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Lo de menos es bailar

La violencia contra las trabajadoras del sexo persiste. (Escultura 'Irresistible' Sue Williams, Keystone) Keystone

“En Suiza lo que menos haces en un cabaret es bailar”, comenta Diana, una dominicana con el permiso de estancia para trabajar como bailarina en esos locales.

Un marco de violencia y fuerte presión rodea esa actividad, en muchos casos bajo la sombra de la impunidad.

“Tienes que estar con los clientes, y a las que no quieren ir a los ‘separées’, las corren”, comenta la joven de 21 años de edad, que cuenta con el permiso de residencia y empleo como bailarina de cabaret, expedido por las autoridades suizas para cubrir la demanda de mujeres en los locales nocturnos que presentan espectáculos de ‘striptease’.

Las organizaciones de apoyo a las mujeres del sector sexual en Suiza escuchan a diario testimonios sobre las presiones y la violencia que se ejercen contra las bailarinas para instigarlas a realizar actividades que están fuera de contrato.

Los separées

“El problema mayor es que existe el contrato, y por otra parte la realidad, dos cosas muy diferentes: Conocemos mujeres que son forzadas a estar con los hombres en un cuarto cerrado aunque no lo quieran”, explica Dorothea Winkler, del Centro de Información para Mujeres de África, Asia, América Látina y Europa del Este (FIZ en sus siglas en alemán).

La misma constatación la hace Joanna Piòro, asistente social de Aspasie, organización de apoyo a las trabajadoras del sexo, con sede en Ginebra:

“No saben que hay los ‘separados’ dentro de los cabarets, pequeños nichos en donde nadie ve lo que el cliente quiere hace con la bailarina. Y si él pagó mucho dinero por compartir una botella de champaña con ella, él será exigente” señala refiriéndose a las libertades que querrá tomarse, porque “estos separados están para eso”.

Si las mujeres se rehúsan a ir a estas habitaciones son amenazadas con no renovarle el contrato, y ellas saben que sin más trabajo se verán obligadas a abandonar Suiza.

Pero la cultura de la violencia no queda ahí. Mujeres recién llegadas a los cabarets han recibido incluso golpes y violación múltiple por parte de sus “empleadores”, para que “sepas a lo que llegas”, le advirtieron a Diana, a quien le cuesta contar a swissinfo su experiencia.

Marianne Schweizer, también de Aspasie, confirma que el cuadro se repite en sus encuentros con estas mujeres: “violencia verbal, injurias, humillaciones… hasta llegar a la violencia física”.

Abusos y violencia impunes

Las anulaciones ilegales de contratos laborales se dan sin cesar y resulta “difícil defender sus derechos”, explica Winkler. Esto e debido en gran parte al temor y a la frágil situación en la que se encuentran con un permiso de estadía en Suiza que expira con el fin de su contrato.

“Hay mujeres que tienen mucho miedo porque tienen innumerables deudas por pagar e, incluso muchas de ellas han sido amenazadas en su país, pues los intermediarios les han advertido: ‘si haces algo contra nosotros vamos a hacerle algo a tu familia”.

Esto, cuando en teoría es el agente de la artista el que debería ayudarles. En FIZ escribimos una carta al cabaret solicitando que paren la violencia o también, si la mujer acepta, le ayudamos para hacer una denuncia en la policía”.

De aceptar un proceso judicial, el inconveniente es que la mujer que ha puesto la denuncia ya no está en Suiza, y de esta forma, sólo el dueño del cabaret se presenta ante la justicia.

No saben cómo se les tratará

Para Joanna Piòro de Aspasie, los medios de información sólo cubren de forma sensacional la actividad de las bailarinas de cabaret. Lo importante sería que estas mujeres supieran “cómo esta presión contra ellas se ejercerá, con qué violencia, con qué amenazas y con qué sanciones, pues eso no lo saben al llegar a Suiza”.

Piòro advierte que no hay interés en imponer el orden o hacer algo para impedir los abusos dentro de estos establecimientos: “Las bailarinas aprenden que dentro del cabaret la impunidad se mantiene. No hay control alguno que observe lo que pasa en el interior de los cabarets”.

swissinfo, Patricia Islas Züttel

FIZ y Aspasie reciben constantes quejas sobre contratos no respetados, situándose como primer tema en las consultaciones con bailarinas de cabaret.

La cultura de la violencia contra las trabajadoras del sexo persiste, hay múltiples testimonios al respecto en las consejerías.

Incluye amenazas verbales y acciones físicas contra la persona.

En segundo lugar se encuentra la preocupación ligada a la presión para “animar” a los clientes a consumir bebidas.

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