
Suiza protegió los intereses de América Latina en la Europa nazi

Suiza es la nación que representó los intereses de los países de América Latina durante la Segunda Guerra Mundial. Una alianza que ayudó a Berna a crear una red diplomática global que prevalece en gran medida hasta la actualidad.
«Por nuestra parte, enviaremos una nota anunciando que, como nuestras oficinas se cerrarán en Alemania el 15 de noviembre, ya no nos será posible proteger sus intereses, así que les recomendamos ponerse en contacto con las autoridades estadounidenses si es necesario».
Esta cita forma parte de un reporte internoEnlace externo enviado por el Ministerio de Asuntos Exteriores en noviembre de 1945, recién concluida la Segunda Guerra Mundial. El texto pone fin a una poco conocida función desempeñada entonces por Suiza: proteger los intereses de 17 países latinoamericanos aliados del Eje.
En pleno colapso de las relaciones internacionales generado por el conflicto, la neutralidad suiza se convirtió en un valioso activo estratégico para la nación alpina. Cuando los países de América Latina rompieron relaciones con las potencias del Eje -Alemania, Italia y Japón- y con algunas naciones ocupadas como Francia, Berna decidió proteger los intereses de estos países en Europa.
Presionados por Estados Unidos, que buscaba garantizar la seguridad hemisférica y que América Latina se alineara con el esfuerzo bélico de los Aliados, varios países de la región (Uruguay, Brasil y México, entre otros) rompieron relaciones con las potencias del Eje. Una decisión que dejó a millones de personas migrantes y múltiples intereses económicos sin representación diplomática en los países que estaban en guerra.
Ante la necesidad de compensar ese vacío, Suiza fue la potencia protectora que asumió las responsabilidades consulares y administrativas para ambas partes. Entre 1939 y 1945, la diplomacia suiza operó en Berlín, Roma y el territorio de Francia que había sido ocupado por los alemanes, así como en otras ciudades ocupadas como Copenhague. Berna se encargó de las tareas consulares, apoyó a la ciudadanía y mantuvo comunicación secreta en nombre de los gobiernos de América Latina, fortaleciendo su influencia y protegiendo los intereses de la región.
«América Latina era un mercado económico relevante y una parte importante de la comunidad suiza en el extranjero vivía allí. Representar los intereses latinoamericanos en Europa otorgaba a Suiza un papel importante, garantizando las relaciones económicas y también la protección de la población ciudadana», explica Stella Krepp, investigadora asociada del Departamento de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Berna.
Con esta discreta estrategia, Suiza extendió su alcance global, haciendo uso de la diplomacia como un escudo para blindar a sus aliados lejanos, al tiempo que reforzaba su propia red de influencia, algo que sigue vigente hasta hoy, según voces expertas.

