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Un pequeño país de elevado prestigio en la gran China

Una imagend de armonía: Micheline Calmy-Rey con el presidente del Congreso Popular chino (Pekín, octubre 2006) Keystone

Suiza fue para el Imperio del Centro una especie de ventana diplomática a la política mundial durante la Guerra Fría. Pekín tiene hasta ahora un alto concepto de Berna, señala el experto en asuntos de China Harro von Senger.

China es un gigante. En el Imperio del Centro viven aproximadamente 1.300 millones de personas. Si el margen de error en esta cifra es uno por ciento, da como resultado 13 millones de habitantes.

La cantidad de esos ‘habitantes fantasmas’, de cuya existencia nadie sabe con certeza, equivale a casi el doble de los 7,59 millones de habitantes inscritos en Suiza.

Sin embargo, a estos dos países tan distintos les une mucho más de lo que dejan suponer las cifras desiguales. En 1950, Suiza fue uno de los primeros Estados que reconoció a la revolucionaria República Popular de China.

Pragmatismo

«No fue una decisión política minuciosamente examinada. El Consejo Federal (gobierno) dio en aquella circunstancia mayor peso decisivo a los argumentos tecnocráticos», explica a swissinfo el sinólogo y autor Harro von Senger. El Gobierno suizo no habría querido renunciar a su representación diplomática en territorio chino. Mantenerse con el derrotado Chan Kai Chek hubiera significado trasladarse a la isla de Taiwán.

«Suiza era muy valiosa para Pekín porque era uno de los pocos países europeos con representación diplomática en China», anota von Senger. Esta ventana al mundo tuvo particular importancia para el gigante asiático durante la Guerra Fría.

Suiza cosechó asimismo mucho ‘goodwill’ (buena voluntad) con su política de neutralidad. «Además, en su condición de pequeño país, no despertó en los chinos ningún recelo de intenciones ocultas».

Gracias a sus confiables ‘valores’ de neutralidad e independencia, la Confederación Helvética mantuvo una buena situación, incluso después de las reformas y de la apertura económica iniciada por Deng Xiaoping en 1979. Hoy, cuando China da preeminencia a la economía, Suiza se anota puntos sobre todo con la exportación de mercaderías y el ‘know how’ técnico.

‘Desacuerdos’ en materia de derechos humanos

El diálogo sobre el respeto de los derechos humanos, que inició Suiza con China en 1991, es exclusivamente confederado (suizo). Pero también Alemania, Dinamarca y otros estados suelen hablar en Pekín sobre los derechos humanos.

Estos países estarían, sin embargo, menos legitimados para hacerlo, dice Senger. «En lo referente al trato a las minorías, Suiza puede conversar con los chinos consciente de su valor y desde un mismo nivel».

De acuerdo al sinólogo, las expectativas en Suiza están marcadas por malentendidos e ignorancia. «La idea que tenemos acerca de la situación de los derechos humanos en China se apoya en la falta de información sobre la postura que tiene China en la discusión global de los derechos humanos».

Mientras Suiza –junto con Occidente– piensa en las diferencias de opinión, la libertad de expresión y los presos políticos en Tíbet, los chinos sitúan en primer plano otro tipo de derechos humanos: por ejemplo el derecho al desarrollo.

«Esto fue aprobado por la Asamblea General de la ONU en 1986 por 146 votos a favor, uno en contra: el de Estados Unidos, y ocho abstenciones de países europeos», recuerda Von Senger. «Si China ve en los Juegos Olímpicos la posibilidad de mejorar la situación de los derechos humanos, se refiere a aquellos derechos humanos, porque las obras y la infraestructura traerán consigo el desarrollo». Esta opinión no es de ningún modo típicamente china ni confuciana, sino que corresponde a la actitud de la ONU.

«Influyente» en asuntos de derechos humanos

En Suiza apenas se tomó nota del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y de su predecesora Comisión de los Derechos Humanos de la ONU. «Lo que ocurre ante nuestras narices – sede europea de la ONU e instancias de los derechos humanos en Ginebra-, es boicoteado por la prensa nacional», critica el sinólogo. Por tanto, la opinión pública tiene la impresión de que los derechos humanos no cuentan en China.

«Es entonces cuando alguna delegación de Suiza o de Alemania viaja a Pekín para contar a los chinos que en Occidente existen los derechos humanos, dice con matiz de burla. Sin embargo, lo que habría que hacer es establecer en Suiza el grado de desconocimiento sobre el actual estado de los derechos humanos.

Von Senger, asiduo seguidor de las sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, saca otra conclusión. China está influyendo en el Consejo de Derechos Humanos. En la búsqueda de votos para resoluciones controvertidas se encuentra a menudo en una posición de mayoría junto con los países del Sur», precisa.

Von Senger no quiere decir con ello que sea inoportuno abordar el tema de los presos políticos. Pero si algunos reclusos recobraran la libertad por la entrega de listas, se debería más bien a las actitudes de buena voluntad (good will) de Pekín, relativiza el experto.

swissinfo, Renat Künzi
(Traducción: Juan Espinoza)

El 25 de marzo de 1999 tenía lugar el recibimiento oficial al jefe de Estado de China, Jiang Zemin, en Berna, cuando se produjo un incidente perturbador.

A raíz de una manifestación de personas que protestaban cerca de la Plaza Federal contra la política china en el Tíbet, Jiang se rehusó al acto de bienvenida previsto en la entrada al Palacio Federal.

Visiblemente irritado, el huésped peguntó a Ruth Dreifuss si como presidenta de la Confederación Helvética no tenía a su país «bajo control».

Representantes políticos y de la economía temieron entonces que surgiera una crisis en las relaciones bilaterales, cosa que no llegó a pasar.

A juicio de Harro Von Senger, aquel incidente postergó la liberación de presos políticos en China, reclusos cuya libertad había sido negociada antes de la visita oficial.

Aquel incidente queda cuanto más en los archivos, supone Von Senger. Pero volvería a ser mostrado a Suiza en el caso de otro incidente.

Nació en Ginebra en 1944.

El profesor de Sinología, de 64 años, dicta cátedra en la Albert-Ludwigs-Universität, de Friburgo de Brisgovia (Alemania) y es experto en el Instituto Suizo de Derecho Comparado de Lausana.

Es considerado mundialmente como un conocedor del pensamiento chino. Sus libros ‘Strategeme’ y «Supraplanung» son obras modelo.

En la década de los años 70 fue uno de los primeros extranjeros que estudió en China (Universidad de Pekín).

A juicio de Von Senger, tres elementos caracterizan la política y la sociedad chinas: el marxismo chino, la estratagema y la astucia, así como la supraproyección (‘Supraplanung»). De esta manera describe el pensamiento, la planificación y la ejecución en periodos de tiempo muy largos.

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