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Los ‘puentes de la esperanza’ de Toni, el suizo

Toni, el suizo se propone seguir tendiendo puentes donde sean necesarios. EPFL-Lausana

En 16 años ha construido unos 270 puentes colgantes que son transitados por unas 800.000 personas en América Latina y Asia.

La labor de Toni Rüttimann ha sido elogiada en la 19ª edición del Festival de Medios de Comunicación Norte-Sur, en Ginebra.

Asistió a la proyección del filme “Toni, entre la tierra y el cielo”, de Philippe Grand, que en el recientemente finalizado festival (27.09) fue distinguido con el Premio internacional de la categoría ‘independientes’, dotado con 5.000 francos suizos.

En la oportunidad, Toni explicó los alcances de su cometido.

Domiciliado en Ecuador, Toni Rüttimann, más conocido como “Toni, el suizo”, de 36 años, dedica gran parte de su tiempo a luchar contra el aislamiento de los seres humanos.

Con ingenio y tesón levanta gratuitamente puentes colgantes cuyo precio medio por unidad ronda los 600 francos. Los beneficiarios aprenden además a unir sus esfuerzos en el trabajo comunal.

La Televisión Suiza de expresión francesa, el Instituto Universitario de Estudios para el Desarrollo (IUED) y la Agencia Suiza para la el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) ponderaron la entrega del grisonés a favor de quienes necesitan cooperación.

Su vocación

En entrevista con swissinfo, «Toni, el suizo» recuerda que en 1987 quedó conmovido al enterarse de un terremoto en Ecuador. Entonces tenía 19 años y estaba a punto de concluir sus estudios de bachillerato.

No lo pensó dos veces. Al día siguiente dejó su Grisones natal y se fue a Quito, la capital ecuatoriana, para auxiliar a las víctimas de esa catástrofe natural. No sabía cómo, pero se fue.

En el terreno se dió cuenta del sufrimiento de los damnificados y sintió algo que algunos misioneros suelen llamar: una conversión. «Allí me dí cuenta del aislamiento de los ecuatorianos, que tal vez con un pequeño puente -ni siquiera uno grande-, era posible reintegrarlos a los auxilios más urgentes», cuenta el helvético a 16 años de distancia.

Construyó así el primer puente y las cosas salieron bien. Bastante bien. Y desde entonces se dió a la tarea de construir «puentes» entre los pueblos. Puentes que no sólo comunican a poblaciones vecinas, sino que – a su juicio es lo más importante-, «les daba la esperanza de un futuro mejor».

Nueva filosofía de vida

«Aprendí a aprender, primeramente. Los campesinos me enseñaron a vivir. A ser sencillo y agradecido por cualquier cosa que uno consigue. Me enseñaron a trabajar sin herramientas, a pura mano. Me enseñaron a aguantar las enfermedades, es decir, a hacer la vida con todo lo que se puede», explica.

Aprendió igualmente el uso de los cables y los tubos viejos. Aprendió a solicitar a las compañías petroleras que le facilitaran materiales que ya no usaban. De los militares captó la disciplina y, de los misioneros aprendió «lo del espíritu, la parte del amor» en todo esto.

«Todos ellos me enseñaron a aprender y, mientras tanto iba haciendo puentes». La vida se volvió, pues, su verdadera universidad.

Reconocimiento

Desde 1987 no paró. Mantuvo buenas relaciones con la embajada de Suiza en Quito, trabaron amistad. Sin embargo, nadie le ofreció apoyo institucional, porque «Toni, el Suizo» no es una empresa, ni organización gubernamental, intergubernamental o no gubernamental.

«Pero, poco a poco, las autoridades se fueron enamorando de estos proyectos. Por ejemplo, en Honduras, con el huracán Mitch, en 1998, nos dieron la mano y nos abrieron la puerta muy rápido», reconoce.

La Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) les brindó ayuda. «Como trabajamos directamente con las comunidades, y el material que necesitamos nos lo proporcionan las empresas petroleras, no necesitamos mucho dinero. Además, preferimos ser independientes y no depender de un gobierno o de un presupuesto especial (que, eventualmente podría desaparecer a los dos años)», sostiene.

¿De qué vive Tony, el Suizo?

«Yo vivo de la Providencia», dice a sus 36 años. «No es que los regalos caigan del cielo; así, en la calle. A través de amigos que me van conociendo y que me dan la mano, obtengo un lugar para dormir, un billete para viajar (pilotos, agencias de viajes), me regalan ropa e incluso, tengo computadora. Y así, vivo de lo que la gente me regala», dice con la confianza en que el día de mañana nada le va a faltar.

Ni siquiera una extraña enfermedad muscular que contrajo en su último viaja a Camboya desalienta al grisonés, Toni Rüttiman: “Toni, el suizo” cuya meta sigue siendo tender puentes colgantes y unir esfuerzos entre la gente menos favorecida.

Tras un año de hospitalización, ya ha recobrado un 80% de la fuerza en sus manos y en sus piernas. Tan pronto recobre el 100%, se propone superar los 293 puentes y llegar a mil. “Qué digo mil…miles, miles de puentes en el mundo».

swissinfo, Luis Vázquez, Ginebra

Toni Rüttimann dejó Suiza a los 19 años. Desde 1987 ayuda a levantar puentes colgantes.
Desde entonces lo ha hecho sobre todo en Ecuador, Honduras, México y Camboya.

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