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¿En qué consistía la representación de Berna?
La tarea de una potencia protectora, asumida por Suiza durante la conflagración europea, consistía en actuar en nombre de Estados que habían roto sus relaciones diplomáticas con las naciones en guerra o que carecían de canales directos de comunicación.
En este contexto, Suiza era la mediadora de los mensajes entre los gobiernos, al tiempo que salvaguardaba los bienes de las embajadas y podía expedir pasaportes y visados, entre otros documentos. Una labor discreta, pero fundamental, que convertía al país que la realizaba en un intermediario fiable en tiempos de crisis internacionales.
La tradición protectora suiza inició durante la guerra franco-prusiana (1870-1871), cuando el país alpino decidió representar los intereses de Baviera y del Gran Ducado de Baden en Francia. Pero ganó relevancia durante la Primera Guerra Mundial, cuando Suiza ejerció alrededor de 36 mandatosEnlace externo.
«La práctica de ejercer de las ‘potencias protectoras’ se volvió más común después de la Primera Guerra Mundial y se formalizó en la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra de 1929, que era la tercera edición de un documento que había sido firmado por primera vez en 1864 y que era la piedra angular del derecho humanitario», explica Paula Vedoveli, experta en el tema y profesora en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas en Brasil.
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Pero el verdadero apogeo de esta práctica tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Suiza concentró más de 200 mandatos que le permitían representar los intereses de unos 42 países, según los Documentos Diplomáticos de Suiza (Enlace externoDodis), un proyecto de investigación histórica encargado de reunir documentos oficiales de política exterior y de las relaciones internacionales de Suiza.
La labor de Suiza como protectora carecía de precedentes internacionales.
Ginebra y Berna se convirtieron en centros diplomáticos, al mediar los intereses tanto de los países del Eje como de los Aliados, lo que hizo de la neutralidad suiza no solo un sello político, sino también un sólido activo estratégico para su supervivencia, que protegía los intereses del país y de la población suiza radicada en el extranjero.
Suiza y América Latina
Con la incursión de Estados Unidos en la guerra en diciembre de 1941, fueron varios los gobiernos de Latinoamérica que se adhirieron a la Declaración de las Naciones Unidas firmada en enero de 1942. Con esta acción, se sumaban oficialmente a los Aliados. Pero algunas de las naciones más influyentes de la región, como Argentina, Brasil o Chile, mostraron resistencia debido a los compromisos comerciales o ideológicos que tenían con las potencias del Eje.
«Brasil se convirtió en el único país de Latinoamérica en enviar tropas aéreas y terrestres a Europa, mientras libraba una guerra naval en el Atlántico sur contra los submarinos alemanes. Siguieron después Chile (1943) y la Argentina peronista (1945), poco antes de la victoria de los Aliados en Europa», afirma Krepp, recordando que en aquella época Argentina simpatizaba con el fascismo europeo.
Pero en vez de exigir a los Estados latinoamericanos declarar la guerra, el gobierno de Roosevelt en Estados Unidos se decantó por una estrategia más gradual: presionó a las naciones para romper relaciones diplomáticas y económicas con las potencias del Eje.
Esta ruptura generó un vacío diplomático que Suiza propuso de inmediato llenar, reforzando así su modelo de potencia protectora cercana a la neutralidad. Alrededor del 40% de los mandatos que Suiza tenía a cargo entonces eran de naciones latinoamericanas.
«Esta función tenía la misión de facilitar el diálogo y salvaguardar los principios fundamentales del derecho humanitario. El trabajo (de Suiza) estuvo marcado por una serie de desafíos, incluyendo la disposición de las partes involucradas para reconocer el papel de una potencia protectora y para cumplir sus exigencias en nombre del Estado que estaba representando», asegura Vedoveli.
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Pero para Krepp, la neutralidad suiza hoy es percibida de una forma distinta a la que existía en aquel periodo en el que Suiza tenía cierta cercanía con Alemania durante la guerra.
«No creo que pueda argumentarse que Suiza se mantuvo neutral (durante la guerra) porque conservó estrechas relaciones económicas con Alemania. Su participación fue especialmente relevante en las transacciones de oro y en la provisión de productos, como el petróleo, esenciales para la industria bélica», destaca.
La discreción suiza
La supuesta neutralidad que Suiza les prodigaba a los países de América Latina le abrió camino para extender su red de influencia fuera de Europa.
Aunque había organismos multilaterales como las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio (OMC) que ya ocupaban un papel de mediación en el mundo de la postguerra, la influencia helvética sigue presente en América Latina hasta el día de hoy.
«Suiza ha sido una jugadora importante en Latinoamérica gracias a los buenos oficios, como se les conoce, que ha desempeñado como mediadora», afirma Krepp. «Tuvo un papel fundamental en Cuba, en donde representó los intereses de Estados Unidos y ha seguido mediando en conflictos interamericanos, como el que se produjo entre México y Ecuador en 2024. Todo esto le confiere una gran influencia política en América Latina».
Para Vedoveli, el eficaz desempeño de Suiza como potencia protectora en la Segunda Guerra Mundial le permitió proyectar su legado en América Latina en la postguerra y durante la Guerra Fría, cuando Suiza fue llamada, aunque de forma discreta, como observadora y mediadora de conflictos regionales.
«El país ha construido un modelo de acción a través de la práctica en el que el éxito de su trabajo logra perfilar expectativas sobre el alcance y la eficacia que tendrán futuras actividades y episodios y, en este caso, la discreción también es un activo», añade Vedoveli.
Editado por Virginie Mangin. Adaptado del inglés por Andrea Ornelas / CW.

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