de investigación científica”.

Según Jaggy, “hay cientos de proyectos de investigación en Svalbard en los que participan universidades suizas. Por ello, Suiza es el primer país que ha abierto un consulado honorario en el archipiélago”.

Se encuentra en el corazón de la capital, Longyearbyen, en una casa de madera azul, y desde finales de 2021, está dirigido por Marcel Schütz. La presencia diplomática de Suiza en el Alto Ártico es -en palabras oficiales- un puente hacia la patria, especialmente en situaciones de crisis, por ejemplo, cuando una expedición de investigación con participación suiza necesita ayuda rápida.

Marcel Schütz
Marcel Schütz es cónsul honorario de Suiza en Longyearbyen. Bruno Kaufmann/swissinfo.ch

Pero en la tensa situación actual, incluso estos proyectos, libres de cualquier sospecha política, están sometidos a un minucioso escrutinio: por ejemplo, el acuerdo de Berna con Oslo para establecer un consulado honorario en Longyearbyen puede considerarse un refuerzo de la reivindicación de soberanía de Noruega, miembro de la OTAN, sobre este territorio ártico neutral y desmilitarizado.

Un acuerdo histórico

Suiza también desempeñó un papel importante en la creación de una segunda zona neutral desmilitarizada en la región nórdica bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones. Ese acuerdo fue en gran parte obra de Felix Calonder (1863-1952), primer ministro de lengua romanche en el Gobierno suizo. En 1920, cuando dejó de ser consejero federal, contribuyó notablemente a resolver la cuestión territorial y el estatuto de las islas Åland.

Este archipiélago de más de 6 700 islas en medio del mar Báltico estuvo controlado durante mucho tiempo por Suecia y más tarde por Rusia. Tras la Primera Guerra Mundial, Åland fue anexionada a la entonces recién independizada Finlandia, en contra de la voluntad de la población. Pero el archipiélago pudo conservar el sueco como lengua, se le concedieron amplios derechos de autonomía y fue declarado zona desmilitarizada y neutral a petición de Moscú. Félix Calonder (1863-1952) es considerado el artífice de esa solución ejemplar a escala mundial.

Rusia apuesta por el Báltico

Este verano, los 30 000 habitantes de las islas Åland celebraron el centenario de su autonomía. A diferencia del presidente finlandés, Sauli Niinistö, y del Rey Carlos Gustavo de Suecia, Putin no fue invitado a las celebraciones. Sin embargo, Moscú sigue siendo un poderoso actor en Åland: aparte del gran complejo del consulado general en la capital, Mariehamn, el Estado ruso posee muchos bienes inmuebles en Åland. Esas propiedades fueron cedidas a la Unión Soviética en el Tratado de Moscú de 1944, que puso fin a la guerra ruso-finlandesa. “Estamos comprometidos con este acuerdo”, afirma la jefa del Gobierno de Åland, Veronica Thörnroos, en una entrevista con swissinfo.ch, al tiempo que reconoce que “Rusia también tiene derecho a vigilar nuestra neutralidad y desmilitarización”.

Mujer delante de un edificio moderno
Veronica Thörnroos es responsable del Gobierno de Åland. Bruno Kaufmann

Åland: un archipiélago neutral dentro de la OTAN

No hace falta llegar a la cima del Ártico para darse cuenta de que la guerra en Ucrania está provocando mucha tensión. El archipiélago de Åland también se ha visto directamente afectado: los dos últimos bastiones nórdicos neutrales, Suecia y Finlandia, están ahora a punto de unirse a la alianza militar occidental, la OTAN. “Obviamente, eso hace que nos replanteemos nuestra propia neutralidad”, afirma Petra Granholm, directora de investigación del Instituto para la Paz de Åland, en Mariehamn. Sin embargo, para la jefa de Gobierno, Veronica Thörnroos, solo hay un camino posible: “Queremos seguir nuestra propia senda de neutralidad”. Suena casi suizo.

Adaptado del alemán por Carla Wolff

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